Una tentación difícil de vencer

Habíamos anhelado tanto que sucediera, que sucedió tal cual lo imaginamos, quizá mejor. Pasaste por mí a casa, yo iba vestida muy fresca, aunque era casi noche, se sentía mucho calor. Hicimos una escala para comprar algo de beber y nos dirigimos al lugar que tú elegiste como la mejor opción.

Llegamos, bebimos un par de cervezas mientras conversábamos de nuestros días cotidianos, de aquellas historias que se conversan recostados sobre la cama, vestidos y sin prisa, acariciabas mis hombros con delicadeza, me observabas como si te gustara, como si con nuestras miradas entabláramos una conversación alterna que compartía cuánto estábamos disfrutando el momento, ese tiempo en el que el mundo no existe, en el que un habitación es todo lo que necesitábamos para jugar al amor. Un playlist que yo seleccioné para la ocasión que hacía juego con el sonido del agua que llenaba el jacuzzi.

Rumiamos mi eterna teoría de qué significa para ti estar con una mujer como yo, reías de mis obstinadas conclusiones: un hombre como tú “necesita” en su currículum una mujer como yo, una mujer que pruebe que no hay reto que no consiga, que pruebe la hombría de un joven decidido a obtener cuanto capricho se cruza por su camino. Insististe, un poco por cortesía, en demeritar mis conclusiones, me dijiste cuán interesante te parezco, cuan seductores te parecen los lunares en mis hombros y las pecas en mi pecho.

A la par de nuestra conversación tus manos recorrían con una deliciosa sutileza mi cuerpo, sentía cómo bajaban por mi espalda y se adueñaban de mis caderas, cómo tus labios de repente se acercaban a mi boca para silenciarme con un beso y luego retomar la conversación. Era delicioso sentirte pero era tan agradable nuestra charla que tus caricias no distraían mi concentración para seguir argumentando mi teoría sobre tu triunfo sobre mí y tus evidencias de hombría al conquistar cada centímetro de mi piel.

Pronto la ropa se esfumó, en medio de esa álgida conversación, tiempo suficiente para que el agua tibia del jacuzzi estuviera lista para nosotros. Nos dirigimos a ella y ahí comenzaste un delicioso masaje en mi cabeza, jugando con mi cabello, acariciando mi nuca, bajando hacia mis hombros y haciéndome disfrutar de una manera única. De momentos ese masaje cambiaba el rumbo y tus manos recorrían con tal sutileza mi pecho que a ojos cerrados no era difícil imaginarte, imaginar cómo tu mirada me devoraba con deseo, cómo tu cuerpo atendía las sensaciones que tus manos descubrían.

El agua tibia combinaba las emociones, esa excitación contenida que nos tenía al borde de la locura, con una sensación de relajación que nos invitaba a disfrutarnos más y más antes de embriagarnos de placer. Al fondo mi play list de jazz seguía acompañando la escena. Nuestros cuerpos frente a frente se encontraban en un beso que intentaba silenciar en mis pensamientos las teorías debatidas antes en la cama, que me hacía perderme entre tus brazos, que me dejaba sentirme abrazada por tus piernas. Un beso que te explicaba que soy más que una mujer seductora capaz de enloquecerte con las palabras que escribo, que soy más que una tentación difícil de vencer.

Tus manos cada vez más ansiosas recorrían mi cuerpo, lentamente, apropiándose de cada sensación que despertaban, haciendo a mi mente enloquecer y haciendo a mi cuerpo arder. Mis labios en respuesta besaban tu cuello, mordían tu oreja y te decían al oído cuánto estaba disfrutando ese momento. El lugar se había impregnado de sensaciones, de pensamientos que nos hacían pertenecernos en cada caricia y en cada beso.

Unidos en un beso salimos del jacuzzi, nuestros cuerpos escurriendo se recostaron sobre la cama. Bebías las gotas de agua que aún estaban sobre mi piel, tu lengua sedienta tomaba esas gotas para hacerme arder en deseo por sentirte, por consumirnos en ese placer que otras veces nuestras miradas habían conversado, que nuestros encuentros casuales habían imaginado, que tu lista de pendientes tenía aún sin cumplir.

Hicimos el amor en una escena inolvidable, como jamás lo habríamos imaginado… y aún hay pendientes. Y lo sé, seguiré siendo una tentación difícil de vencer, la tentación que debes vencer cuando en tu vida de retos, necesitas poner a prueba tu hombría con una mujer como yo…

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