A la distancia

Nada más certero que la muerte y nada más incierto que la vida. Han sido semanas de hastío, donde la realidad es desoladora y apremiante. Números que llevan implícitas miles de historias, números que erizan la piel y aumentan la ansiedad.  Así han sido estos días, por eso hoy es necesario asirse de la fantasía, al menos como una tablita de esperanza en medio del océano de cifras y caos en el que nos encontramos.  

Entonces, rumiando recuerdos me decidí a llamarte, sé que te sorprendió mi voz al teléfono, porque aunque constantemente estamos en comunicación, muy rara vez es mediante llamadas telefónicas… Estoy segura que al escuchar mi voz identificaste mi  perversa intención de inquietarte, que tu imaginación me llevará hasta ti de manera instantánea. 

Luego de saludarte, mientras mordía mis labios imaginando que esas palabras de un saludo convencional se convertían en un beso apasionado que encendiera el deseo de pertenecernos, te dije cuánto te extrañaba, cuánto deseaba sentir tus manos recorriendo mi piel, cuánto deseaba la sensación de tus labios devorando mi cuerpo. 

Te sorprendiste, lo sé, porque aunque seguro compartimos el deseo por estar juntos y nos extrañamos con la misma intensidad, no esperabas mi llamada… Anochecía, había sido una tarde nublada y parecía que más tarde caería una fuerte lluvia. Me recosté sobre mi cama y seguimos hablando de las trivialidades del día y de aquello que pretendía huir al hablar contigo. Así que  cambiamos de tema, quizá compartiéndote que sentía mucho calor, que quizá era momento de ponerme la pijama.

Dejé el teléfono sobre el escritorio de mi recámara, lo puse en altavoz y fui a cerrar la puerta con seguro. Cerré las cortinas, apagué la luz y encendí la lámpara del buró. Me platicabas algo sobre tu día laboral, lo difícil que es dimensionar el tiempo en esta época. Me quité la liga que sujetaba mi chongo desalineado de siempre, mi cabello se sentía un poco húmedo. Imaginaba tus manos acariciando mi cabeza jugando con mi cabello dando un masaje que apagara  todos los pensamientos que aún hacían eco de las historias de mi día. 

Me preguntaste cómo vestía, en realidad el atuendo de estos tiempos es casi todos los días el mismo: tenis, jeans y playera, regularmente debajo de mi playera la camiseta que más tarde se convierte en mi pijama. Me descalcé y deambulé por unos minutos por mi cuarto, cerrando la computadora, preparando la ropa del día siguiente, ordenando este espacio que se ha convertido en centro de trabajo, tratando de recuperarlo como mi habitación. Me encanta andar descalza y con calor más. 

Seguimos conversando, recodábamos aquella última vez que estuvimos juntos, se nos antojaba un trago, quizá una cerveza bien fría ¡qué rico! Me quité la playera, desabroché el sostén y sin quitarme la camiseta me deshice de él.  ¡Qué sensación más liberadora es este momento del día! A la par de los recuerdos de aquella última noche juntos, te describía la textura de mi camiseta, licra lisa, sin estampados, con tirantes muy delgados, corta, apenas a la cintura, justa, adherida a mi cuerpo y a través de ella se sentía la temperatura de mi piel. 

Podía imaginar tu boca mordisqueando mis hombros, mientras tus manos jugaban en mi espalda debajo de mi camiseta. 

Desabroché mi pantalón, lo dejé caer en el piso a la par que hacia movimientos circulares con mi cabeza tratando de liberar la tensión acumulada en mi cuello, imaginando tus manos masajeando  suavemente mi nuca, mi cuello, mi espalda. Levanté el pantalón del piso y lo dejé sobre un mueble, de ahí tomé mi short y me lo puse mientras te preguntaba si aún recuerdas mi lunar a media pierna, justo en el muslo izquierdo, reíste no sé si porque evidencié tu mala memoria o porque lo recordabas a la perfección. 

Tomé mi teléfono, le conecté los audífonos y me volví a recostar sobre mi cama. Apagué la lámpara, encendí mi difusor con aroma a vainilla, la amenaza de lluvia ya era una realidad, se escuchaba el suave arrullo de la lluvia y se alcanzaba a percibir el resplandor de los rayos con el sonido tenue de los truenos. 

Conversamos imaginándonos juntos, evocando los recuerdos y sensaciones de aquella última noche juntos. Te dije lo certero del recorrido de tus manos sobre mi piel, lo excitante de la sensación de tus labios sobre mi pecho, recordamos y revivimos el placer de la última noche juntos, cómplices de la imaginación y la fantasía disfrutamos juntos a la distancia… 

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