Pensar en ti es pensar en El Amor, pensar en lo mejor de mi vida. Aquella época en mi vida fue la mejor, sin duda la mejor: una universitaria esperanzada en terminar la carrera para devorarse al mundo a través de su pasión profesional y al mismo tiempo una mujer vulnerable por los desencantos de la vida real, la amorosa personal y la familiar.
Cuando tú llegaste, llegó la paz a mi vida. En tus brazos nada más importaba, en tus ojos veía ese mundo de esperanzas que tú dibujabas para mí. Contigo aprendí que quien te ama de verdad, siempre procura tu bienestar, te hace ser mejor persona, te hace dar lo mejor de ti. Contigo fui la mujer de la que más orgullosa me he sentido en mi vida: deportista, atlética, inteligente, profesional, entregada, apasionada, contigo me redescubrí y entendí que soy mucho más de lo que un pobre hombre se merece.
Hoy a muchos, muchísimos años de esa historia, cuando la tristeza me abate, pienso en ti en la paz de tus abrazos y en la ilusión de tus besos. Pienso en esas tardes recostados sobre el paso, exhaustos del ejercicio, sólo viendo la vida pasar frente a nosotros, sin prisa. Recuerdo esos días importantes en los que como tratando de convencerme me decías: “Azul, créeme, esto no es algo que suceda comúnmente” y qué razón tenías. Antes de ti, jamás amé así, después de ti, menos.
Fueron años maravillosos, Momentos Azules memorables, en los que ser Azul tenía sentido, en los que tú me fortalecías, encontraba en ti siempre un consejo sabio, una palabra inteligente. Contigo cada instante fue único, en una deliciosa historia en la que hubo una promesa, la promesa de amor más allá de la vida.
En más de una ocasión me prometiste que más allá de la vida, en algún otro momento, en algún otro lugar, en la eternidad este amor continuaría… ¿Aún lo crees? ¿A tantos años esa promesa seguirá vigente? ¿Aún me recuerdas y sigues creyendo que este amor trascenderá?
En medio de esa promesa de amor eterno, hubo otra promesa: cada día de mi cumpleaños habría una rosa roja en un lugar previamente pactado. Los primeros cumpleaños, después de que nos separamos, iba por la noche a ver si estaba mi rosa. Ahí estaba, ahí lloraba y lloraba, añorando llegaras, imaginando que desde algún punto me observabas y que cuando me vieras desbordada en llanto, en nostalgia por ti, te acercarías a reconfortarme con tus brazos, con tus besos.
Siguieron pasando los años y dejé de ir… Después de ese tiempo te he visto “casualmente” en realidades ya completamente ajenas a nosotros, en mundos diferentes, sin hablar del pasado, sin preguntas ni respuestas, en medio de saludos cordiales. Únicamente con un corazón excitado de saberte cerca, de verte y sentir inevitable evocar esas tardes en las que fuimos nuestros, en las que fui tuya y tú mío, esas tardes en las que corriendo en algún hermoso paisaje recorríamos nuestras historias, tratábamos de arreglar el mundo o sólo repasábamos las historias de nuestro presente.
En estos días de confusión, de desesperanza te he pensado tanto, te he pensado tan rico, he repasado una y otra vez esa versión de mí que tú construiste, esa versión de una Azul fuerte, capaz, invulnerable, una Azul amada y fortalecida por El Amor y te siento como un sueño, como si aquel tiempo hubiera sido sólo un sueño…
¿Dónde estás? ¿Tu promesa sigue vigente? Diera todo por saber que me piensas, que hay un momento en tu cotidianeidad en la que algo que habla de mí, quizá ese hermoso cardenal rojo que se nos aparecía, quizá esos lugares en los que compartimos una comida, quizá esas deliciosas empanadas de manzana que disfrutábamos comiendo y después disfrutábamos persiguiendo las migajas que quedaban sobre tu pantalón.
Quizá en la poesía de Benedetti, quizá en esas hojas secas que en el otoño caían sobre nosotros mientras recostados en el pasto recuperábamos el aliento luego de nuestro ejercicio, quizá en el Azul del cielo que te recuerde mi nombre, quizá en el Azul de Rubén Darío, quizá…
Quizá esa promesa siga vigente, quizá en otra vida, en la eternidad al cruzar esa línea de la que platicábamos, quizá llegue ese día que, seguramente llorando, pueda correr a reconfortarme en tus brazos…
Siempre tuya…
Azul tus relatos siempre traen a mi recuerdos y hoy trajo a mi vida el recordatorio de esas promesas de niños, una pequeña cicatriz en mi mano que me recordó el amor de tres amigos haciéndose hermanos de sangre, jurando así estar siempre juntos… Promesas que la vida no permitió cumplir.
Pero dl amor sigue intacto, de forma eterna en una cicatriz casi invisible
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Gracias por acompañareme en cada relato… Promesas que el amor hace creer reales como esperanzas!!
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Y sí…una invitación a recordar el pasado, las promesas…..ahhh!
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Promesas, desde las más simples hasta aquellas en las que se dejan las ilusiones de un amor en la eternidad. Un beso Azul…
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