Todo un placer

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Sé que esto puede resultar muy controversial porque para esto no hay técnicas únicas o maneras correctas de hacerlo, son ene mil variables las que pueden influir, dependerá sin lugar a dudas de la confianza y comunicación que haya en la pareja, afortunadamente he estado con hombres que me han enseñado con paciencia y mucha pasión, lo que me ha permitido hacer de esto todo un placer.

Bueno, tampoco quiero generar una falsa expectativa ni pretendo presumir, porque que no soy profesional en la materia pero que sin duda es algo que disfruto muchísimo. No recuerdo con precisión cómo descubrí esto, ni a qué edad, pero indudablemente me encanta y, como en casi todos los capítulos de nuestras historias, habrá parejas con quienes lo podamos disfrutar más, quienes nos lleven a reinventarlo a hacer lo inesperado, y con cada uno se aprende algo que sin duda se puede aplicar con el siguiente.

También aclaro, no se entienda este texto como una receta  o procedimiento a seguir, es sólo que hoy camino a casa en medio del tráfico de esta ciudad,  el play list aleatorio de mi teléfono seleccionó una canción que me llevó a querer compartir ustedes mis lectores de una forma un tanto didáctica la manera en que disfruto yo:

Primero, es importante el atuendo.  La escena necesitará un atuendo especial,  no un disfraz, solo algo que connote que me esmero para disfrutar la ocasión, que se vea el detalle de la sensualidad femenina. Es una cuestión de actitud que se verá reflejada en el físico: un rico baño tibio, una crema con aroma suave para todo el cuerpo, un sexy vestido negro corto, un poco más arriba de media pierna, tacones altos, un maquillaje discreto porque si no más tarde, al sudar deslucirá horriblemente  y, por supuesto, un toque de perfume… nada más provocativo para un hombre que un olor delicioso para hacer que este encuentro sea aún más disfrutable.

Luego, estar lista y puesta para la cita, recibir a ese gentil caballero con una pecaminosa sonrisa que le haga volar su imaginación, darle un beso en la mejilla -casi en la oreja para alcanzar a acariciarle sutilmente con la lengua -. El lugar ya está previamente pactado, así que ansiosos por llegar conducimos el auto sabiendo que en nos espera una gran noche, que nos hará disfrutar hasta cansarnos, hasta rendirnos exhaustos.

Después, al llegar, por supuesto, algo de tomar. Algo que comience a encender las pasiones y entre sonrisas emocionadas el vibrar de los cuerpos nos llame a la acción, pero con calma,  tendremos toda la noche, así que seguimos disfrutando los tragos.

Transcurre una hora y después de una amena charla, luego de sentirnos acorde al ambiente del lugar en el que estamos y antes de que los tragos hagan efecto, ya es inminente el deseo de comenzar, así que tomas mi mano, la besas y respondes la sutil caricia de mi lengua en tu oreja tú correspondiéndola en el dorso de mi mano. Me tomas con una mano en la cintura y otra en la espalda, besas mi cuello y el efecto del perfume cumple su cometido, por ello a  un ritmo delicioso comenzamos a disfrutar la noche.

Perdemos la noción del tiempo, porque es verdaderamente excitante el ritmo de nuestros cuerpos que de momento se acercan pareciendo uno y después se separan sólo dejando nuestras manos entrelazadas. De momentos la distancia provoca que con roces deliberados, tu mano baje un poco por mi cadera, viéndonos de frente a los ojos, sin hablar pero comunicándonos que disfrutamos.

La noche continúa, nosotros ajenos al mundo, ajenos a la realidad externa, sólo en nuestro tiempo y espacio, sólo dejando que los cuerpos disfruten. Me encanta porque la fuerza de tus brazos, tus manos marcan el ritmo guiando mi cintura, mis caderas y todo mi cuerpo. El tiempo pasa lento disfrutando, sintiendo eterna la historia de ese lugar que nuestras mentes traducen en deliciosos movimientos.

Es momento de hacer una pausa, aunque esto resulte un placer, uno se cansa, la condición física no es la misma de otros años, ahora los años y los kilos pesan, entonces aprovechamos pequeñas pausas para tomar aire, recuperar el aliento y seguir brindando con un trago más, que lo mismo da saborearlo del vaso, de la copa o de tus labios.

Extasiados, en medio de esas miradas cómplices,  de esas sonrisas plenas, el deseo de continuar nos regresa a la acción. Nuevamente nuestros cuerpos vuelven a comunicarse con movimientos sincronizados, sutiles y tácitos, con cambios de ritmo para potenciar las sensaciones.  Sabes que lo disfruto, sabes que mi estrés cotidiano lo requiere para relajarse y olvidarse del mundo, que estar ahí me transforma.

…en verdad no sé dónde o cómo es que descubrí mi gusto y pasión por bailar, me encanta la salsa, se me hace un ritmo divertido y sensual, reitero, no soy experta en baile, pero sí creo que es de los placeres que obedecen el instinto. Lo disfruto muchísimo, es un delicioso cansancio que descansa, lo he comprobado en esas largas noches en las que retamos el cansancio para disfrutar una noche completa de ritmos guapachosos.

¿¿¿Bailamos???

Qué deliciosa forma de hacer el amor

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Había sido una cita compleja, entre tus ocupaciones y las mías parecía que sería imposible robarle un tiempo a la realidad, es más, llegué a sentir que tú estabas haciendo todo lo posible para huir de mí… Y no sabes cuánto deseaba sentirte, consentirte, deseaba tanto cerrar los ojos al mundo y sentirte mío por unas horas.

Finalmente, en medio del caos citadino concretamos el encuentro. Siempre busco verme especialmente bien para ti. Durante todo el día no me había maquillado pensando en arreglarme exclusivamente para nuestro encuentro. Como en otras ocasiones me importa qué ponerme, lucir sensual y provocativa para ti, jamás artificial, sólo yo con un toque de fantasía que dé el contexto para disfrutarnos.

Llegamos al lugar de siempre, con mucho calor!!! Sinceramente te seguía sintiendo ajeno a la escena, ajeno al motivo del encuentro. Mis ya tradicionales fantasmas me torturaban tratando de leer tu mente, tratando de saber qué porcentaje de ti estaba conmigo y qué porcentaje en tu complejo mundo, pero también con esa dosis de realidad de quién eres, quién soy y qué somos -nada-.

Charlamos un poco, tomamos algo para refrescarnos, y como de costumbre platicamos, ahora teniendo como tema ese nuevo proyecto en mi vida que tan emocionada me tiene. Así entre la charla y con la prisa que normalmente me genera saber que le robamos tiempo a la realidad (a veces con las horas contadas), con un ansia descarada de mi parte comencé a acariciar tu cabeza, besarte en los labios, recorrer tu cara hacia tu cuello y así poco a poco seguí avanzando por tu piel con la deliberada convicción de despertar el deseo que sé nos hacía estar ahí.

Wow, qué rico es devorar de a poco tus labios, lamer tu oreja y jugar en tu cuello, imaginando que esas sensaciones recorran tu cuerpo, enciendan tu piel. Así comenzó a sobrar la ropa y no sabes cuán emocionante me sigue pareciendo el momento desabrochar tu pantalón, de jugar en tu abdomen y cintura con mi lengua buscando cómo llegar a ti, cómo hacerte explotar de placer.

En fin, qué rico sexo tuvimos, pero lo que quería escribir es qué tan delicioso hicimos el amor, solo que –al estar escribiendo este texto desde mi celular- aún conservo tu olor en mi piel, mi cuerpo aún sigue ardiendo en deseo por ti, me distraigo en lo que quiero narrar…

Así, medianamente exhaustos sobre la cama, tomando un respiro de la actividad física pude sentirte tan cerca, pude disfrutar tanto esa apasionada conversación. Ajá, apasionada conversación, me hacías temblar al pensar mis respuestas, sentía ganas de llorar para defender mis argumentos…

Todo inició como un divertido reto, un reto en el que a través de una entrevista querías saber quién es Azul y por supuesto, muy segura de quién soy, me dispuse a escuchar tus cuestionamientos. Como casi siempre me sucede contigo, no supe bien a bien cuál era la intención o si mis respuestas fueron las correctas. Pero sin duda así recostados y a medio vestir, tu entrevista me llevó a disfrutarnos tanto…

¿Qué pretendías? Dar la misma lección que yo?! Es decir, llevarme a una introspección profunda para saberme ser humano, saberme mujer, así sin más adjetivos?!?

Qué pretendías?!? Escuchar de mis labios mis desaciertos, que reafirmen tu teoría de mi locura no contagiosa, saberte protagonista de esta fantasía?!?

No sé… lo que sé es que en esa cama, viéndome en tus ojos y conteniendo las lágrimas me pareció que hicimos el amor tan delicioso a través de esa conversación…

Delicioso, porque era yo!!! Sólo yo, total y absolutamente desnuda, con el alma desnuda sobre las sábanas (como siempre he estado para ti). Porque eras tú, esa complejidad humana que seguiré apostando que tiene todo bajo control, que seguiré apostando a que juega con mi mente.

Eso sí fue hacer el amor, el amor más simple y honesto, ese amor que utiliza los labios y la lengua para expresarse con franqueza; el amor que utiliza el cuerpo, que usa cada centímetro de la piel para saberse vivo, para saberse humano… ese amor que presta todos los sentidos para entender las respuestas.

El mundo debería considerar esta manera de hacer el amor, alternar noches intensas de sexo apasionado con cuerpos desnudos, con noches de charlas profundas de almas desnudas en las que resulta absolutamente delicioso hacer el amor.

La Escritora

Escritora

Estudié periodismo… desde pequeña siempre encontré una gran afición por querer saber más, por querer entender más y las preguntas siempre fueron mi camino, no a las respuestas, sino a más preguntas y eso hacía inagotable mi incipiente instinto periodístico.

Puedo recordar de una manera muy clara mis inicios de periodista, de Escritora… sí, en verdad era algo que imaginaba, podría verme en un escritorio con una lámpara, decenas de hojas desordenadas sobre el escritorio y, por supuesto, una romántica máquina de escribir mecánica.

Recuerdo esas tardes en casa de mi abuela comiendo fruta, sentada en el suelo a los pies de su cama, observando un mundo de historias en cada espacio de su casa. Un tocador repleto de cremas y cosméticos que ansiaba se acabaran pronto para que me regalara los envases vacíos, lo mismo que aquellas coloridas sombras vacías, ya sin maquillaje, para jugar a ser grande, para verme en el espejo de ese tocador e imaginar que me maquillaba.

Había un cuarto pequeño conocido por todos los nietos como “el cuartito” ahí había un sinfín de misterios, de ésos que a los niños nos encantan, de ésos que hacen imaginar historias: ¿qué habría dentro de esa caja? ¿Por qué había cosas tapadas con cortinas viejas? Ahí había unas maletas, mi abuela siempre se refería a ellas como “baúles” y esa palabra me parecía graciosa.  Eran dos, una azul y otra verde, muchas cobijas dobladas y tapadas con cortinas, una cama individual desde donde se veía el jardín.

En la habitación principal había un ropero viejo, en el interior un mundo de fantasía: ropa, álbumes fotográficos, joyas, historias que era inevitable que ella me compartiera con lágrimas. Estaban los primeros recibos de pago de mi abuelo, unos dólares, los primeros que él le había mandado cuando se fue de brasero a Estados Unidos.

En una de las puertas, por dentro del ropero, lo mejor: fotos y cartas pegadas ahí, de nosotros: sus hijos y nietos y, sin temor a equivocarme, entre más de una veintena de nietos siempre fui la consentida. Ahí, en ese escaparate de cosas importantes, estaban mis cartas, mis rupestres dibujos, ahí mis primeros escritos -se me acelera el corazón y se me llena de melancolía sólo de recordarlo-.

En ese espacio – que ya no existe como lo tengo guardado en mi memoria- empezó mi vida de Escritora, sí, sé que suena muy pretencioso decirlo, pero en verdad así me sentía, incluso ahora pienso, si ella no hubiera atendido mis cuestionamientos, si ella no hubiera estado atenta a mis escritos, quizá hoy seguiría llorando como la única manera de descifrar mis pensamientos.

Así preguntando y escribiendo historias, a veces las mismas una y otra vez, comenzó mi pasión por la escritura, en ese momento no entendía por qué -creo que ahora tampoco- pero la escritura me parece esa puerta a través de la cual los pensamientos, los recuerdos y los anhelos tienen sentido.

Así mis primeras entrevistas eran tan profundas como preguntarle cuál era la marca de su champú, hasta que me narrara una y otra vez cómo la robó mi abuelo a los 16 años.

Tenía un cuaderno scribe, con un diseño que sólo mis contemporáneos reconocerían, un cuaderno blanco forma italiana con grapa al centro. Escribía con lápiz, no borraba, tachaba y volvía a escribir hasta que sintiera que mis palabras podían decir lo que estaba en mi corazón.

Entonces,  luego de la sesión de preguntas y respuestas a redactar la entrevista. En ese tiempo era un sueño ser periodista, imaginaba escribir y escribir, imaginaba que alguien supiera de mi existencia o de las historias de otras personas a través de mi escritura. Ese sueño me hacía poder recrear en mi texto el lugar donde nació y vivió mi abuela, sin jamás en la vida haber visitado, ese lugar (provincia) podía imaginarlo muy claramente: las huertas de manzanas, las calles, la panadería todo lo que ella me narraba.

Mi entrevista se quedaba en borrador, nunca la acababa en un mismo día, y no porque no pudiera, sino porque necesitaba rumiar la historia, saborearla, entenderla, filtrarla a través de mi corazón para que después tuviera sentido.

Así, luego de la entrevista nos íbamos a la cocina, seguramente mi abue quería descansar un poco de mí, siempre me decía que hablaba como “tarabilla” no entendía si era un cumplido, pero el hecho era que yo ya tenía en mi cuaderno lo que requería, por lo tanto merecía esa placentera visita a la cocina.

Una estufa blanca pequeña, una alacena antigua, una mesa de madera, debajo de ella muchos trastes apilados. El olor de té de canela y de  una tortilla tostada sobre el comal representan un recuerdo sensorial que mi memoria -y mi corazón- jamás olvidarán. Ella preparaba la merienda y yo disfrutaba esos aromas.

Mi mente seguía pensando lo que quería procesar en palabras, qué, cómo explicarlo, no entendía (conscientemente) la gramática, la sintaxis, pero sabía que mi texto tenía que tener sentido. Hoy sé que sí lo sabía, no sabía que ésos eran sus nombres pero sabía que eso debía tener mi texto.

Mi casa, la de mis papás, era contigua a la de mi abuela, y para que la aventura fuera completa, había una puerta que comunicaba ambas casas. Luego de varias horas de trabajo periodístico, que mi mamá llamaba despectivamente “estar de chismosa”, llegaba un momento de la tarde donde desde el patio de mi casa se escuchaba: “Aaaaaazul, te-llama-mi-mamá!”, ésa era la señal de alerta de alguno de mis hermanos previniéndome que tenía segundos para estar en casa antes de que el grito se convirtiera en un enérgico y seco: “Azul!”, de voz de mi madre…

Entonces, regresaba a casa con mi cuaderno, con una gran sonrisa que me hacía sentir La Escritora, que me hacía sentir la ansiedad porque fuera de noche, durmiera, me levantara, fuera al colegio, regresara, hiciera la tarea y huyera a continuar con mi trabajo periodístico…

Hoy, la historia es igual, no tengo un cuaderno scribe como aquél, mi celular y las aplicaciones que le he instalado son mis refugios para escribir, aquella casa de mi abuela cambió, ella sigue y cuando el corazón se apachurra, cuando las palabras no fluyen regreso a buscar ese olor a té de canela a tortilla tostada, a abrir el refri sólo como costumbre.

Así, mi pasión es escribir, jugar  a La Escritora que lo mismo le da escribir poesía, que relatar sus aventuras y desastres, porque al principio al final el único mundo que me pertenece es éste: el que escribo, el de La Escritora.

Momento Azul

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Momento Azul es mi mundo, es ese espacio de fantasía donde el sinsentido tiene sentido. Es un espacio donde me reconozco falible y adaptable a las diferentes escenas que propone ante mí la realidad. Es el recuento de las aventuras, experiencias y desastres de mi vida, en donde he aprendido que la vida sólo tiene sentido si se devora en bocados pequeños, si se bebe a pequeños sorbos, si se vive de momentos.

“Nada es al 100”, eso siempre dice una amiga y qué razón tiene. Sí, nada es al 100; sí, no hay perfección femenina que llene cualquier vida, por eso aprendí a sobrevivir de momentos, de instantes, de placeres efímeros que dejen un buen sabor de boca que alcance en lo que llega otro buen momento.

Momento Azul es mi espacio en el que puedo reescribir la realidad para encontrarle sentido, es ese tiempo en el que puedo editar lo que sucede a través de las palabras para poder resaltar ese “algo”, ese momento que hace que valga la pena.

Mi realidad se construye de momentos: el momento en el que la casualidad le permita encontrar, encontrarte y que provoques el latir de mi corazón; ese momento en el que las nubes o la luna parecen comunicarme algo, algo que me diga que me extrañas y me deseas; ese momento de un beso robado alimente la esperanza de creer en el amor.

Y sí, sin esos momentos, sin esos pequeños instantes en los que la felicidad pasa como agua entre las manos, esos momentos que parece que la felicidad está dispuesta para uno a manos llenas se quede con ella, pero es imposible detenerla, es imposible atraparla…

Así mis pasiones y emociones se han guardado cifradas en palabras, en pequeñas historias, en momentos. Porque esa felicidad que se fue entre los dedos como agua, en el preciso momento que lo hacía provocó sensaciones, provocó emociones, provocó imágenes ahora almacenadas como recuerdos.

La felicidad es la suma de eso, de ese instante en que la frescura del agua pasaba entre los dedos, como la sensación del juego de mi lengua en el dorso de tu mano; el instante de la humedad que parecía traspasar mi piel, como la humedad de tus labios tatuaban el deseo en mi cuello; el momento de escuchar el suave sonido del agua correr, como el murmullo de mi voz en tu oído diciéndote: “te quiero”.

Y sí, pasa, la vida sigue… y así como no pude detener con mis puños la vasta corriente de agua que pasaba entre mis dedos, tampoco puedo detenerte en mi vida para que seas mi felicidad eterna, menos para pretender ser tu felicidad. Así como la dualidad de sentir el placer del agua entre mis manos a la par de la nostalgia de saber que pasa y no se queda, así la dolorosa dualidad de saberte mío por instantes y ajeno el resto de la vida.

Así, Momento Azul reconstruye la realidad de instantes, de sensaciones, de historias que, al igual que el agua, pasan, pasan pero no se borran, pasan pero perduran, pasan pero marcan…

Así, así vivo mi día entre la realidad y la fantasía, entre la esperanza del momento en que pueda robarte  del mundo y la fría realidad de la soledad que me hace creer que mis encantos harán que pronto llegue alguien que se dé cuenta que soy un Mujerón…