Todo un placer

placer

Sé que esto puede resultar muy controversial porque para esto no hay técnicas únicas o maneras correctas de hacerlo, son ene mil variables las que pueden influir, dependerá sin lugar a dudas de la confianza y comunicación que haya en la pareja, afortunadamente he estado con hombres que me han enseñado con paciencia y mucha pasión, lo que me ha permitido hacer de esto todo un placer.

Bueno, tampoco quiero generar una falsa expectativa ni pretendo presumir, porque que no soy profesional en la materia pero que sin duda es algo que disfruto muchísimo. No recuerdo con precisión cómo descubrí esto, ni a qué edad, pero indudablemente me encanta y, como en casi todos los capítulos de nuestras historias, habrá parejas con quienes lo podamos disfrutar más, quienes nos lleven a reinventarlo a hacer lo inesperado, y con cada uno se aprende algo que sin duda se puede aplicar con el siguiente.

También aclaro, no se entienda este texto como una receta  o procedimiento a seguir, es sólo que hoy camino a casa en medio del tráfico de esta ciudad,  el play list aleatorio de mi teléfono seleccionó una canción que me llevó a querer compartir ustedes mis lectores de una forma un tanto didáctica la manera en que disfruto yo:

Primero, es importante el atuendo.  La escena necesitará un atuendo especial,  no un disfraz, solo algo que connote que me esmero para disfrutar la ocasión, que se vea el detalle de la sensualidad femenina. Es una cuestión de actitud que se verá reflejada en el físico: un rico baño tibio, una crema con aroma suave para todo el cuerpo, un sexy vestido negro corto, un poco más arriba de media pierna, tacones altos, un maquillaje discreto porque si no más tarde, al sudar deslucirá horriblemente  y, por supuesto, un toque de perfume… nada más provocativo para un hombre que un olor delicioso para hacer que este encuentro sea aún más disfrutable.

Luego, estar lista y puesta para la cita, recibir a ese gentil caballero con una pecaminosa sonrisa que le haga volar su imaginación, darle un beso en la mejilla -casi en la oreja para alcanzar a acariciarle sutilmente con la lengua -. El lugar ya está previamente pactado, así que ansiosos por llegar conducimos el auto sabiendo que en nos espera una gran noche, que nos hará disfrutar hasta cansarnos, hasta rendirnos exhaustos.

Después, al llegar, por supuesto, algo de tomar. Algo que comience a encender las pasiones y entre sonrisas emocionadas el vibrar de los cuerpos nos llame a la acción, pero con calma,  tendremos toda la noche, así que seguimos disfrutando los tragos.

Transcurre una hora y después de una amena charla, luego de sentirnos acorde al ambiente del lugar en el que estamos y antes de que los tragos hagan efecto, ya es inminente el deseo de comenzar, así que tomas mi mano, la besas y respondes la sutil caricia de mi lengua en tu oreja tú correspondiéndola en el dorso de mi mano. Me tomas con una mano en la cintura y otra en la espalda, besas mi cuello y el efecto del perfume cumple su cometido, por ello a  un ritmo delicioso comenzamos a disfrutar la noche.

Perdemos la noción del tiempo, porque es verdaderamente excitante el ritmo de nuestros cuerpos que de momento se acercan pareciendo uno y después se separan sólo dejando nuestras manos entrelazadas. De momentos la distancia provoca que con roces deliberados, tu mano baje un poco por mi cadera, viéndonos de frente a los ojos, sin hablar pero comunicándonos que disfrutamos.

La noche continúa, nosotros ajenos al mundo, ajenos a la realidad externa, sólo en nuestro tiempo y espacio, sólo dejando que los cuerpos disfruten. Me encanta porque la fuerza de tus brazos, tus manos marcan el ritmo guiando mi cintura, mis caderas y todo mi cuerpo. El tiempo pasa lento disfrutando, sintiendo eterna la historia de ese lugar que nuestras mentes traducen en deliciosos movimientos.

Es momento de hacer una pausa, aunque esto resulte un placer, uno se cansa, la condición física no es la misma de otros años, ahora los años y los kilos pesan, entonces aprovechamos pequeñas pausas para tomar aire, recuperar el aliento y seguir brindando con un trago más, que lo mismo da saborearlo del vaso, de la copa o de tus labios.

Extasiados, en medio de esas miradas cómplices,  de esas sonrisas plenas, el deseo de continuar nos regresa a la acción. Nuevamente nuestros cuerpos vuelven a comunicarse con movimientos sincronizados, sutiles y tácitos, con cambios de ritmo para potenciar las sensaciones.  Sabes que lo disfruto, sabes que mi estrés cotidiano lo requiere para relajarse y olvidarse del mundo, que estar ahí me transforma.

…en verdad no sé dónde o cómo es que descubrí mi gusto y pasión por bailar, me encanta la salsa, se me hace un ritmo divertido y sensual, reitero, no soy experta en baile, pero sí creo que es de los placeres que obedecen el instinto. Lo disfruto muchísimo, es un delicioso cansancio que descansa, lo he comprobado en esas largas noches en las que retamos el cansancio para disfrutar una noche completa de ritmos guapachosos.

¿¿¿Bailamos???

Qué deliciosa forma de hacer el amor

hacerelamor

Había sido una cita compleja, entre tus ocupaciones y las mías parecía que sería imposible robarle un tiempo a la realidad, es más, llegué a sentir que tú estabas haciendo todo lo posible para huir de mí… Y no sabes cuánto deseaba sentirte, consentirte, deseaba tanto cerrar los ojos al mundo y sentirte mío por unas horas.

Finalmente, en medio del caos citadino concretamos el encuentro. Siempre busco verme especialmente bien para ti. Durante todo el día no me había maquillado pensando en arreglarme exclusivamente para nuestro encuentro. Como en otras ocasiones me importa qué ponerme, lucir sensual y provocativa para ti, jamás artificial, sólo yo con un toque de fantasía que dé el contexto para disfrutarnos.

Llegamos al lugar de siempre, con mucho calor!!! Sinceramente te seguía sintiendo ajeno a la escena, ajeno al motivo del encuentro. Mis ya tradicionales fantasmas me torturaban tratando de leer tu mente, tratando de saber qué porcentaje de ti estaba conmigo y qué porcentaje en tu complejo mundo, pero también con esa dosis de realidad de quién eres, quién soy y qué somos -nada-.

Charlamos un poco, tomamos algo para refrescarnos, y como de costumbre platicamos, ahora teniendo como tema ese nuevo proyecto en mi vida que tan emocionada me tiene. Así entre la charla y con la prisa que normalmente me genera saber que le robamos tiempo a la realidad (a veces con las horas contadas), con un ansia descarada de mi parte comencé a acariciar tu cabeza, besarte en los labios, recorrer tu cara hacia tu cuello y así poco a poco seguí avanzando por tu piel con la deliberada convicción de despertar el deseo que sé nos hacía estar ahí.

Wow, qué rico es devorar de a poco tus labios, lamer tu oreja y jugar en tu cuello, imaginando que esas sensaciones recorran tu cuerpo, enciendan tu piel. Así comenzó a sobrar la ropa y no sabes cuán emocionante me sigue pareciendo el momento desabrochar tu pantalón, de jugar en tu abdomen y cintura con mi lengua buscando cómo llegar a ti, cómo hacerte explotar de placer.

En fin, qué rico sexo tuvimos, pero lo que quería escribir es qué tan delicioso hicimos el amor, solo que –al estar escribiendo este texto desde mi celular- aún conservo tu olor en mi piel, mi cuerpo aún sigue ardiendo en deseo por ti, me distraigo en lo que quiero narrar…

Así, medianamente exhaustos sobre la cama, tomando un respiro de la actividad física pude sentirte tan cerca, pude disfrutar tanto esa apasionada conversación. Ajá, apasionada conversación, me hacías temblar al pensar mis respuestas, sentía ganas de llorar para defender mis argumentos…

Todo inició como un divertido reto, un reto en el que a través de una entrevista querías saber quién es Azul y por supuesto, muy segura de quién soy, me dispuse a escuchar tus cuestionamientos. Como casi siempre me sucede contigo, no supe bien a bien cuál era la intención o si mis respuestas fueron las correctas. Pero sin duda así recostados y a medio vestir, tu entrevista me llevó a disfrutarnos tanto…

¿Qué pretendías? Dar la misma lección que yo?! Es decir, llevarme a una introspección profunda para saberme ser humano, saberme mujer, así sin más adjetivos?!?

Qué pretendías?!? Escuchar de mis labios mis desaciertos, que reafirmen tu teoría de mi locura no contagiosa, saberte protagonista de esta fantasía?!?

No sé… lo que sé es que en esa cama, viéndome en tus ojos y conteniendo las lágrimas me pareció que hicimos el amor tan delicioso a través de esa conversación…

Delicioso, porque era yo!!! Sólo yo, total y absolutamente desnuda, con el alma desnuda sobre las sábanas (como siempre he estado para ti). Porque eras tú, esa complejidad humana que seguiré apostando que tiene todo bajo control, que seguiré apostando a que juega con mi mente.

Eso sí fue hacer el amor, el amor más simple y honesto, ese amor que utiliza los labios y la lengua para expresarse con franqueza; el amor que utiliza el cuerpo, que usa cada centímetro de la piel para saberse vivo, para saberse humano… ese amor que presta todos los sentidos para entender las respuestas.

El mundo debería considerar esta manera de hacer el amor, alternar noches intensas de sexo apasionado con cuerpos desnudos, con noches de charlas profundas de almas desnudas en las que resulta absolutamente delicioso hacer el amor.

Insomnio

insomnio

Hay días muy extenuantes, entre el caos chilango, el caos laboral y el caos de mi propia vida, llego a casa exhausta, ansiosa  de un baño tibio, que haga que al caer el agua sobre mi cabeza depure mis pensamientos, limpie de mi mente de todo aquello que no deba guardar, que mi mente se quede libre de sensaciones paranoicas o de escenas del día que en la realidad se quedaron inconclusas… pero, hasta ahora, no lo he conseguido.

Entonces con ese poco tiempo que queda entre que llego a casa, medio ceno algo ligero, medio ordeno la agenda mental del día siguiente, mientras intento cifrar en palabras para mis redes sociales todo mi desorden mental, llega la hora de ir a la cama. Una camiseta, shorts y la ventana abierta, quizá circule un poco de aire que ventile mis pensamientos.

Sobre la cama, a veces cubierta sólo con la sábana, juego con el celular un rato, quizá rumiando mensajes del pasado tratando de revivirlos como si fueran actuales  -como si hubieran sido reales-; leo frases de los perfiles que sigo; escribo frases cortas en mi bloc de notas del celular, esas notas que sé que después con más calma podrían convertirse en relatos; así, recorro mi día tratando de visualizar un mejor pronóstico para el día siguiente.

Si el corazón se encuentra aún muy excitado, escribo para tranquilizarlo, abro mi carpeta “Momento Azul” en la aplicación de mi teléfono y comienzo a escribir sin un objetivo claro, sólo el de desahogar los pensamientos. A veces termino haciendo una reseña de recuerdos y a veces inventando una historia que por lo regular tiene como punto de partida una situación real y juego con mi imaginación para convertirla en lo que habría querido que fuera.

Quizá pase de media noche y cuando me dé cuenta que le quedan cinco horas a mi noche antes de que comience mi jornada del día siguiente, cierro todo y me dispongo a dormir. Bueno, cierro el documento que inicié, cierro la aplicación, cierro mi celular, cierro los ojos… pero ¿cómo cierro las carpetas abiertas en mi mente? Lo intento, evoco desde mi imaginación momentos de paz, sensaciones de tranquilidad y así comienzo a conciliar el sueño.

Pasan un par de horas cuando mucho, y algo en mi mente lucha por traerte a mis sueños, por hacerte parte de mi noche, supongo que la lucha consciente contra la inconsciente es tan intensa que termino despertando, volteando a ver el reloj, para darme cuenta que no hacía tanto que había decidido dormir.

Entonces en ese momento la lucha es consciente, es una dualidad entre querer encontrarte en mis sueños y que mi mente te haga estar presente  en mi insomnio. Entonces en ese despertar sin descanso te pienso, te me antojas aquí conmigo, en mi cama… Y con ese pensamiento se desencadenan una serie de antojos de medianoche…

Pienso: si estuvieras aquí lamería de a poco tu nuca hacia tu oreja, mordiéndola suavemente, acariciaría tu espalda con las yemas de mis dedos, te diría “cositas” al oído, despacio con voz muy muy baja, que no entiendas qué digo, sólo imagines… que sientas cómo se acelera mi respiración y mi voz se entrecorta…

Sólo pienso, y en ese pensar, las posibilidades de volver a conciliar el sueño pronto, se alejan, porque el vacío de sólo pensar  -no tenerte aquí conmigo- me hace evocar otras realidades, otros escenarios, según yo más manejables. Pienso en el trabajo, en la gente, en el mundo, en el día a día y aún no termino de organizar los archivos mentales del día recién terminado, cuando ya estoy pensando en qué pasará en una cuantas horas cuando me encuentre con situación equis del trabajo.

El insomnio es esa puerta a mis pasiones y mis demonios, es la entrada al infierno de una realidad inconsciente que me hace vivir esos sueños que sufres sintiéndolos reales; es decir, sin estar profundamente dormida ni conscientemente despierta, hay una escena que se sobrepone en mis pensamientos, entonces de acuerdo a los demonios que se apoderen de ella, imagino que la resuelvo o me quedo con la sensación de que se complica.

Ese infierno es un mundo intranquilo, de pensamientos confrontados, es un arder de pasiones de una realidad inexistente pero que me abruma como si lo fuera una realidad real, es un escenario en el que sin sentido convive un pasado y un futuro que no resuelven el presente, ni el real ni el de la mente que me atormenta sin sueño.

La desesperación, el desasosiego de pensamientos en cadena que carecen de razón de ser, que buscan unos brazos que den un poco de paz, que buscan un pecho tibio donde acomodar la cabeza y en ella los pensamientos, me hacen tomar el teléfono, buscar tu número y escribir, escribir y borrar, escribir y borrar una y otra vez…

Finalmente, cuando logro dominar los demonios -o dejarme dominar por ellos si no tengo fuerza para luchar- intento nuevamente conciliar el sueño, en un suspiro profundo recorro mi cuerpo tratando de construir un instante que me dé un poco de paz, intentando que en ese respiro mi mente se apague, mi alma se sosiegue, mi corazón se concrete a cumplir con sus funciones vitales para que mi cuerpo se disponga a descansar.

Seguir leyendo «Insomnio»

Una vida de instantes.(Un problema semántico)

instantes

Entonces, un día dije “TE AMO”, como si eso fuera a hacer que tu corazón o tu alma se abrieran mágicamente para recibir todo lo que estaba dispuesta a dar. Esa frase que supuse poderosa, que sabía honesta, que creía clave para que creyeras todo lo que estaba dispuesta por ti. Pero no, pareciera que ese “TE AMO” -así en altas- significaba tengo un arma y estoy dispuesta a hacerte daño con ella si no accedes a lo que yo diga.

¿Por qué? ¿Por qué un TE AMO espanta? ¿Por qué un te amo simple no alcanza para vislumbrar una historia? Sí, no hablo de una historia feliz de princesa de cuentos, de ésas que de sobra la vida real nos ha demostrado que no existen. Hablo de una historia, de ésas de aventura, de ésas que bocetan un sinfín de escenas que van desde las cotidianas conversaciones sobre el día laboral, hasta ésas en las que se puede hacer el amor tan intensamente como si en esa noche se fuera acabar el mundo.

¿Qué era mi TE AMO? -que despreciaste, por cierto- Era desnudar mi alma ante ti, era abrirte de par en par la puerta para entrar en mi mundo, para que conmigo, conocieras mi cielo y mi infierno, era mostrarme tal cual soy, y que de lo que soy, utilizaras lo que sirviera para contribuir a tu felicidad. Abrir una ventana a través de mis ojos para que vieras mis historias del pasado, las felices y las no tan felices, todas las que en ese momento me hacían ser La Mujer dispuesta a todo por ti.

Y,  ¿sabes? soy un mujerón! Créeme!! Hace unos días leí esta frase: “Me gusta la mujer que es inteligente, porque si es inteligente sabe ser perversa, si es perversa escribe bonito y si escribe bonito, por lo general sabe querer y coger.” Mi primera reacción fue reír, luego, pensar en ti.

Sin duda soy inteligente, mis logros personales y profesionales podrían demostrarlo y si no te convenciera con eso, con que yo lo crea me basta y sobra. Y sí, la inteligencia tiene un grado de perversión, según la Real Academia de la Lengua Española (RAE), perversión es perturbar el orden o estado de las cosas. Si supieras cuántas veces mi imaginación y mis textos han perturbado el orden de mi vida (teniéndote a ti como protagonista).

¿Escribir bonito? Eso es subjetivo, pero sí, escribir es mi manera de cifrar la realidad…

Te garantizo que sé querer, las lágrimas, las risas, la pasión, todo lo que me hace ser Azul lo demuestran… tan sé querer, que a quien no sabe querer como yo, lo asusto fácilmente.

¿Coger? Complejo, aquí la Academia de la Lengua da 32 acepciones… quizá aquí tuvimos el problema semántico; es decir, suponiendo que sí soy inteligente, medianamente perversa e intento escribir bonito, quizá el problema es que sentiste miedo porque el término coger que aplicaba en tu diccionario mental, correspondía a la acepción número 25 de RAE: “Contraer una enfermedad o empezar a padecer cierto estado físico o anímico” o a la 19 o 20 “Dicho de un toro: Herir o enganchar a alguien con los cuernos;  Dicho de un vehículo: Atropellar a alguien.”

Ahí estuvo el problema… Pero si hubieras entendido que una mujer inteligente sabe coger, entendiendo que coger es hacer el amor delicioso quizá hubieras aceptado mi “TE AMO”. Una mujer inteligente es inmensamente apasionada, porque sabe que la vida se construye con instantes, por eso el instante en el que toca el cielo a través del placer que produce el sexo, le hace potenciar aún más su pasión, queriendo construir una noche de instantes, una vida de instantes…

La Escritora

Escritora

Estudié periodismo… desde pequeña siempre encontré una gran afición por querer saber más, por querer entender más y las preguntas siempre fueron mi camino, no a las respuestas, sino a más preguntas y eso hacía inagotable mi incipiente instinto periodístico.

Puedo recordar de una manera muy clara mis inicios de periodista, de Escritora… sí, en verdad era algo que imaginaba, podría verme en un escritorio con una lámpara, decenas de hojas desordenadas sobre el escritorio y, por supuesto, una romántica máquina de escribir mecánica.

Recuerdo esas tardes en casa de mi abuela comiendo fruta, sentada en el suelo a los pies de su cama, observando un mundo de historias en cada espacio de su casa. Un tocador repleto de cremas y cosméticos que ansiaba se acabaran pronto para que me regalara los envases vacíos, lo mismo que aquellas coloridas sombras vacías, ya sin maquillaje, para jugar a ser grande, para verme en el espejo de ese tocador e imaginar que me maquillaba.

Había un cuarto pequeño conocido por todos los nietos como “el cuartito” ahí había un sinfín de misterios, de ésos que a los niños nos encantan, de ésos que hacen imaginar historias: ¿qué habría dentro de esa caja? ¿Por qué había cosas tapadas con cortinas viejas? Ahí había unas maletas, mi abuela siempre se refería a ellas como “baúles” y esa palabra me parecía graciosa.  Eran dos, una azul y otra verde, muchas cobijas dobladas y tapadas con cortinas, una cama individual desde donde se veía el jardín.

En la habitación principal había un ropero viejo, en el interior un mundo de fantasía: ropa, álbumes fotográficos, joyas, historias que era inevitable que ella me compartiera con lágrimas. Estaban los primeros recibos de pago de mi abuelo, unos dólares, los primeros que él le había mandado cuando se fue de brasero a Estados Unidos.

En una de las puertas, por dentro del ropero, lo mejor: fotos y cartas pegadas ahí, de nosotros: sus hijos y nietos y, sin temor a equivocarme, entre más de una veintena de nietos siempre fui la consentida. Ahí, en ese escaparate de cosas importantes, estaban mis cartas, mis rupestres dibujos, ahí mis primeros escritos -se me acelera el corazón y se me llena de melancolía sólo de recordarlo-.

En ese espacio – que ya no existe como lo tengo guardado en mi memoria- empezó mi vida de Escritora, sí, sé que suena muy pretencioso decirlo, pero en verdad así me sentía, incluso ahora pienso, si ella no hubiera atendido mis cuestionamientos, si ella no hubiera estado atenta a mis escritos, quizá hoy seguiría llorando como la única manera de descifrar mis pensamientos.

Así preguntando y escribiendo historias, a veces las mismas una y otra vez, comenzó mi pasión por la escritura, en ese momento no entendía por qué -creo que ahora tampoco- pero la escritura me parece esa puerta a través de la cual los pensamientos, los recuerdos y los anhelos tienen sentido.

Así mis primeras entrevistas eran tan profundas como preguntarle cuál era la marca de su champú, hasta que me narrara una y otra vez cómo la robó mi abuelo a los 16 años.

Tenía un cuaderno scribe, con un diseño que sólo mis contemporáneos reconocerían, un cuaderno blanco forma italiana con grapa al centro. Escribía con lápiz, no borraba, tachaba y volvía a escribir hasta que sintiera que mis palabras podían decir lo que estaba en mi corazón.

Entonces,  luego de la sesión de preguntas y respuestas a redactar la entrevista. En ese tiempo era un sueño ser periodista, imaginaba escribir y escribir, imaginaba que alguien supiera de mi existencia o de las historias de otras personas a través de mi escritura. Ese sueño me hacía poder recrear en mi texto el lugar donde nació y vivió mi abuela, sin jamás en la vida haber visitado, ese lugar (provincia) podía imaginarlo muy claramente: las huertas de manzanas, las calles, la panadería todo lo que ella me narraba.

Mi entrevista se quedaba en borrador, nunca la acababa en un mismo día, y no porque no pudiera, sino porque necesitaba rumiar la historia, saborearla, entenderla, filtrarla a través de mi corazón para que después tuviera sentido.

Así, luego de la entrevista nos íbamos a la cocina, seguramente mi abue quería descansar un poco de mí, siempre me decía que hablaba como “tarabilla” no entendía si era un cumplido, pero el hecho era que yo ya tenía en mi cuaderno lo que requería, por lo tanto merecía esa placentera visita a la cocina.

Una estufa blanca pequeña, una alacena antigua, una mesa de madera, debajo de ella muchos trastes apilados. El olor de té de canela y de  una tortilla tostada sobre el comal representan un recuerdo sensorial que mi memoria -y mi corazón- jamás olvidarán. Ella preparaba la merienda y yo disfrutaba esos aromas.

Mi mente seguía pensando lo que quería procesar en palabras, qué, cómo explicarlo, no entendía (conscientemente) la gramática, la sintaxis, pero sabía que mi texto tenía que tener sentido. Hoy sé que sí lo sabía, no sabía que ésos eran sus nombres pero sabía que eso debía tener mi texto.

Mi casa, la de mis papás, era contigua a la de mi abuela, y para que la aventura fuera completa, había una puerta que comunicaba ambas casas. Luego de varias horas de trabajo periodístico, que mi mamá llamaba despectivamente “estar de chismosa”, llegaba un momento de la tarde donde desde el patio de mi casa se escuchaba: “Aaaaaazul, te-llama-mi-mamá!”, ésa era la señal de alerta de alguno de mis hermanos previniéndome que tenía segundos para estar en casa antes de que el grito se convirtiera en un enérgico y seco: “Azul!”, de voz de mi madre…

Entonces, regresaba a casa con mi cuaderno, con una gran sonrisa que me hacía sentir La Escritora, que me hacía sentir la ansiedad porque fuera de noche, durmiera, me levantara, fuera al colegio, regresara, hiciera la tarea y huyera a continuar con mi trabajo periodístico…

Hoy, la historia es igual, no tengo un cuaderno scribe como aquél, mi celular y las aplicaciones que le he instalado son mis refugios para escribir, aquella casa de mi abuela cambió, ella sigue y cuando el corazón se apachurra, cuando las palabras no fluyen regreso a buscar ese olor a té de canela a tortilla tostada, a abrir el refri sólo como costumbre.

Así, mi pasión es escribir, jugar  a La Escritora que lo mismo le da escribir poesía, que relatar sus aventuras y desastres, porque al principio al final el único mundo que me pertenece es éste: el que escribo, el de La Escritora.

¿Qué es el deseo?

deseo

Habíamos intentado un romance, de ésos que quieres creer que puede ser posibles aunque todo indica que no, que sólo se trata de dos soledades buscando un poco de paz.

Por diferentes razones nuestro trato debía seguir, un día, después de desayunar al despedirnos me abrazaste de una manera muy especial, sí, algo pasó en ese abrazo, algo que al sentir tu respiración en mi cuello, tu cuerpo rozar el mío, provocó un sinnúmero de sensaciones físicas que sin duda definiría como deseo.

En ese momento mi mente se bloqueó, creo que el abrazo duró varios minutos, sólo podía sentir tu respiración, respirar tu olor, sentir tu cuerpo vibrar y que esa vibración rebotara en mi pecho. Quise voltear, buscar tu cabeza, acercarme a tus labios, sentirlos, cerrar los ojos y perdernos en un beso que nos llevara a perdernos en el placer de nuestros cuerpos.

Pero no, no “era lo correcto”, abrí los ojos, respiré profundo, y con una despedida apresurada huí de ti y de esos pensamientos.

Pasaron algunos días y en una abierta confesión a través de una llamada telefónica me dijiste: “Estuve a punto de besarte…” a lo que yo respondí: “Yo estuve a punto de lamer tu cuello y besar tu oreja”. Qué delicioso recordar esa sensación de deseo que provocaba esa conversación, ubicados en una Realidad Azul, en una realidad en la que el momento es lo único que tiene sentido, lo único que perdura…

Así, la conversación fue encendiendo uno a uno los interruptores mentales del deseo, de la pasión, de la posibilidad de sentir y disfrutar, de saberse deseada en un contexto más simple que el del amor, y no porque el amor no importe, sino porque a veces el amor es mucho, muchísimo más complejo y eso evitaría que ese sentimiento de deseo sea absolutamente placentero.

Escucharte decir: “Desearía que estuvieras aquí, te besaría, te abrazaría, te acariciaría, te lamería, te mordería”. Wow, todo lo que provocabas a través de esas frases, porque además, no sólo era el deseo de imaginarlo, era el deseo por revivirlo. En ese intento de romance, habíamos hecho el amor tan rico que por supuesto que había extraordinarios recuerdos para saber a qué referías.

Ese día entendí que la única manera de tenerte era tener tu cuerpo, no tu corazón, mucho menos tu alma. Entonces me reconocí mujer libre, entonces supe que el “no es lo correcto” de días antes no tenía sentido, no sé si por resignación o por conciencia, pero El Deseo tuvo un sentido diferente en mi vida, tuvo un lugar en mi vocabulario y al día de hoy es una posibilidad de sobrevivencia.

Aunque en esa conversación yo trataba de incluir el te quiero en el contexto del cariño, con el te quiero en el sentido del deseo, fuiste claro! Era el cuerpo de un hombre deseando el cuerpo de una mujer, sólo eso. Insistí queriendo negociar: “Te quiero desde el deseo de querer hacer el amor delicioso, hasta el te quiero desde el deseo de procurar tu paz”, pero no pude convencerte.

Y diciéndome: “Ven, hazme el amor, bésame hasta que me duerma” fue todo claro. El deseo es la forma más tangible de darle sentido a una relación cuando el amor no alcanza, cuando los encantos no alcanzan para la conquista. Así, ese día en una negociación clara y puntual renuncié (no sé si voluntariamente) a la conquista, renuncié al amor contigo.

Ese día aprendí que no se puede des-amar por voluntad, pero quizá sí se puede hacer el amor como si nos amáramos.

Soy un peligro…

Azul001

Enamorarse de una mujer como yo es una aventura que todo hombre debiera atreverse a vivir, no es fácil por eso digo “atreverse”. La manera en la que vivo, sin duda lleva implícita una gran intensidad, hago un recuento mental de mis éxitos y fracasos y en ambos casos encuentro como común denominador, la intensidad, la pasión, la entrega…

Hay momentos donde te pienso, te imagino y cuando te tengo de la forma más clara y consciente en mi cabeza, me pregunto: ¿qué puedo hacer para robarte de tu mundo? ¿qué puedo hacer para que entres al mío? y una voz desde mi conciencia me dice: ¿su mundo, cuál mundo? él vive en una pequeña esfera de cristal, en donde la pasión tiene una definición que dista mucho de la tuya… Sí, triste pero sí, tu mundo no es más que una esfera de cristal, en la que todo tiene un proceso correcto, un orden adecuado y  en la que te resguardas para no vivir, sólo para sobrevivir alejado de los peligros.

Sí, sólo sobrevivir, porque vivir es más que no morir… Vivir es ese mundo de sensaciones que desde lo más simple hasta lo más cotidiano le dan sentido al día a día. Entonces pienso: haces bien sobreviviendo, manteniéndote a salvo de mí.

De verdad haces bien, tú en mi vida correrías muchos peligros. Imagina qué peligroso debe ser por las mañanas despertarte con un beso tibio que apenas roce tus labios, juguetear entre las sábanas para que sigamos soñando que nuestra piel es un paisaje mágico que nos hace reescribir nuevas fantasías.

Imagina qué peligroso sería después de esa deliciosa mañana, bañarnos juntos, sin tener que hablar, sólo que nuestras miradas y sonrisas se comuniquen mientras el agua cae, expresando lo delicioso que es despertar juntos. Así, jugar con el agua y la sensación del jabón sobre nuestros cuerpos, las yemas de mis dedos recorrer tu espalda, con caricias sutiles sólo como un masaje que te prepare para  un gran día.

Cuánto riesgo debe representar darnos un beso de despedida por la mañana, para que con la energía positiva de El Amor vayamos a cumplir con nuestros deberes, para que esa energía, esa magia  en medio de los sinsabores y sinsentidos del día, sea suficiente para  cerrar los ojos y evocar el sabor de tu piel y sonreír, sea suficiente para que en un respiro profundo la mente me lleve a ese mundo de sensaciones que anhelo sentir nuevamente.

Así transcurriría el día, con perversos mensajes de: “ten un lindo día, que todo salga bien hoy”, “te extraño” “te mando un beso que inicie en tus labios y recorra todo tu cuerpo” “me acabo de echar un mega round con mi jefe – $”$”&$#/%)(%( – ya quiero verte”. Sí, indudablemente sí es peligroso. Porque además, se me podría ocurrir mandarte alguna foto de mi sonrisa evocando tus labios, una foto de mis labios o mi lengua fantaseando con tu cuello. Riesgos innecesarios para ti y tu mundo.

Resguárdate de mí, soy un peligro! Llegaría a casa, buscaría qué prepararte para cenar, pensaría en cómo habría estado tu día y quizá sólo prepararía una botana y una botella de vino para platicar por algunas horas de los simple y lo complejo de nuestros días laborales. Al llegar, te abrazaría tan rico, de esos abrazos que duran varios minutos, de esos abrazos que parecen detener el tiempo, de ésos en los que sientes que puedes dejar caer el peso de los pensamientos para liberar la mente sin hablar.

Cuánto peligro correrías a mi lado. Hablaríamos, bueno hablaría, sé que tu mundo (tu esfera) no requiere de muchas explicaciones, sin duda porque eso también es un riesgo. El hermetismo siempre te mantendrá seguro, disminuye los riesgos de vulnerabilidad ante seres perversos como yo. Hablaría con la intensidad que me caracteriza, como si al platicarte nuevamente viviera la escena que me hizo enojar durante el día.

Alternando un trago de vino con tus besos, pasaría los malos sabores del recuento de mi día,  a pequeños sorbos compartiría un poco de vino en tus labios. No te preocupes, sin intenciones perversas de seducirte, sólo de disfrutarte, sólo le relajarnos. Así, luego de un largo monólogo de mi parte, sería evidente tu cansancio, desearías que fuéramos a la cama. Así lo hacemos.

Nos empijamamos y dentro de las sábanas, te abrazo, llevando tu cabeza a mi pecho, acariciando tu cabello, escuchando los pocos sinsentidos que tu compleja vida te permiten compartirme, acaricio tu cara, apenas puedes sentir el roce de mis dedos y así nos vence el sueño y es delicioso velar tu sueño y con un beso en la frente, procurar tu paz… cuánto peligro!