Hambre de amor

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Como cada encuentro es un tiempo de magia y pasión que buscamos hacer eterno, el instante en que el destino nos convoca con tiempo para disfrutar el ambiente se impregna de un aire cálido, del olor de tu piel, del sabor de tus besos. Así, como otras noches, era nuestro tiempo, ese que hacemos nuestro cerrando los ojos al mundo, ese que buscamos con ansia en medio de la absorbente cotidianeidad que de momento nos aleja tanto.

Un par de cervezas iban bien para la ocasión, el ambiente era caluroso y la noche apenas comenzaba a caer. Había tiempo para beber unos tragos mientras recostados sobre la cama conversábamos de esas trivialidades que avanzan con el día a día… Bebíamos con prisa sabiendo que el tiempo pasaba, disfrutando el sabor fresco de la cerveza pero queriendo sentir el arder de nuestros labios en aquel primer gran beso de la noche.

Yo vestía un ajustado pantalón de mezclilla y una blusa negra, atuendo que ayudaba a hacerte apetecible mi silueta. Me levanté de la cama, dejé mi bebida sobre el mueble, solté mi cabello y jugué con él frente al espejo donde tú te reflejabas a la distancia. Me quité los zapatos y me acerqué a la orilla de la cama en donde te encontrabas sentado. Me tomaste por la cintura llevando mi cuerpo hacia ti, me observabas con deseo, con hambre de amor, tu mirada me desnudaba y tu imaginación recorría milimétricamente mi piel.

Me tomaste con fuerza, recorriste mi espalda, mis caderas. Me incliné para besarte. Tus manos ansiosas se abrían paso entre mi blusa, primero disfrutando la seductora sensación del recorrido sobre la tela, avanzando sobre una textura delicada que semejaba la tersura de mi piel, recorrías mi vientre y avanzabas hacia mi pecho, con una mezcla de sigilo y descaro por apropiarte de mi piel, de cada una de las sensaciones que despertabas en el recorrido.

En un instante hiciste desaparecer mi blusa y todo lo que obstaculizara tu camino. Observaste mi pecho desnudo, te separaste un poco de mi cuerpo, veías mi espalda reflejada en el espejo y frente a ti mi piel ardiendo en deseo, mi corazón excitado palpitando y diciéndote en cada latir “te quiero…”

Había silencio en la habitación, la conversación que hacía apenas unos minutos compartíamos en la cama, había enmudecido, nuestras miradas hablaban, nuestros besos gritaban, las caricias dictaban las indicaciones precisas para saciar nuestra hambre de amor. Un sutil recorrido de tu lengua sobre mi piel era el atinado trazo que guiaba el placer, devorabas con hambre y deseo mi cuerpo…

En un movimiento te recosté sobre la cama, así, encima de ti, mientras acariciaba tu cabeza y jugaba con tu cabello, dejé que tus labios y tu lengua siguieran disfrutando el sabor de mi piel, que tu olfato inhalara mi olor, mi perfume, que tus manos jugaran con mi cabello… ¡Qué delicia!

A ojos cerrados las sensaciones recorrían mi cuerpo por completo, el roce tibio de tu lengua en mi pecho y tu cálido aliento recorría cada centímetro de mi piel, internándose en mis pensamientos alentando el deseo de que devoraras mi cuerpo completo.

Mis pensamientos eran tan fuertes que los escuchabas, mi deseo era tan ardiente que el recorrido de tus labios sobre mi piel, te dictaba el camino. Me recostaste y con talento de experto mi ropa quedó perdida sobre las sábanas. Tu mirada me hablaba, mis ojos te respondían; tus manos se apropiaban de mi piel y así, con hambre de amor, devoraste cada centímetro de mi cuerpo desbordando en mí el éxtasis del placer…

 

 

En silencio…

en silencio

Y cerramos los ojos, sólo cerramos los ojos y nos recostamos sobre la cama, con una copa de vino en la mano, en silencio, sólo escuchando aquella música, un piano armonioso que, desde el play list de mi teléfono, nos hacía perdernos en el tiempo, que a ojos cerrados nos llevaba a un paraíso, a ese donde el amor es posible, donde amar es una entrega en la que nuestras almas se acarician mientras nuestros cuerpos se pertenecen.

Cerramos los ojos, bebimos de a poco la copa de vino, paladeamos el sabor del vino y lo compartimos en un beso, así, a ojos cerrados, sólo dejando que la magia del contacto de nuestros labios, de la humedad de nuestra lengua dijera todo, mientras nuestra mente estaba desconectada de todo y de todos, perdida en los acordes de aquel piano, en esa composición precisa y excitante que nos abstraía de la realidad.

Dejamos de lado las copas de vino, tomaste mi nuca para jugar con mi cabello, en silencio, sólo compartiendo miradas y besos, sólo dejando que el roce de nuestros cuerpos dijera todo, la sensación era plena, inmediata y eterna, inmediata en el instante en el que tus labios bajaban por mi cuello y eterna en la sensación que estremecía todo mi cuerpo hasta grabarse en mi memoria.

Mis manos jugaban en tu cabello, acariciaban tu oreja, las yemas de mis dedos de manera recurrente regresaban a tus labios, sólo para acariciarlos, sólo para sugerir que tu lengua rozara sutil y suavemente mis dedos, sólo para que mi boca se acercara a tus labios y mi lengua delineara la comisura de tu boca.

En silencio, nuestras miradas perdidas en el éxtasis del momento, la música era sin duda el mejor aliciente para tenernos absortos  y sin prisa por pertenecernos, la música acompasada guiaba las caricias, los besos y el roce de nuestros cuerpos. Era una delicia, sentirme tuya, tuya desde las sensaciones que provocabas, tuya en medio de ese silencio que callaba incluso los pensamientos, ese silencio que no requería de palabras, ni de un “te amo” que sellara la entrega.

Bebimos otro trago de vino y nos devoramos en un beso apasionado, en un beso que inició en los labios y que sin prisa recorrió mi cuerpo completo, un beso que erizaba mi piel en su recorrido, que de momentos dibujaba con tu lengua un trazo de ternura y luego otro de pasión. No había palabras, no las necesitábamos, la música de piano seguía ambientando nuestra noche, acompasando nuestra entrega, haciendo que ese beso siguiera el camino del instinto y el deseo.

Tus labios sin palabras me decían una y otra vez “te quiero”, “te deseo”, “me encantas”; mi mirada que de momentos se perdía en la tuya respondía atenta tus tequieros. A ojos cerrados disfruté aquel beso eterno, que recorrió pecas, lunares, cicatrices, miedos, historias, certezas, deseos… ese beso que por no sé cuánto tiempo cubrió mi piel de esperanzas, de ilusiones, ese beso que sabía a amor.

En silencio, callada, aún perdida entre el exquisito piano que acompañaba la noche, fui sometida a un mundo de sensaciones, a todo lo que mi piel ardiente sentía, a lo que mi corazón excitado gritaba, sometida ante lo que mis pensamientos atormentados me decían, a todo lo que la razón buscaba como respuesta, a lo que mis lágrimas intentaban ahogar esa noche, en la que te pensé una y otra vez imaginándote real, deseándote real…

Así, en silencio… atemperar la piel entendiendo tu ausencia; silenciando el corazón de todo lo que te quería decir; lidiando con los pensamientos que una y otra vez me repetían que no existes, que no eres real; suplicando la razón depure todo lo que durante el día ronda en mi cabeza, deshaciéndose de la fantasía…

Así, en silencio…

 

Una mujer muy Azul

Llámalo como quieras: soberbia, arrogancia, vanidad, pero los años me han hecho una gran mujer, una mujer muy Azul capaz de seducirte con la mirada y sin escotes, capaz de conquistarte con mis labios sin siquiera besarte.

Los años y las historias me han convertido en una mujer plena, dueña de mi vida, que disfruta de halagos de aquellos que encuentran en mis relatos un refugio de fantasía, que disfruta aquel trago compartido en nombre de los recuerdos o en nombre del juego de la conquista.

El tiempo me ha dado la razón, las decisiones que he tomado y sus consecuencias, me dejan con saldo a favor. Siempre dispuesta a nuevos riesgos, a nuevas aventuras que me acerquen a la felicidad, con la certeza de que mi imperfección y mi locura me separan de ese mundo de apariencias y me dejan construir un nuevo mundo de ilusiones, de esas que por instantes saben a realidad, de esas que se convierten en inevitables sonrisas, de esas que hacen eco en la mente y en el corazón durante el día.

Descubrirme como Azul, me hace libre, me hace más mujer, me ha llevado a una lucha por reivindicar mis esperanzas, a defender mis fantasías, a entender el amor y el deseo, a besar con la mirada y acariciar con mis palabras.

Ser Azul me permite aceptarme como una mujer intensa y apasionada, no solo por los placeres que muchos creen que se limitan al sexo, soy una mujer intensa y apasionada que en cada aspecto de mi vida, creo en mi profesión y mi profesionalismo como un instrumento para construir la sociedad en la que me gustaría vivir; creo en mi manera de amar como la única posible donde se entrega todo en una apuesta a ganar; creo en mis aciertos y desaciertos como la única manera de aprender y reaprender las lecciones de la vida.

Ser Azul me hace desafiar mi mundo, ese que se rige por la perfección aparente. Los años me han dado la razón, acepto mis errores como errores, volteo la mirada al pasado y sé que aquello, aquellos, que dejé en el camino, hoy no me hacen falta, al contrario, me alivia no tener peso de su existencia en mi vida.

Observo mi presente y disfruto saberme una mujer deseada, una mujer que, a veces sin querer, es capaz de quedarse en la mente de algunos, que es capaz besar labios a la distancia desde el pensamiento, capaz de acariciar corazones, tocar almas y alojarse de manera inamovible en el corazón unos.

Imagino mi futuro se llena de esperanza, llena de ilusión de esa, que ilumina las lunas llenas, de esa que se encuentra en el sabor de un sorbo de café, de esa que se encuentra en una conversación improvisada y en un mensaje inesperado.

Hoy no me importa si es soberbia o solo una más de mis locuras, hoy con mis años, mis kilos, mis lágrimas y mis risas me siento feliz. Dispuesta a seguir reescribiendo la realidad, a veces al límite de la fantasía, a veces al límite de la cordura, a veces desde la más oscura realidad.

Seguiré siendo Azul, cada vez más Azul, cada vez más plena, libre, desafiante, intensa y apasionada. Seguiré jugando a reinventar mi mundo hasta que en el último intento me encuentre en la vida en la que quiero pasar mis días hasta el final de mi historia.

Hoy, celebrando un año más de vida, me acepto como una gran mujer, como Azul envuelta en todas sus pasiones y sueños, esos que para algunos fueron demasiado grandes como para atreverse a conquistarlos conmigo…

El otro día leí una frase con la que me identifiqué:

“Una mujer seductora, deja algo en la mirada; una mujer simpática, deja algo en la sonrisa; una mujer sexy, deja algo en la imaginación; pero una mujer de verdad, deja huella en el corazón.” Búscame en tu mirada, encuéntrame en tu sonrisa, hazme tuya desde la imaginación, pero sobre todo… guarda mi nombre en tu corazón: AZUL…

Una noche a tu lado

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Hacer a la noche cómplice de nuestra historia, así desnudos bajo las sábanas, yo de espaldas a ti, tu abrazándome por la cintura… tomo tu mano y la llevo a mi vientre, dejando que la palma de tu mano lo cubra y lo reconforte, mientras disfruto el delicioso roce de mi espalda contra tu pecho y el juego de nuestros pies rozándose entre las sábanas.

Los minutos transcurren lentamente, juego con tu mano sobre mi piel, llevándola de mi vientre a mis caderas, llevándola hacia mis muslos mientras nuestros cuerpos arden en deseo… Tu mano dócil atiende en recorrido que la mía le guía, así te llevo hacia mi boca para que mi lengua acaricie tus dedos, para que mis dientes muerdan suavemente la palma de tu mano, para que mis labios besen el dorso de tu mano…

Así, llevo tu mano hacia mi pecho, siento una deliciosa tibieza que me recorre, son movimientos suaves que cómplices del silencio de la noche, nos permiten escuchar nuestra acelerada respiración. Es tan delicado el recorrido de tus manos sobre mi piel, tan pausado que parece congelar cada instante en esa sensación que recorre todo mi cuerpo…

Deliciosa noche contigo a mi lado… haciendo el amor en cada caricia, en esas palabras mudas que nuestros labios en cada beso pronuncian, en el silencio de la noche que nos permite escuchar el latir de nuestros corazones.

Continúas con ese atinado recorrido de tus manos en mi cuerpo, de momento sumiso a la guía de mis manos, de momento irreverente descubriendo tus propios caminos. Mientras besas mi cuello, tus manos siguen su recorrido, tu lengua traza sobre mis hombros mensajes que explican el deseo, tus manos ansiosas aprietan mis muslos, esos que sé que te encantan, tomas mi cadera con fuerza sabiéndome tuya, sintiendo cómo cada sensación nos acerca a ese instante, a ese éxtasis que solo el amor aderezado de sexo puede provocar.

Cada beso, cada caricia, cada centímetro recorrido de mi piel me hace perderme en la sensaciones, en lo delicioso de una noche a tu lado… la luz tenue que nos vigila te invita a separarte un poco de mí, a dejar de lado las sábanas y observar detenidamente mi cuerpo mientras las yemas de tus dedos acompañan el recorrido de tu mirada. Me observas apropiándote de mis lunares, mis cicatrices, las pecas y los rastros que el tiempo ha dejado para ahora hacerme una mujer plena y sin complejos.

Tu mirada me seduce, me hace perderme en tus ojos encontrando en ellos deseo y paz; deseo y amor; deseo y plenitud, deseo y esa compañía que hace de esta noche un derroche de emociones, un festín compartido en que entre besos y caricias celebramos el amor, devoremos el deseo, brindamos por una noche a tu lado…

Una locura

Si no pareciera una locura, diría que estoy enamorada, si no fuera un riesgo innecesario me atrevería a enamorarme, si no fuera porque es imposible, correría hasta tus brazos, te besaría y luego te preguntaría qué está pensando, qué está sucediendo en mi mundo que todo parece estar en caos y el único refugio que me parece confortable es pensar en ti e imaginar que me piensas.

No, definitivamente no. Una mujer como yo no puede enamorarse, no puede darse ese lujo, no, no puedo. No puedo porque eso pondría en riesgo el equilibrio (milimétrico) que hay en mi vida, porque eso me haría sonreír sin motivo solo con pensarte y, casi por regla general, esas sonrisas sin sentido terminan mutando a lágrimas con sentido.

No, no puedo estar enamorada, no aunque tu recuerdo sea mi último pensamiento cada noche antes de conciliar el sueño, no aunque tu recuerdo sea el pensamiento recurrente que invoco desde mis sueños, no aunque el recuerdo de tu voz sea la sinrazón de mi sonrisa y el brillo de mis ojos, no aunque en lo cotidiano busque cualquier pretexto que me acerque a ti, no aunque mire el teléfono constantemente con ansiedad por encontrar una señal tuya.

No, sería ilógico, innecesario, imprudente, arriesgado, sería una locura… pero, ¿Cuándo el amor pide permiso? ¿Cuándo el amor no es un riesgo? ¿Cuándo el amor es prudente y cauteloso? ¿Cuándo enamorarse no es una locura? ¿Cuándo…?

Te pienso e imagino conversamos de las trivialidades del día, de esas que a veces me dan ganas de huir, evadir o ignorar perdiéndome entre tus brazos. Te pienso e imagino que abrazados recorremos apenas con las yemas de los dedos nuestros cuerpos, dibujando una historia, trazando caricias que describen lo delicioso que es estar entre tus brazos.

Te pienso y le pido al tiempo que avance, que corra, que acabe con los pendientes del día y de la vida para encontrarnos y, que cuando nos encontremos, el tiempo avance sin prisa, que se detenga en el momento en que tus labios pronuncian mi nombre, en ese instante en que escucho tu voz diciendo: “Querida Azul…”, en el momento en que mis labios toquen los tuyos y en un beso te respondan.

Me encanta tu voz en mi oído, mi mundo en tus pensamientos y el tuyo en mi mente. Disfruto el recuerdo compartido y la esperanza que alimenta esta historia, la espontaneidad que de momentos me sorprende y que ante el mundo me delata con una sonrisa difícil de ocultar que emerge del corazón.

¿En qué momento…? ¿En qué momento mi vida encontró tiempo para complicarse con un recuerdo tan vivo que ronda en mi mente durante todo el día? ¿En qué momento la distancia se volvió efímera para sentirnos tan cerca y el tiempo tan relativo para sentir que somos los mismos de entonces, con algunos pendientes, con algunas experiencias, con muchas historias y con un beso en el tintero?

Anhelo el momento en que al vernos las palabras enmudezcan, los besos hablen, las caricias acompañen el lenguaje nuestros cuerpos ardientes en deseo que terminan consumiéndose en placer.

Pero no, no estoy enamorada, una mujer como yo no puede permitírselo, una mujer inteligente y madura como yo no puede caer en esas tentaciones, no puede rendirse ante tu voz que acelera el latir de mi corazón, ante las palabras que hacen eco en cada parte de mí, ante la añoranza de un pasado inmediato y un futuro incierto. No, no puedo rendirme ante el acelerado latir del corazón y lo absurdo y desencadenado de mis pensamientos.

No, no puede ser así… Esto es solo una locura.

Una noche de estrellas

noche de estrellas

Me encantan esas noches de estrellas en las que bajo las sábanas tocamos el cielo y jugamos a dibujar nuevas constelaciones entre besos y caricias…

Es delicioso iniciar la noche mirando el cielo, contando los luceros que nos sonríen, buscando la estrella fugaz que nos cumpla el deseo de hacer eterna nuestra noche, haciendo del silencio nuestra mejor conversación, haciendo de cada beso el camino hacia el placer.

Recostados sobre el pasto, contemplando la noche, cobijándome con tus brazos, mientras recorres la textura de mi ropa y tibiando la temperatura de mi piel, recorres mis brazos, besas mi cuello y comienzas a bajar hacia mi pecho, así sobre mi blusa que en pocos minutos parece dejar de existir porque la sensación de tus labios traspasa hasta la prenda más gruesa.

Mis piernas se entrelazan a las tuyas, con roces suaves y pausados recorren una y otra vez tus muslos que abrazan a la perfección mis piernas, que me invitan a estar cada vez más cerca a ser cada vez más tuya, a hacerte cada vez más mío…

La noche ha caído, las estrellas desde el cielo nos marcan un camino hacia la habitación, la noche es muy fresca y solo la tibieza de nuestra piel nos salvará del frío… descalzos, abrazados a un paso acompasado que no nos permite separarnos mucho llegamos a la cama cómplice de aquella estrella fugaz nos aguarda cautelosamente.

Me recuestas sobre la cama mientras te deshaces de tu ropa, yo aún vestida me cubro con la sábana y ansiosa te espero. Te recuestas a mi lado y nuestros labios se encuentran con experiencia, con deseo, con hambre, nos besamos y en ese beso nos decimos todo: te quiero, te deseo, te amo, me encantas… todo para entender que será una gran noche de amor, que haremos el amor como solo nosotros podemos hacerlo, como solo con nuestros años, nuestros kilos y nuestras historias podrían permitirnos disfrutar después de tantos años.

Aprovecho la ventaja que tengo sobre ti y aprovecho la tibieza de tu piel, continúo el beso en tus labios recorriendo tu piel desnuda, bajando lentamente, suave y sutilmente, consiguiendo aquello antes habíamos imaginado. Perdiéndome entre tu piel y las sábanas…

Es delicioso pertenecernos, sentirte tan mío en cada sensación, disfrutar el sabor del placer y del amor en cada beso, en cada caricia… así en ese juego certero que tácitamente nos proponemos, desnudas mi cuerpo con la seguridad que te da antes, mucho antes, haber desnudado mi corazón y mi alma…

Entre las sábanas queda pérdida mi ropa, queda encendido el deseo y la magia, sentir el roce de tu cuerpo contra el mío, sentir cómo tus manos se apropian de cada espacio de mi cuerpo, sentir cómo tus besos devoran mi piel, cómo nuestros cuerpos se reconocen y entienden a la perfección y aquel cielo estrellado, profundo, imponente se hace presente en la habitación, adueñándose de nosotros y cumpliendo la fantasía del placer más intenso y pleno que hayamos sentido…

Gracias por una noche de estrellas…

 

Seducirte con poesía…

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Créeme, estas tardes tan frías se antojan para estar bajo las sábanas, con una cafetera en la habitación  para que el aroma del café impregne el espacio mientras compartimos lecturas y recuerdos. Así bajo las sábanas, disfrutando el sabor del café en un beso, la magia de la poesía al oído, la tibieza de las caricias en cada roce, la intención de hacer el amor y dejar que el amor haga de nosotros lo que quiera…

Hace mucho, mucho frío, la temperatura del ambiente es muy baja y mi cama pegada a la ventana está bien ubicada cuando se trata de contemplar las estrellas o la luna para enviarte mis pensamientos a través de ellas, pero no cuando hace tanto frío y los vidrios parecen filtrar el viento helado y tu ausencia se nota más.

Me encantaría que estuvieras aquí justo ahora, en el momento en el que la tarde se convierte en noche, en el instante en el que el cansancio y la melancolía empiezan a buscar las primeras estrellas en el firmamento, en el momento en el que mi cama dibuja un espacio vacío justo para ti…

Me encantaría contaras conmigo las estrellas desde mi ventana y jugáramos a adivinar sus colores, inventáramos historias mientras la noche cae y nos perdemos en ella. Así, entre sorbos de café y besos, programamos una larga noche para nosotros, en la que debajo de las sábanas en cada roce, guardamos el pronóstico de una historia de amor y deseo.

Abrázame, así de frente a ti, dejemos los libros a un lado  y hagamos poesía con el lenguaje de nuestros cuerpos, apenas rozando nuestros labios, sintiendo que el latir de nuestros corazones se sincroniza en el ritmo, sintiendo que nuestra respiración se agita y nuestra piel se tibia en cada caricia.

Abrázame, recorre con tus manos mi espalda, haz del recorrido un trazo certero que me acerque cada vez más a ti, no solo a tu cuerpo, sino a ti y tu mundo. Abraza contra ti mi cuerpo y deja que mis labios devoren tu cuello, que mi boca te hablé al oído y sean mis palabras la poesía que te seduzca esta noche.

Entrelacemos nuestras piernas, siente mis muslos entre los tuyos, siente el recorrido de mis pies acariciar tus pantorrillas… así siente cómo el deseo arde en cada centímetro de la piel. Recorre con tus labios mi cuello, mi oreja, mi mejilla hasta llegar a mis labios, acariciarlos sutilmente con tu lengua, devóralos con hambre de amor, con sed de deseo.

Recorre con tus manos mi espalda hasta llegar a mis caderas, lleva mi cintura hacia ti, mientras aquel beso que iniciamos continúe en nuestros labios, mientras nuestras lenguas llevan a la práctica la poesía de amor que antes habíamos leído. Acaríciame con fuerza, con esa fuerza que emerge del acelerado latir de tu corazón, que te dicta el acompasado ritmo que guía tus caricias.

Hagamos que en pocos minutos la ropa desaparezca, así debajo de las sábanas sin dar tiempo de que el frío vuelva, sin técnica ni prisa, dejemos que la noche no se atreva a cuestionarnos, que observe por la ventana, celosa, que al fin lo logramos, que al fin una noche de poesía no quedó en palabras compartidas a la distancia, no quedó en una promesa al viento…

Hagamos el amor como lo habíamos imaginado, con la ternura de entonces, la experiencia de ahora y el deseo de siempre…

 

Omnipresencia

Ser omnipresente es un don divino y, como tal, solo se manifiesta a través del amor. A veces no estamos donde algunos nos ven, sino donde otros nos extrañan, donde otros nos piensan y, quizá sin saber, nos regalan una lágrima o una sonrisa en nombre del recuerdo.

Estar en varios lugares de manera simultánea nos permite recorrer pausadamente en el cuerpo de otro un mundo de recuerdos que se escribieron con tinta indeleble, es buscar con qué vestir el cuerpo y en una prenda encontrar más que ropa, es encontrar ese cobijo para el corazón, esa caricia para el alma. Y es que justo así fue como sucedió hace unos días…

Yo trabajaba en el estudio de casa, mi mente estaba exhausta, el trabajo me tenía agobiada y, como muchas veces sucede y mi profesión lo requiere, escribía sobre varias historias de manera simultánea. Sentí mucho frío, la noche era joven y sabía que un café cargado y un pan dulce serían buena compañía para lo que aún faltaba de mi jornada.

Subí por un suéter que me protegiera del frío, así de la nada, así como saltan los recuerdos en mi cabeza y mi corazón normalmente, saltó del closet una sudadera que tú me regalaste, una sudadera que vestía más que mi cuerpo, era una prenda en la que con solo cerrar los ojos recorría nuestra historia, recorría un sinfín de recuerdos que me hacían sentir cobijada por tus brazos, protegida por tu presencia, confortada por un beso tuyo…  La vestí y salí a buscar un pan dulce atendiendo mi plan de desvelo.

Al salir, una luna llena en lo alto iluminaba el cielo, imposible no verla, imposible no verte en ella. Imposible que las lágrimas no se desbordaran por mis ojos casi con la misma velocidad con que mi memoria dictaba recuerdos, con la misma intensidad con la que aún latía mi corazón por ese sorpresivo encuentro con mi sudadera que sé que pese al tiempo, aún olía a ti…

Sé que mi pensamiento llegó a ti, que la luna, interlocutora de los amantes, nos ha comunicado una y otra vez, se propone como intermediara para conectar nuestros pensamientos. Así, pensándote de una y mil maneras, extrañándote y pidiendo desde el alma uno solo de tus abrazos,  caminé a mi destino, regresé, preparé mi café y con mi pan dulce continúe saboreando tu recuerdo.

Lloraba, reía y me preguntaba si realmente tendrás la certeza de que te fuiste, sintiéndote yo tan mío, tan cerca. ¿Cómo podrías creer que te fuiste si eres tan mío, si tu recuerdo es tan nítido que al acariciarte con el pensamiento siento la tibieza de tu piel? ¿Cómo podrías creer que no eres mío si cuando te sueño y tus besos aún tiene ese dulce sabor, tus labios aún se sienten hechos a la medida de los míos? ¿Cómo podrías creer que no estás aquí si aquella sudadera olía a ti, abrazaba mi espalda y mi pecho como lo hacían tus brazos?

¡Imposible! Estás aquí, eres omnipresente porque en el tiempo y el espacio podrás estar en otro lugar, podrás creer que te fuiste pero en mi mundo, sigues siendo mi fuerza, mi inspiración, sigues siendo ese recuerdo que me llena de esperanza y que en momentos de dificultad me da refugio y hasta escucho tu voz diciéndome que todo estará bien. Tú eres evidencia de esa cualidad divina de que el amor nos hace trascender en otros, que amar es la mejor posibilidad para pasar el tiempo mientras la muerte llega, mientras la vida pasa.

Así, mi noche pasó, no trabajé en mis pendientes, únicamente rumié una y otra vez nuestra historia, los lugares, los sabores, los olores, las texturas, las sensaciones, mi mirada perdida en tus ojos, mi nombre en tus labios: Azul, era tan lindo escuchar mi nombre en tus labios que aún escucho tu voz pronunciándolo en esas noches de insomnio en las que los recuerdos me arrullan.

Así, pasan mis días, con la certeza de tu omnipresencia, aquí tengo lo que necesito de ti… Te Amo…

Una tarde de lluvia

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Una tarde de lluvia evoca nostalgia, remueve recuerdos para sentirme menos sola, sugiere fantasías para imaginarte más cerca…

Hagamos de la soledad compartida y de la lluvia un pretexto excelente para encontrarnos esta tarde, para disfrutarnos esta noche… Ven, aquí te espero! Voy poniendo el café y preparando una botella de vino para lo que apetezcas. Ven, cuando llegues encontrarás un ambiente impregnado con el aroma del café y con la nostalgia que rumiar mis antologías poéticas de Benedetti me provoca.

Haremos del aroma a café la primera conquista a nuestros sentidos, al entrar te recibiré con un beso tibio, de ésos en los que apenas los labios se rozan, de ésos en los que, ni con sutileza, la lengua alcance a saludarte. Me abrazaré a tu cuello mientras tus brazos rodean mi cintura, será un abrazo tan cálido que olvidaremos las cuestiones climáticas que acontecen afuera, será un abrazo que, al poner en contacto nuestros cuerpos, se alcanzarán a rozar nuestros corazones, se podrán saludar nuestras almas.

Ven, siéntate aquí, justo a mi lado, en el estudio de mi casa, déjame terminar de escribir, de contestar mis pendientes, mientras en una conversación pausada por los primeros sorbos de café y mi trabajo, seguimos dejándonos seducir por la escena: olor a café, una tarde-noche fresca y el sonido cadencioso de la lluvia.

Mientras termino, acaricia mi cuello, mis hombros; platícame cómo estuvo tu día, qué  hiciste hoy, qué opinas del lugar que ocupa mi equipo de futbol en la tabla general del futbol mexicano, cuéntame cuáles son tus pronósticos para el inicio del football americano. Así, dejemos que el tiempo nos conquiste, que mi mundo se cierre al apagar mi computadora, que nuestros sentidos se despierten con el aroma del café y nuestra cercanía rete el ambiente frío que la lluvia provoca.

Termino mis pendientes, casi. Volteo mi silla frente a ti y continuamos el beso del saludo inicial, ahora no es tibio, ahora es cálido, ahora sí nuestros labios se abrazan, se comunican nuestras lenguas mientras nuestras manos acarician nuestras espaldas, recorren desde la nuca hasta la cadera, provocando una sensación de relajación deliciosa.

La noche ha caído, la lluvia es ahora más intensa. Una segunda taza de café y nuestra charla cotidiana nos permite adueñarnos del tiempo y el espacio, en cada beso detenemos el reloj por instantes, en ese beso no solo saboreamos nuestros labios, también saboreamos la nostalgia de los recuerdos, la ilusión por las nuevas esperanzas, saboreamos de la manera más franca ese dulce sabor del deseo.

Sólo está encendida la luz del estudio, y con la noche a cuestas, parece insuficiente, pero ideal para una escena de seducción, así a media luz, con lluvia, con el olor a café, con la tibieza de nuestra piel traspasando la ropa, con el lenguaje de las caricias que recorren con sutileza nuestros cuerpos.

Conquistar nuestros cuerpos desde el deseo es fácil, porque nuestros corazones han sido conquistados desde la charla. Me levanto de mi silla y con movimientos simples y ligeros comienzo a deshacerme de mi ropa, con ayuda de tus manos y tu boca en pocos minutos mi ropa se encuentra en la silla y en el piso. Apoyada sobre el escritorio comienzas a besar mi cuerpo, a hacerme disfrutar con el recorrido que tus labios, tu lengua y tus manos realizan.

El espacio parece impropio, pero el amor justifica grandes imprudencias, así que en un delicioso juego de la seducción entre las sillas y el escritorio, construimos un escenario en dónde disfrutar del placer de nuestros cuerpos, el placer guiado por el ritmo de la lluvia que continúa afuera.

El roce de nuestra piel, el sabor de nuestros besos, cada una de las sensaciones que nos recorren milimétricamente provocando un placer pleno, que no sólo se centra en un efecto físico,  en un rincón de mi cuerpo, sino que explota desde la mente y la razón y  recorre el alma, el corazón y la sinrazón. Un éxtasis compartido, un goce sin límites, un instante de placer que detiene el tiempo y congela los pensamientos para capturar la esencia del momento y hacerla inolvidable.

Así, nuestra tarde-noche de lluvia, así nuestra lluvia que inunda nuestros mundos, así, mientras intentamos recobrar el aliento y recuperar la cordura en aquel escenario, mientras destapas ahora la botella de vino, déjame leerte este poema al oído:

Lluvia, Mario Benedetti

La lluvia está cansada de llover
yo, cansado de verla en mi ventana
es como si lavara las promesas
y el goce de vivir y la esperanza

la lluvia que acribilla los silencios
es un telón sin tiempo y sin colores
y a tal punto oscurece los espacios
que puede confundirse con la noche

ojalá que el sagrado manantial
aburrido suspenda el manso riego
y gracias a la brisa nos sequemos
a la espera del próximo aguacero

lo extraño es que no sólo llueve afuera
otra lluvia enigmática y sin agua
nos toma de sorpresa/y de sorpresa
llueve en el corazón/ llueve en el alma

Enamorarse y no

enamorarse-o-no

Antes de la despedida ya había muchos textos escritos, algunos para el protagonista de entonces, otros sólo evocando recuerdos de amor y otros más dedicados para los lectores que encontraban en Momento Azul una fantasía a través de mis palabras.

Aún no sé si alguno de esos textos se publicará, si sólo un día los borraré y haré como que nunca existieron, o si se quedarán para siempre en el tintero virtual.

Han sido semanas difíciles, en las que no he dejado de escribir porque si no habría enloquecido más… no pretendo regresar al Momento Azul de la despedida, pero sí a las sensaciones que vulneraron mi paz y cimbraron mi mundo, no con un afán de reclamo, ni como un masoquismo absurdo que me haga rumiar el dolor, lo haré con uno de los objetivos que tuvo este blog en su inicio: dar cuenta de situaciones cotidianas que las mujeres -y hombres- nos enfrentamos cuando decidimos vivir, digo decidimos, porque a veces sólo sobrevivimos (que era como me encontraba al momento de  la despedida).

Vivir es estar dispuesto a arriesgar, a sentir con cada célula del cuerpo, con cada neurona de las que logran hacer contacto cuando uno decide emprender una aventura tan peligrosa como amar.

La despedida fue una de las lecciones más grandes de mi vida, que a mis casi cuarenta años, no imaginé vivir nuevamente, que en mi vida adulta rodeada de un mundo en el que siempre me he sentido falible ante los estándares de perfección que creo dibuja para mí. Jamás ni en mi juventud me había sentido tan mal, tan poca cosa…

Esa historia me hizo sentir que quizá estaba viviendo mi vida al revés: en mi juventud viví el amor más intenso, limpio, profundo y eterno (descrito en el relato de La Promesa) y en mi vida adulta estaba cometiendo las estupideces que de joven no cometí, creo que fue un gran error haber vivido esa historia, creo que si pudiera, la borraría de mi memoria…

Benedetti siempre ha sido mi escritor favorito y hoy a través de su poesía trato de asimilar este Momento Azul:

Enamorarse y no – Mario Benedetti

Cuando uno se enamora las cuadrillas

del tiempo hacen escala en el olvido

la desdicha se llena de milagros

el miedo se convierte en osadía

y la muerte no sale de su cueva

enamorarse es un presagio gratis

una ventana abierta al árbol nuevo

una proeza de los sentimientos

una bonanza casi insoportable

y un ejercicio contra el infortunio

por el contrario desenamorarse

es ver el cuerpo como es y no

como la otra mirada lo inventaba

es regresar más pobre al viejo enigma

y dar con la tristeza en el espejo.

“…desenamorarse es ver el cuerpo como es (…) es regresar más pobre al viejo enigma y dar con la tristeza en el espejo”

Estos días de ausencia seguí escribiendo, como parte del tratamiento para atender mi avanzada esquizofrenia, ésa que me hizo enamorarme del protagonista de mis relatos, de ese hombre del que ahora no recuerdo con claridad su rostro, del cual tampoco recuerdo la textura de sus manos, ni el sabor de sus labios. Esa esquizofrenia que me ubico ante él, como un personaje con el rostro de otras, con el sabor de los besos de otras, un personaje que confundí con la realidad.

Esa Azul, la de los relatos con destinatario fue sólo un instrumento, un medio para que a través de los recuerdos aquel hombre evocara sus historias de amor… esa Azul no fue todo lo que soy, Azul fue una parte de lo que soy que jugó una apuesta alta, fue un personaje sin historia que no supo hacer efectivo el burdo acuerdo que dio origen a su historia.

Aún duele -y mucho- escribir, aún hay una herida profunda desde donde late el corazón, aún los pensamientos se aturden y los ojos se llenan de lágrimas. Como los alcohólicos, sé que el primer paso es reconocer la enfermedad y sí, me enamoré y eso me hizo perderme en muchos aspectos. Me enamoré y esa enfermedad fue aún más dañina y peligrosa que la esquizofrenia misma. Me enamoré y poco a poco intento curarme regresando a la realidad, la realidad que bien describe Benedetti: “regresar más pobre al viejo enigma y dar con la tristeza en el espejo”.

Ser Azul es más que un protagonista, más que el dolor de un desamor, más que el dolor de la humillación… Ser Azul es levantarse, secarse las lágrimas, volver a sacar una hoja en blanco y continuar la historia. Sí, continuar, no es una nueva, sigo siendo yo, sigue siendo mi mundo, sigue siendo mi corazón (con una nueva herida), sigue siendo mi alma renovada.

Durante estas semanas de ausencia he recibido tantas muestras de cariño, tantos apapachos que en verdad renuevan mi espíritu, porque como lo dije en La Despedida, el amor tienen muchas formas de manifestarse y hoy más que nunca tengo esa certeza de que “El amor no duele, fortalece; el amor no lastima, cura; el amor no sobaja, engrandece; el amor no era él, era yo”