Un dibujo…

Un dibujo_AZULLa vida presurosa y sin sentido que a veces nos absorbe nos había secuestrado la oportunidad de estar juntos, un día, logramos pagar el rescate para liberar la fantasía de disfrutarnos como lo habíamos imaginado…

Sin mundo, sin tiempo, sin pasado ni futuro dejamos que aquella noche se convirtiera en una obra de arte, de esas que no se subastan, de esas que no se exhiben, de esas que se guardan en la intimidad de los recuerdos como un preciado borrador.

La cita estaba pactada, me pediste que fuera exuberante, por supuesto vistiendo algo Azul. El lugar era mágico, de ensueño, el estudio que solo un artista como tú puede tener: perfecto.

Nos sonreímos, me besaste, apenas rozando mis labios. No entendía tu cautela, pues tu mirada me devoraba. Me tomaste de la mano y me diste una vuelta como validando mi atuendo: mi cabello arreglado, ligeramente ondulado; mi maquillaje perfecto con una deliberada invitación a que probaras el rojo seductor de mis labios; un vestido azul con un escote pronunciado en la espalda que al roce de las yemas de tus dedos invitaba a dejar caer los tirantes que lo sujetaban a mis hombros.

Un vestido azul de una tela ligera, que te permitía palpar la tibieza de mi piel, la silueta de mi cuerpo cuando con la sutileza de un artista, bajaste tus manos por mis caderas. Una abertura en el vestido, dejaba entrever mi pierna derecha, ahí fijaste tu mirada y, tu sonrisa, cómplice de mis pensamientos, me decía lo dulce que sabría un beso tuyo justo ahí, justo donde la abertura comenzaba.

No dejamos que el deseo y los pensamientos cambiaran el plan inicial de nuestra cita: mi dibujo, aquel retrato que sería la portada de mi libro. Tu estudio era mágico, de película, yo sentía la curiosidad de una niña, quería tocar y saber qué era cada cosa que tenías tan perfectamente ordenada en su lugar. Sabes que mis habilidades artísticas se resumen en un extraordinario de la materia de Educación Artística en la prepa, así que todo lo que veía en ese lugar me inquietaba, en mi mente era como si cada pincel, lápiz o pastel tuviera vida propia para hacer trazos con magia.

Me indicaste dónde debía estar parada, me serviste una copa de vino y sobre una mesa estaba dispuesta una charola con quesos y carnes frías, fruta y otra botella de vino sin abrir. Al verlo sonreí con la malicia de imaginar cómo rodarían aquellas uvas sobre tu dorso desnudo, cómo saborearía unas gotas de vino entre tus labios… Pero debía dejar esos pensamientos para después. ¡Debías trabajar!

Yo nunca imaginé cómo sería aquello de dibujarme, el tiempo me parecía eterno, por más que quería acatar tus indicaciones y concentrarme me parecía tiempo perdido (para hacerte el amor). Perdí la noción del tiempo, pero grité de alegría cuando dijiste: “por hoy está bien”. -¿Por hoy?- pregunté para mis adentros pero no quise responderme, preferí concentrarme en el alivio de poder quitarme los tacones y continuar bebiendo vino.

Quise acercarme a tu obra, tenía curiosidad de qué habías dibujado y con un beso me lo impediste, no puse resistencia, me parecía mucho más tentadora la oferta del beso que la de descubrir qué había en ese caballete, tu talento en el dibujo no estaba a prueba. Aquel  beso nos acercó a la mesa, te serviste una copa de vino y sin palabras brindamos: ¡qué vino, qué beso!

Como lo había insinuado al principio, bajaste los tirantes de mi vestido con tus labios, tu lengua húmeda y tibia daba sutiles pinceladas en mis hombros y mi espalda,  la sutileza de un artista convirtiendo mi piel en un lienzo a tu disposición. Nos sentamos en el piso, nuestras miradas y sonrisas conversaban mientras saboreábamos los quesos y la fruta. Bebimos un par de copas más alternándolas entre besos y caricias, jugaba con mis dedos entre tu cabello, recorría tus labios con mi lengua. Acariciabas mi espalda al desnudo, observabas con ternura y deseo mi cuello, mi pecho. Jugabas a descubrir más después de la abertura de mi vestido que dejaba mis piernas a tu alcance.

Aquellos trazos de tus manos en el recorrido por mi cuerpo, aquellas texturas de nuestros cuerpos desnudos consumidos en placer, aquellos colores que a media luz dibujaban tanta alegría en un lugar tan sombrío, aquellas pinceladas que mi lengua hambrienta hacía sobre cada centímetro de tu piel, aquellas formas que el tacto de tus manos y las mías encontraban a placer en un recorrido sin técnica y ni teoría.

Así, en poco tiempo, el glamour de mi llegada se había convertido en un desastroso maquillaje, donde, sin el rojo seductor del principio, ahora en mis labios solo lucía una gran sonrisa, De mi impecable vestido azul, solo quedaba una sábana cubriendo lo que el pudor de los años pedía.

Y el dibujo, quizá después…  Después de hoy, sé que aún sin verme, podrías dibujar a detalle aquel cuerpo que hiciste tuyo en cada caricia y con cada beso.

 

Inventamos el amor

Había que creer en el amor y entonces nos inventamos… jugamos una apuesta sabiendo de sobra que perderíamos. Jugaste, quizá no amar, sino a hacer valer tu hombría en una conquista que te diera vida, que te diera certeza de tus dotes de conquistador y de aquella virilidad tan necesaria en ciertas épocas de la vida; yo, jugaba a ser capaz de enamorarte no desde la seducción de ser Azul, sino de ser sólo ser yo…

Inventamos el amor con una apuesta arriesgada que retaba el destino. Nos inventamos como un castillo de arena fincado entre besos y caricias, como una historia que sabíamos por demás que estaba a expensas de un viento, ni siquiera fuerte, un viento que soplara tenue cerca de nuestra frágil construcción. Inventamos besos que nos sabían a amor, inventamos caricias que dibujaban pasión, hicimos el amor como si nos amáramos…

Nos escribimos haciéndonos cómplices de aquellas sonrisas inexplicables, nos hablábamos gritándonos en secreto que nos queríamos, nos encontrábamos cuando el destino nos lo permitía, y entonces, hacíamos el amor deteniendo el tiempo, pensando que sería suficiente… recorrimos con destreza nuestros cuerpos, dejamos besos impregnados en la piel por una noche, nos miramos buscando esperanzas para esta historia y dejamos aquella ilusión clavada en nuestros ojos por instantes.

Jugamos, cada quién su juego, tal vez no el mismo…jugábamos mientras era el destino quien se divertía con esta historia, mientras eran los otros, los ajenos a este sentir quienes con opiniones y apuestas, alentaban una historia por demás fallida. Jugué, no contigo, conmigo. Jugué a ser quien no soy ni podré ser jamás… por momentos fui rehén de ese mundo de fantasía que me hacía imaginarme tuya, ese mundo de fantasía que por instantes me hacía comprar la versión de los amores verdaderos; por momentos fui la escritora que perdió de vista las historias en papel y creyó que sucedían en la realidad.

Inventamos el amor, lo inventamos porque necesitábamos creer en algo que diera esperanzas a aquel beso robado a media luz, porque queríamos creer que el latir de los corazones cuando estábamos cerca era más que sólo un signo de vida, que era un signo de vivir… Inventamos una historia imposible para medir nuestras fuerzas, nuestras convicciones y nuestros miedos.

Inventamos el amor, hasta que la realidad nos alcanzó, hasta que en un respiro profundo abrí los ojos para despertar de la fantasía, hasta que observé detenidamente mi mundo y el tuyo, hasta que una noche de insomnio me cuestionó incansablemente, hasta que las lágrimas no alcanzaron para darle sentido a una invención por demás fallida… hasta que retomé el lápiz y papel (mi computadora y mis notas) para regresar al refugio de la escritura, para volver a ser la escritora de historias de fantasía y no una protagonista inventada fuera de la realidad.

Y cada te quiero, fue real; y cada beso, fue real; y hacerte el amor, fue real; y soñar contigo, fue real; pero lo real no siempre cabe en la realidad. Lo real no alcanza para inventar una realidad diferente a la que es; y el amor es, no se inventa, el amor es y para que sea tiene que caber en la realidad…

Búscame en la fantasía, recuérdame con amor, invéntame real… Hasta pronto… hasta entonces…

La verdad


 

Solo una certeza, esa que me haga sentirte mío cuando hacemos el amor, esa que me haga tuya en el beso que enciende el deseo y la necesidad de pertenecernos. Hagamos el amor amándonos, como si nuestra historia fuera real, como si el destino fuera nuestro aliado y no nuestro enemigo.
Ven, recuéstate aquí a mi lado, destapemos una botella de vino tinto, sirvamos dos copas y brindemos por nosotros, porque la casualidad nos dejó encontrarnos, porque la osadía nos hizo atrevernos. Ven, déjame hablarte al oído, decirte que te quiero, déjame seducirte con mi voz que acompaña a las caricias que las yemas de mis dedos hacen en tus labios.
Ven, siente cómo mi mano desabotona tu camisa para recorrer lentamente tu torso desnudo, al mismo tiempo que te cuento sinsentidos al oído, mientras mis piernas rozan contra las tuyas deseando que la ropa se esfume. Siente mi lengua recorrer tu oreja, mis manos jugar en tu cabello, mi voz invocar al deseo, mis besos llevarte a la escena que hemos imaginado.
Déjame besarte lentamente, así, recostado boca arriba, besar tus labios, tu cuello, mordisquear tus hombros y saborear un par de gotas de vino sobre tu pecho. Déjame seducirte despacio, haciéndote disfrutar cada instante, siente el roce de mis labios, de mi lengua, de mi cuerpo contra el tuyo.
Ven…
Imagina mis manos ansiosas deshacerse de tu camisa, desabotonar tu pantalón mientras tus manos hábiles me quitan la blusa. Obsérvame, observa mis manos jugar con mi cabello mientras mi espalda recta te hace apreciar mi cuerpo, te hace imaginar ese recorrido que tu lengua hará desde mis labios hasta mi vientre.
Deshagámonos de la ropa, dejemos de lado la ropa, las sábanas y las copas de vino. Bebamos aquel último trago que queda en la copa y dejemos que el sabor del vino se confunda con el sabor de tu piel mientras mis labios hambrientos te recorren. Deja que mi lengua sedienta te recorra con prisa y con pausas.
La ropa ya no es impedimento para sentirnos, tus manos recorren mi espalda desnuda, mis caderas, llevándome hacia ti. El disfrute es inminente, nuestros cuerpos responden de inmediato al mundo de sensaciones que los besos y caricias despiertan. El tiempo es malicioso, parece por instantes detenerse y luego se nos va como agua entre las manos.
Déjame regresar a tus labios y desde ahí en un beso apasionado buscar que nuestros cuerpos se entiendan, que se encuentren… Siente lo tibio de mi saliva y lo ardiente de mis labios que en ese beso te piden ser uno, que en ese beso describen la súplica más sutil de hacer intensa la sensación que recorre cada parte de mi cuerpo.
Siente que mi cuerpo ardiente te consume, que mi boca devora tus labios, que mi piel te comparte su calor, siente que el encuentro de nuestros cuerpos es ideal, que se entienden y se comunican a la perfección, que se reconocen en las sensaciones y que se procuran para el placer compartido.
Ven… hagamos el amor. Ven y dime que me quieres, que me quieres y que esto es cosa seria, que es más que deseo que este relato te provoca. Ven y dime que te gusta mi sonrisa y que no te asusta mi locura. Ven y dime que solo escriba para ti…
Ven… háblame con la verdad, si me quieres dímelo y hagamos el amor… Dime la verdad y si esto es un juego, ven y yo te enseño a jugar, pero avísame, para asignarte un turno porque hay otros que llegaron antes de ti y quieren que les enseñe a jugar…

 

 

Una mujer muy Azul

Llámalo como quieras: soberbia, arrogancia, vanidad, pero los años me han hecho una gran mujer, una mujer muy Azul capaz de seducirte con la mirada y sin escotes, capaz de conquistarte con mis labios sin siquiera besarte.

Los años y las historias me han convertido en una mujer plena, dueña de mi vida, que disfruta de halagos de aquellos que encuentran en mis relatos un refugio de fantasía, que disfruta aquel trago compartido en nombre de los recuerdos o en nombre del juego de la conquista.

El tiempo me ha dado la razón, las decisiones que he tomado y sus consecuencias, me dejan con saldo a favor. Siempre dispuesta a nuevos riesgos, a nuevas aventuras que me acerquen a la felicidad, con la certeza de que mi imperfección y mi locura me separan de ese mundo de apariencias y me dejan construir un nuevo mundo de ilusiones, de esas que por instantes saben a realidad, de esas que se convierten en inevitables sonrisas, de esas que hacen eco en la mente y en el corazón durante el día.

Descubrirme como Azul, me hace libre, me hace más mujer, me ha llevado a una lucha por reivindicar mis esperanzas, a defender mis fantasías, a entender el amor y el deseo, a besar con la mirada y acariciar con mis palabras.

Ser Azul me permite aceptarme como una mujer intensa y apasionada, no solo por los placeres que muchos creen que se limitan al sexo, soy una mujer intensa y apasionada que en cada aspecto de mi vida, creo en mi profesión y mi profesionalismo como un instrumento para construir la sociedad en la que me gustaría vivir; creo en mi manera de amar como la única posible donde se entrega todo en una apuesta a ganar; creo en mis aciertos y desaciertos como la única manera de aprender y reaprender las lecciones de la vida.

Ser Azul me hace desafiar mi mundo, ese que se rige por la perfección aparente. Los años me han dado la razón, acepto mis errores como errores, volteo la mirada al pasado y sé que aquello, aquellos, que dejé en el camino, hoy no me hacen falta, al contrario, me alivia no tener peso de su existencia en mi vida.

Observo mi presente y disfruto saberme una mujer deseada, una mujer que, a veces sin querer, es capaz de quedarse en la mente de algunos, que es capaz besar labios a la distancia desde el pensamiento, capaz de acariciar corazones, tocar almas y alojarse de manera inamovible en el corazón unos.

Imagino mi futuro se llena de esperanza, llena de ilusión de esa, que ilumina las lunas llenas, de esa que se encuentra en el sabor de un sorbo de café, de esa que se encuentra en una conversación improvisada y en un mensaje inesperado.

Hoy no me importa si es soberbia o solo una más de mis locuras, hoy con mis años, mis kilos, mis lágrimas y mis risas me siento feliz. Dispuesta a seguir reescribiendo la realidad, a veces al límite de la fantasía, a veces al límite de la cordura, a veces desde la más oscura realidad.

Seguiré siendo Azul, cada vez más Azul, cada vez más plena, libre, desafiante, intensa y apasionada. Seguiré jugando a reinventar mi mundo hasta que en el último intento me encuentre en la vida en la que quiero pasar mis días hasta el final de mi historia.

Hoy, celebrando un año más de vida, me acepto como una gran mujer, como Azul envuelta en todas sus pasiones y sueños, esos que para algunos fueron demasiado grandes como para atreverse a conquistarlos conmigo…

El otro día leí una frase con la que me identifiqué:

“Una mujer seductora, deja algo en la mirada; una mujer simpática, deja algo en la sonrisa; una mujer sexy, deja algo en la imaginación; pero una mujer de verdad, deja huella en el corazón.” Búscame en tu mirada, encuéntrame en tu sonrisa, hazme tuya desde la imaginación, pero sobre todo… guarda mi nombre en tu corazón: AZUL…

Lo reconozco


Lo reconozco, más de una vez he imaginado seducirte… más de una vez he imaginado que te robo de tu realidad y te hago por una noche cómplice de la mía. He imaginado que un día cualquiera un pretexto nos reúne, y en nombre de ese pretexto conversamos por largas horas, caminamos entre calles tranquilas y solitarias, reímos del mundo que, tomados de la mano, nos parece ajeno, compartimos besos robados que interrumpen nuestra charla amena.

Lo reconozco, imagino hacer largas las horas de un día en el que de la mano recorramos nuevos rumbos, imagino hacer los minutos eternos si puedo estar entre tus brazos, anhelo hacer en un beso los segundos más intensos y hacer del recorrido de una caricia el trazo más sublime que al roce de mis manos en tu rostro te resulte inevitable despertar el deseo de que tus labios recorran mi piel.

Lo reconozco, en las noches cuando hablamos, cuando mi día termina con una frase tuya como despedida, imagino tu voz en mi oído, tus manos en mi espalda, mi cabeza sobre tu pecho, nuestras piernas desnudas y entrelazadas debajo de las sábanas. Cuando mis mañanas inician con tu saludo en un mensaje en mi teléfono, imagino que acompañas mi despertar en ese baño tibio que al imaginar el agua correr por nuestros cuerpos, se vuelve aún más reconfortante.

Lo reconozco, detrás de  esa inocente invitación a compartir un café,  una charla, hay una perversa intención de seducirte, seducirte como solo un hombre como tú y una mujer como yo lo podríamos hacer: combinando palabras con caricias; palabras con besos, palabras con el lenguaje del placer.  Conversando, debatiendo, rumiando recuerdos, compartiendo poesía, y por supuesto, con la selección musical que sólo tú podrías imaginar para el momento.

Así, seguro la mañana la pasaríamos caminando, recorriendo paisajes otoñales de esos que saben a nostalgia y con ese caminar, recorreríamos una y otra vez los recuerdos de todos estos años, rumiaríamos esas historias que fueron y las que no fueron, reiríamos de la inocencia de entonces, reflexionaríamos sobre el paso del tiempo y lo que nos ha dejado huella luego de tantos años… así, la mañana pasaría.

Luego, comeríamos algo simple, en un lugar al aire libre, sintiendo el viento frío rozar nuestros rostros, contemplando ese recorrido arbitrario de las hojas secas sobre el piso. Veríamos como ajenos a todos aquellos con los que se cruzan nuestras miradas. Comeríamos y la charla sería siempre inagotable, recorriendo deportes, política, religión, amor y desamor. Nuestra comida terminaría con un café cargado, un café caliente que atempere la temperatura del ambiente que comienza a descender.

Y luego, ¿qué te parece buscar un lugar privado culminar el arte de la seducción? Una botella de vino y dos copas que nos acompañen para hacer de la velada un momento inolvidable. Llegamos al lugar y, por supuesto, lo primero que sobran son los zapatos que en un instante quedan por ahí tirados. Nos abrazamos y en aquel abrazo surge el beso más profundo que habíamos guardado durante el día justo para ese momento, es un beso que sabe a recuerdos, que sabe a historias sin contar, que recorre cada centímetro de mi piel, cada espacio en mis entrañas, que hace eco en mi mente y silencia mis pensamientos.

Nos vemos a los ojos y todas las palabras que durante el día habían parecido inagotables, enmudecen, ahora es el lenguaje de las miradas, de las caricias, de calor de nuestros cuerpos el que habla, el que explica de manera clara el deseo de pertenecernos por instantes, por horas, POR SIEMPRE…

Lo reconozco, lo he pensado…

 

Una tarde de lluvia

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Una tarde de lluvia evoca nostalgia, remueve recuerdos para sentirme menos sola, sugiere fantasías para imaginarte más cerca…

Hagamos de la soledad compartida y de la lluvia un pretexto excelente para encontrarnos esta tarde, para disfrutarnos esta noche… Ven, aquí te espero! Voy poniendo el café y preparando una botella de vino para lo que apetezcas. Ven, cuando llegues encontrarás un ambiente impregnado con el aroma del café y con la nostalgia que rumiar mis antologías poéticas de Benedetti me provoca.

Haremos del aroma a café la primera conquista a nuestros sentidos, al entrar te recibiré con un beso tibio, de ésos en los que apenas los labios se rozan, de ésos en los que, ni con sutileza, la lengua alcance a saludarte. Me abrazaré a tu cuello mientras tus brazos rodean mi cintura, será un abrazo tan cálido que olvidaremos las cuestiones climáticas que acontecen afuera, será un abrazo que, al poner en contacto nuestros cuerpos, se alcanzarán a rozar nuestros corazones, se podrán saludar nuestras almas.

Ven, siéntate aquí, justo a mi lado, en el estudio de mi casa, déjame terminar de escribir, de contestar mis pendientes, mientras en una conversación pausada por los primeros sorbos de café y mi trabajo, seguimos dejándonos seducir por la escena: olor a café, una tarde-noche fresca y el sonido cadencioso de la lluvia.

Mientras termino, acaricia mi cuello, mis hombros; platícame cómo estuvo tu día, qué  hiciste hoy, qué opinas del lugar que ocupa mi equipo de futbol en la tabla general del futbol mexicano, cuéntame cuáles son tus pronósticos para el inicio del football americano. Así, dejemos que el tiempo nos conquiste, que mi mundo se cierre al apagar mi computadora, que nuestros sentidos se despierten con el aroma del café y nuestra cercanía rete el ambiente frío que la lluvia provoca.

Termino mis pendientes, casi. Volteo mi silla frente a ti y continuamos el beso del saludo inicial, ahora no es tibio, ahora es cálido, ahora sí nuestros labios se abrazan, se comunican nuestras lenguas mientras nuestras manos acarician nuestras espaldas, recorren desde la nuca hasta la cadera, provocando una sensación de relajación deliciosa.

La noche ha caído, la lluvia es ahora más intensa. Una segunda taza de café y nuestra charla cotidiana nos permite adueñarnos del tiempo y el espacio, en cada beso detenemos el reloj por instantes, en ese beso no solo saboreamos nuestros labios, también saboreamos la nostalgia de los recuerdos, la ilusión por las nuevas esperanzas, saboreamos de la manera más franca ese dulce sabor del deseo.

Sólo está encendida la luz del estudio, y con la noche a cuestas, parece insuficiente, pero ideal para una escena de seducción, así a media luz, con lluvia, con el olor a café, con la tibieza de nuestra piel traspasando la ropa, con el lenguaje de las caricias que recorren con sutileza nuestros cuerpos.

Conquistar nuestros cuerpos desde el deseo es fácil, porque nuestros corazones han sido conquistados desde la charla. Me levanto de mi silla y con movimientos simples y ligeros comienzo a deshacerme de mi ropa, con ayuda de tus manos y tu boca en pocos minutos mi ropa se encuentra en la silla y en el piso. Apoyada sobre el escritorio comienzas a besar mi cuerpo, a hacerme disfrutar con el recorrido que tus labios, tu lengua y tus manos realizan.

El espacio parece impropio, pero el amor justifica grandes imprudencias, así que en un delicioso juego de la seducción entre las sillas y el escritorio, construimos un escenario en dónde disfrutar del placer de nuestros cuerpos, el placer guiado por el ritmo de la lluvia que continúa afuera.

El roce de nuestra piel, el sabor de nuestros besos, cada una de las sensaciones que nos recorren milimétricamente provocando un placer pleno, que no sólo se centra en un efecto físico,  en un rincón de mi cuerpo, sino que explota desde la mente y la razón y  recorre el alma, el corazón y la sinrazón. Un éxtasis compartido, un goce sin límites, un instante de placer que detiene el tiempo y congela los pensamientos para capturar la esencia del momento y hacerla inolvidable.

Así, nuestra tarde-noche de lluvia, así nuestra lluvia que inunda nuestros mundos, así, mientras intentamos recobrar el aliento y recuperar la cordura en aquel escenario, mientras destapas ahora la botella de vino, déjame leerte este poema al oído:

Lluvia, Mario Benedetti

La lluvia está cansada de llover
yo, cansado de verla en mi ventana
es como si lavara las promesas
y el goce de vivir y la esperanza

la lluvia que acribilla los silencios
es un telón sin tiempo y sin colores
y a tal punto oscurece los espacios
que puede confundirse con la noche

ojalá que el sagrado manantial
aburrido suspenda el manso riego
y gracias a la brisa nos sequemos
a la espera del próximo aguacero

lo extraño es que no sólo llueve afuera
otra lluvia enigmática y sin agua
nos toma de sorpresa/y de sorpresa
llueve en el corazón/ llueve en el alma

Salsa y tequila

 

Sólo necesitábamos eso: poner en pausa el mundo, dos tragos, uno para olvidarnos de ellos y otro para imaginar que ellos se olvidaban de nosotros.

Lo necesitábamos, abstraernos del mundo y disfrutar toda la noche y para ello, nada mejor que la combinación: baile y tequila. Así que con los dos tragos y una conversación incidental dejamos que la noche nos abordara, que la música al ritmo de la salsa hiciera vibrar nuestros cuerpos, que el calor provocado por el tequila corriera por nuestras venas.

La conversación, un poco a gritos por el volumen de la música, nos llevó a acercarnos un poco más, lo suficiente como para hacer más sugerente la invitación a hablarte al oído, para hacer más casual el roce de nuestras piernas debajo de la mesa. Así, hablamos poco, lo suficiente para hacer tiempo antes de que nuestros labios se comunicaran sin palabras.

Nos levantamos de la mesa, fuimos al centro de la pista y al ritmo de la salsa nuestros cuerpos se entendían, así con la sensualidad que el ritmo incita, tomaste mi cintura, guiando cada movimiento haciéndome cerrar los ojos y disfrutar cada paso entre tus brazos. Sentía cómo mi cuerpo con naturalidad atendía los movimientos que tus manos marcaban, sentía cómo tus manos recorrían mi espalda, mi cintura y llevaban contra ti mis caderas.

Así, el ritmo nos llevaba en sincronía, nos hacía disfrutar cada paso en una complicidad que sólo la música podía avalar. Regresamos a la mesa y otro par de tragos nos esperaban,  atendimos la invitación que el tequila sobre la mesa nos hacía, brindamos por aquella noche y de un trago consumimos nuestras bebidas. Tomé con la yema de mi dedo la gota que escurría en mi vaso y la llevé a tus labios, perseguiste mi mano que te guiaba hacia mis labios…

Atendiste la indicación de mi mano y al llegar a mis labios giré mi cabeza, besaste mi cuello y acariciaste mi cabello, tomaste mi cabeza por la nuca. Mis piernas ya se cimbraban sobre el piso atendiendo el ritmo que me llamaba nuevamente a la pista. Así que habría que esperar para que aquel beso sucediera. Nuevamente dejamos que nuestros cuerpos disfrutaran, que sin palabras se comunicaran, que tus manos en cada movimiento se apropiaran en de mi cuerpo, que la música, la letra y el ritmo nos hicieran recrear aquella historia que la salsa incitaba a imaginar más, mucho más…

La música nos atrapaba, ponía a prueba nuestra condición física y parecía que vencíamos, que ni los años ni los kilos eran impedimento para que aquella noche fuera nuestra, para que la salsa nos hiciera imaginar una historia más allá del lugar en el que nos encontrábamos, la música se adueñara de nuestro cuerpo y nuestra mente, y sedujera nuestros pensamientos haciéndonos protagonistas de aquella historia que en voz del cantante se relataba.

El tequila en complicidad con la salsa adormecía nuestra conciencia, nos hacía partícipes de una noche deliciosa, que lograba el cometido de haber dejado en pausa al mundo. Bailamos, el roce de nuestros cuerpos al ritmo de la música era cada vez más excitante, era cada vez más cadencioso y la temperatura de nuestra piel y el calor que corría por nuestras venas traspasaba la ropa.

La noche avanzaba, las horas –y el tequila – parecían haberse ido sin darnos cuenta cómo, nuestros cuerpos al ritmo de la música se dejaron seducir por horas, nuestra conversación nos hizo cómplices con sabor a tequila y dejamos que el placer al compás de la salsa nos hiciera disfrutar toda la noche sin darnos tiempo de aquel beso que había quedado pendiente cuando te invité a cercarte a mis labios.

La salsa había conquistado nuestra noche, el tequila había conquistado nuestro paladar así que ahora había tiempo para ese beso, que iniciara en los labios y recorriera nuestros cuerpos sin prisa, nos despedimos de aquel lugar con un beso dulce mientras aguardábamos el auto, aún escuchábamos a lo lejos la música, aún con la invitación de hacer de aquella música un ritmo seductor para hacer el amor…

 

 

Una mujer complicada

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Sé que a algunos hombres les causo curiosidad, quizá porque me imaginan como una mujer fácil dispuesta a vivir una aventura para del sexo ocasional, o quizá me vean como una mujer frívola que sólo espera recibir halagos a propósito de sus encantos. No lo soy, ninguna de esas dos versiones soy.

Sólo soy una mujer complicada a quien lo simple le hace feliz…

Soy una mujer a quien le hace feliz unos brazos fuertes que un abrazo detengan el tiempo, que estando en ellos sienta que no podría existir un mejor lugar para encontrar un poco de paz. Unos brazos cálidos que conforten los pensamientos, que se conviertan en la mejor medicina para cualquier diagnóstico,  que tengan el efecto de un analgésico o un relajante muscular.

Soy una mujer complicada, a quien la simpleza de bailar salsa toda una noche le hará disfrutar del lenguaje de dos cuerpos que a ritmo guapachoso se olvidan de todo, que imaginando la historia detrás de la letra cualquier salsa romántica, podría construir una fantasía deliciosa mientras bailamos con sensualidad y cadencia ese sensacional ritmo.

Soy una mujer complicada, que se deja cautivar por una plática inteligente, de temas simples o profundos, pero con argumentos claros y honestos. Soy feliz en una charla amena con una cerveza bien fría o un café caliente y cargado, donde apasionadamente pueda defender a capa y espada a mi equipo de soccer o hablar de religión o política. Soy feliz en una charla en la que encuentre oídos atentos y palabras inteligentes para conversar.

Soy una mujer complicada que sucumbe ante la simpleza de un trato gentil que comparte con cariño un detalle, una flor cortada en el camino o comprada en la esquina, un pan dulce para acompañar mi segunda taza de café mañanero, un chocolate que dé energía para terminar mi jornada de trabajo por la tarde, una poesía sin métrica que en la acción diga más que en la rima.

Soy una mujer complicada que se deja seducir con un beso en el cuello que me haga cerrar los ojos, por una caricia en la espalda que dibuje trazos sencillos que despierten el deseo, por la cercanía de un cuerpo ardiente que traspase la ropa, por unas manos hábiles que desnuden mi cuerpo sin que mi racionalidad les cuestione.

Soy una mujer complicada que promete un cielo resguardado por vastos y diestros demonios. Un cielo que con diferentes matices de Azul describen la mujer que soy, sus pasiones, sus miedos, sus sueños, sus anhelos… Soy una mujer que vive en el límite del cielo y el infierno.

Soy una mujer complicada, a quien lo simple le hace feliz.