Una noche a tu lado

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Hacer a la noche cómplice de nuestra historia, así desnudos bajo las sábanas, yo de espaldas a ti, tu abrazándome por la cintura… tomo tu mano y la llevo a mi vientre, dejando que la palma de tu mano lo cubra y lo reconforte, mientras disfruto el delicioso roce de mi espalda contra tu pecho y el juego de nuestros pies rozándose entre las sábanas.

Los minutos transcurren lentamente, juego con tu mano sobre mi piel, llevándola de mi vientre a mis caderas, llevándola hacia mis muslos mientras nuestros cuerpos arden en deseo… Tu mano dócil atiende en recorrido que la mía le guía, así te llevo hacia mi boca para que mi lengua acaricie tus dedos, para que mis dientes muerdan suavemente la palma de tu mano, para que mis labios besen el dorso de tu mano…

Así, llevo tu mano hacia mi pecho, siento una deliciosa tibieza que me recorre, son movimientos suaves que cómplices del silencio de la noche, nos permiten escuchar nuestra acelerada respiración. Es tan delicado el recorrido de tus manos sobre mi piel, tan pausado que parece congelar cada instante en esa sensación que recorre todo mi cuerpo…

Deliciosa noche contigo a mi lado… haciendo el amor en cada caricia, en esas palabras mudas que nuestros labios en cada beso pronuncian, en el silencio de la noche que nos permite escuchar el latir de nuestros corazones.

Continúas con ese atinado recorrido de tus manos en mi cuerpo, de momento sumiso a la guía de mis manos, de momento irreverente descubriendo tus propios caminos. Mientras besas mi cuello, tus manos siguen su recorrido, tu lengua traza sobre mis hombros mensajes que explican el deseo, tus manos ansiosas aprietan mis muslos, esos que sé que te encantan, tomas mi cadera con fuerza sabiéndome tuya, sintiendo cómo cada sensación nos acerca a ese instante, a ese éxtasis que solo el amor aderezado de sexo puede provocar.

Cada beso, cada caricia, cada centímetro recorrido de mi piel me hace perderme en la sensaciones, en lo delicioso de una noche a tu lado… la luz tenue que nos vigila te invita a separarte un poco de mí, a dejar de lado las sábanas y observar detenidamente mi cuerpo mientras las yemas de tus dedos acompañan el recorrido de tu mirada. Me observas apropiándote de mis lunares, mis cicatrices, las pecas y los rastros que el tiempo ha dejado para ahora hacerme una mujer plena y sin complejos.

Tu mirada me seduce, me hace perderme en tus ojos encontrando en ellos deseo y paz; deseo y amor; deseo y plenitud, deseo y esa compañía que hace de esta noche un derroche de emociones, un festín compartido en que entre besos y caricias celebramos el amor, devoremos el deseo, brindamos por una noche a tu lado…

Amar desde la intimidad

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Amar es hacer de la ocasión un instante propio para el amor, es hacer que suceda y  que un par de botellas de vino y una habitación sean más que solo un pretexto para hacer el amor, para amarnos y disfrutar de nuestros cuerpos y besar nuestras almas…

El amor desde la intimidad es consumir el juego más sutil de la seducción, es compartir en un beso el sabor del vino, es hacer de los sonidos, las palabras, las caricias y  los besos el lenguaje más franco del amor que se culmina en el derroche de placer, en el éxtasis que construye desde dentro un mundo de sensaciones que piden más, que piden estés en mí, en mi cuerpo, en mi alma.

Amar en la intimidad es recorrer cada espacio de la habitación, compartiendo una y otra copa de vino en medio de una charla que enciende el deseo, ese que se enciende cuando observas fijamente mis labios mientras hablo contigo, ese que hace que de momentos tu mirada se pierda entre mis pechos con el hambre de devorarlos, ese que en un beso calla mis historias y grita mis fantasías.

Amarnos en la intimidad es conquistar cada centímetro de la cama, es hacer de las sábanas un lienzo virgen en el que hacemos trazos perfectos, un lienzo en el que el movimiento de nuestros cuerpos hace arte, dibuja con colores vivos, con tonalidades cálidas, con técnicas improvisadas pero perfectas.

La intimidad es ese espacio que nos permite hacer del amor todo lo que la fantasía propone, es desnudarnos sin prisa, disfrutar las texturas de la ropa, desabotonar tu pantalón mientras mis manos arden en deseo por sentirte y es devorarte en un beso, sintiendo tus manos en mi espalda deshaciéndose de todo lo que le estorbe para sentir mi piel, para que las palmas de tus manos recorran a placer mi cuello, mis hombros, mi espalda; es encontrarnos con la ropa sobre el piso sin saber en qué momento dejó de pertenecernos.

Amarte es hablarnos con las miradas, recostados sobre la cama en el justo momento en el que nuestros cuerpos desnudos se rozan por primera vez, en el momento en que tus manos toman mi cintura contra ti, y nuestros muslos se encuentra y se entrelazan mientras mis manos juegan con tu cabello acariciándote con sutileza, dejando que tus labios besen mi cuello, muerdan mis hombros. Así abrazados sin temores ni prejuicios, seduciéndonos a placer, en un placer compartido donde disfruto acariciarte pausadamente y tú disfrutas el recorrido de mis manos, de mis labios, de mi lengua…

Amarnos es el camino certero que tus manos hacen desde mis tobillos, es el lento recorrido con el que tus labios saborean mi piel avanzando milimétricamente por mis piernas y mis muslos hasta llegar a mi vientre. Es ese trazo espontáneo y simple que se disfruta como una caricia experta y estudiada, que se traduce en sensaciones inexplicables con palabras, pero simples para hacerlas recíprocas en tu piel.

Así, te recuesto boca arriba, para que observes mi cuerpo ardiente, mi piel ansiosa de que continúes tu recorrido y así, observándome, lees en mis labios un “te amo” y después mi boca te explica con más claridad la frase, me inclino a tus labios los acaricio con la punta de la lengua, los muerdo suavemente atrapándolos con mis labios, nos entendemos y en ese beso nos explicamos el deseo y el amor en una misma sensación, en ese beso nos explicamos la necesidad de nuestros cuerpos por pertenecerse en el mismo instante de placer compartido.

En ese beso nuestros cuerpos encuentran el ritmo perfecto, el camino certero y las sensaciones precisas que nos hacen disfrutar el amor desde la intimidad…

Hagamos el amor

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¿En qué momento te convertiste en rehén de mis pensamientos? ¿En qué momento nuestros mundos se encontraron para compartir recuerdos y escribir historias?

No lo sé, pero debo confesar que disfruto tu voz, tu presencia a la distancia que sé me acompaña en lo cotidiano, que comparte la simpleza y la complejidad de mis días, que entiende mis lágrimas y mis risas, que a veces, sin palabras, sonreímos en nombre del recuerdo que evocamos y por ello sé que estás conmigo, que estoy contigo.

Somos las historias que fuimos, somos de quienes nos guardan en el corazón, pertenecemos a la memoria donde se alberga el recuerdo del sabor un beso, la añoranza de un reencuentro, la esperanza del amor a tiempo y sin tiempo… Estamos donde nos recuerdan, donde nos mantienen vivos en un pensamiento y nos acarician al cerrar los ojos para atrapar el recuerdo que dicta la memoria, para atraparlo, convertirlo en un suspiro y dejarlo ir para que el viento lo lleve con destinatario preciso.

Así han sido estos últimos días, pensándote, disfrutando nuestras charlas, anhelando la siguiente llamada, esperando el siguiente mensaje, el próximo beso y por supuesto, aquel próximo encuentro donde nuestros cuerpos escriban nuevas historias, donde nuestra piel se transforme en un lienzo de pasión donde el placer, el deseo y el amor dejen huellas imborrables.

Dejemos que el mundo siga o se detenga, lo que a ellos les convenga; hagamos el amor solo para defendernos de la realidad, solo para creer que aún hay tiempo, que aún hay vida… silenciemos los pensamientos con acciones, callemos las voces del pasado con los besos del presente, hagamos el amor como lo dicta la memoria, como lo reinventa la pasión, como lo hacen los amantes que en cada caricia se entregan, que en cada beso de devoran, que en el sexo se consumen.

Así, el tiempo nos alcanza para amarnos, para que mis labios se encuentren con los tuyos y en ese beso te explique lo que aquí me falta porque es imposible cifrarlo con palabras, deja que en un abrazo descubras que mi mundo cabe entre tus brazos, que mi corazón late y se sincroniza con el tuyo, que mi piel arde y enciende la tuya, que mis manos te recorren y reconocen suyo tu cuerpo.

Así, dejemos la ropa de lado, disfrutemos de aquellos lunares, de aquellas pecas que un día pertenecieron a otros y hoy son tuyos. Disfrutemos las huellas del tiempo, de las cicatrices, de los años y los kilos que nos dicen quiénes somos y por qué hoy estamos juntos… dejemos que nuestros cuerpos se reconozcan y demos paso al deseo y al instinto para que la noche sea nuestra, para que el placer de cada caricia cubra cada centímetro de la piel, recorra cada espacio y haga eco en las entrañas.

Hagamos el amor para sobrevivir, para revivir, para renovarnos, para creer que hay tiempo, para hacer de los pensamientos y los recuerdos una nueva historia, una historia que ha desnudado nuestras almas una y otra vez, una historia que ha secado lágrimas y compartido risas, una historia que sabe a amor…

Hagamos el amor para pertenecernos, hagamos el amor y dejemos que el mundo ruede o se detenga…

Una noche de estrellas

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Me encantan esas noches de estrellas en las que bajo las sábanas tocamos el cielo y jugamos a dibujar nuevas constelaciones entre besos y caricias…

Es delicioso iniciar la noche mirando el cielo, contando los luceros que nos sonríen, buscando la estrella fugaz que nos cumpla el deseo de hacer eterna nuestra noche, haciendo del silencio nuestra mejor conversación, haciendo de cada beso el camino hacia el placer.

Recostados sobre el pasto, contemplando la noche, cobijándome con tus brazos, mientras recorres la textura de mi ropa y tibiando la temperatura de mi piel, recorres mis brazos, besas mi cuello y comienzas a bajar hacia mi pecho, así sobre mi blusa que en pocos minutos parece dejar de existir porque la sensación de tus labios traspasa hasta la prenda más gruesa.

Mis piernas se entrelazan a las tuyas, con roces suaves y pausados recorren una y otra vez tus muslos que abrazan a la perfección mis piernas, que me invitan a estar cada vez más cerca a ser cada vez más tuya, a hacerte cada vez más mío…

La noche ha caído, las estrellas desde el cielo nos marcan un camino hacia la habitación, la noche es muy fresca y solo la tibieza de nuestra piel nos salvará del frío… descalzos, abrazados a un paso acompasado que no nos permite separarnos mucho llegamos a la cama cómplice de aquella estrella fugaz nos aguarda cautelosamente.

Me recuestas sobre la cama mientras te deshaces de tu ropa, yo aún vestida me cubro con la sábana y ansiosa te espero. Te recuestas a mi lado y nuestros labios se encuentran con experiencia, con deseo, con hambre, nos besamos y en ese beso nos decimos todo: te quiero, te deseo, te amo, me encantas… todo para entender que será una gran noche de amor, que haremos el amor como solo nosotros podemos hacerlo, como solo con nuestros años, nuestros kilos y nuestras historias podrían permitirnos disfrutar después de tantos años.

Aprovecho la ventaja que tengo sobre ti y aprovecho la tibieza de tu piel, continúo el beso en tus labios recorriendo tu piel desnuda, bajando lentamente, suave y sutilmente, consiguiendo aquello antes habíamos imaginado. Perdiéndome entre tu piel y las sábanas…

Es delicioso pertenecernos, sentirte tan mío en cada sensación, disfrutar el sabor del placer y del amor en cada beso, en cada caricia… así en ese juego certero que tácitamente nos proponemos, desnudas mi cuerpo con la seguridad que te da antes, mucho antes, haber desnudado mi corazón y mi alma…

Entre las sábanas queda pérdida mi ropa, queda encendido el deseo y la magia, sentir el roce de tu cuerpo contra el mío, sentir cómo tus manos se apropian de cada espacio de mi cuerpo, sentir cómo tus besos devoran mi piel, cómo nuestros cuerpos se reconocen y entienden a la perfección y aquel cielo estrellado, profundo, imponente se hace presente en la habitación, adueñándose de nosotros y cumpliendo la fantasía del placer más intenso y pleno que hayamos sentido…

Gracias por una noche de estrellas…

 

Seducirte con poesía…

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Créeme, estas tardes tan frías se antojan para estar bajo las sábanas, con una cafetera en la habitación  para que el aroma del café impregne el espacio mientras compartimos lecturas y recuerdos. Así bajo las sábanas, disfrutando el sabor del café en un beso, la magia de la poesía al oído, la tibieza de las caricias en cada roce, la intención de hacer el amor y dejar que el amor haga de nosotros lo que quiera…

Hace mucho, mucho frío, la temperatura del ambiente es muy baja y mi cama pegada a la ventana está bien ubicada cuando se trata de contemplar las estrellas o la luna para enviarte mis pensamientos a través de ellas, pero no cuando hace tanto frío y los vidrios parecen filtrar el viento helado y tu ausencia se nota más.

Me encantaría que estuvieras aquí justo ahora, en el momento en el que la tarde se convierte en noche, en el instante en el que el cansancio y la melancolía empiezan a buscar las primeras estrellas en el firmamento, en el momento en el que mi cama dibuja un espacio vacío justo para ti…

Me encantaría contaras conmigo las estrellas desde mi ventana y jugáramos a adivinar sus colores, inventáramos historias mientras la noche cae y nos perdemos en ella. Así, entre sorbos de café y besos, programamos una larga noche para nosotros, en la que debajo de las sábanas en cada roce, guardamos el pronóstico de una historia de amor y deseo.

Abrázame, así de frente a ti, dejemos los libros a un lado  y hagamos poesía con el lenguaje de nuestros cuerpos, apenas rozando nuestros labios, sintiendo que el latir de nuestros corazones se sincroniza en el ritmo, sintiendo que nuestra respiración se agita y nuestra piel se tibia en cada caricia.

Abrázame, recorre con tus manos mi espalda, haz del recorrido un trazo certero que me acerque cada vez más a ti, no solo a tu cuerpo, sino a ti y tu mundo. Abraza contra ti mi cuerpo y deja que mis labios devoren tu cuello, que mi boca te hablé al oído y sean mis palabras la poesía que te seduzca esta noche.

Entrelacemos nuestras piernas, siente mis muslos entre los tuyos, siente el recorrido de mis pies acariciar tus pantorrillas… así siente cómo el deseo arde en cada centímetro de la piel. Recorre con tus labios mi cuello, mi oreja, mi mejilla hasta llegar a mis labios, acariciarlos sutilmente con tu lengua, devóralos con hambre de amor, con sed de deseo.

Recorre con tus manos mi espalda hasta llegar a mis caderas, lleva mi cintura hacia ti, mientras aquel beso que iniciamos continúe en nuestros labios, mientras nuestras lenguas llevan a la práctica la poesía de amor que antes habíamos leído. Acaríciame con fuerza, con esa fuerza que emerge del acelerado latir de tu corazón, que te dicta el acompasado ritmo que guía tus caricias.

Hagamos que en pocos minutos la ropa desaparezca, así debajo de las sábanas sin dar tiempo de que el frío vuelva, sin técnica ni prisa, dejemos que la noche no se atreva a cuestionarnos, que observe por la ventana, celosa, que al fin lo logramos, que al fin una noche de poesía no quedó en palabras compartidas a la distancia, no quedó en una promesa al viento…

Hagamos el amor como lo habíamos imaginado, con la ternura de entonces, la experiencia de ahora y el deseo de siempre…

 

Lo reconozco


Lo reconozco, más de una vez he imaginado seducirte… más de una vez he imaginado que te robo de tu realidad y te hago por una noche cómplice de la mía. He imaginado que un día cualquiera un pretexto nos reúne, y en nombre de ese pretexto conversamos por largas horas, caminamos entre calles tranquilas y solitarias, reímos del mundo que, tomados de la mano, nos parece ajeno, compartimos besos robados que interrumpen nuestra charla amena.

Lo reconozco, imagino hacer largas las horas de un día en el que de la mano recorramos nuevos rumbos, imagino hacer los minutos eternos si puedo estar entre tus brazos, anhelo hacer en un beso los segundos más intensos y hacer del recorrido de una caricia el trazo más sublime que al roce de mis manos en tu rostro te resulte inevitable despertar el deseo de que tus labios recorran mi piel.

Lo reconozco, en las noches cuando hablamos, cuando mi día termina con una frase tuya como despedida, imagino tu voz en mi oído, tus manos en mi espalda, mi cabeza sobre tu pecho, nuestras piernas desnudas y entrelazadas debajo de las sábanas. Cuando mis mañanas inician con tu saludo en un mensaje en mi teléfono, imagino que acompañas mi despertar en ese baño tibio que al imaginar el agua correr por nuestros cuerpos, se vuelve aún más reconfortante.

Lo reconozco, detrás de  esa inocente invitación a compartir un café,  una charla, hay una perversa intención de seducirte, seducirte como solo un hombre como tú y una mujer como yo lo podríamos hacer: combinando palabras con caricias; palabras con besos, palabras con el lenguaje del placer.  Conversando, debatiendo, rumiando recuerdos, compartiendo poesía, y por supuesto, con la selección musical que sólo tú podrías imaginar para el momento.

Así, seguro la mañana la pasaríamos caminando, recorriendo paisajes otoñales de esos que saben a nostalgia y con ese caminar, recorreríamos una y otra vez los recuerdos de todos estos años, rumiaríamos esas historias que fueron y las que no fueron, reiríamos de la inocencia de entonces, reflexionaríamos sobre el paso del tiempo y lo que nos ha dejado huella luego de tantos años… así, la mañana pasaría.

Luego, comeríamos algo simple, en un lugar al aire libre, sintiendo el viento frío rozar nuestros rostros, contemplando ese recorrido arbitrario de las hojas secas sobre el piso. Veríamos como ajenos a todos aquellos con los que se cruzan nuestras miradas. Comeríamos y la charla sería siempre inagotable, recorriendo deportes, política, religión, amor y desamor. Nuestra comida terminaría con un café cargado, un café caliente que atempere la temperatura del ambiente que comienza a descender.

Y luego, ¿qué te parece buscar un lugar privado culminar el arte de la seducción? Una botella de vino y dos copas que nos acompañen para hacer de la velada un momento inolvidable. Llegamos al lugar y, por supuesto, lo primero que sobran son los zapatos que en un instante quedan por ahí tirados. Nos abrazamos y en aquel abrazo surge el beso más profundo que habíamos guardado durante el día justo para ese momento, es un beso que sabe a recuerdos, que sabe a historias sin contar, que recorre cada centímetro de mi piel, cada espacio en mis entrañas, que hace eco en mi mente y silencia mis pensamientos.

Nos vemos a los ojos y todas las palabras que durante el día habían parecido inagotables, enmudecen, ahora es el lenguaje de las miradas, de las caricias, de calor de nuestros cuerpos el que habla, el que explica de manera clara el deseo de pertenecernos por instantes, por horas, POR SIEMPRE…

Lo reconozco, lo he pensado…

 

Un buen amante

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Los días de momento parecen interminables, parece que a cada minuto que transcurre se le suma un pesar, una duda, un problema… entonces llega el fin de semana y cualquier pretexto es válido para escaparse de la realidad, para anhelar la privacidad de un lugar un par de tequilas que relajen el cuerpo, que apaguen la mente, que construyan una fantasía.

Así fue, el mundo colapsado dentro de mi mente y en mi corazón requería de un buen amante para esa noche, de un buen amante con habilidades comprobables, con experiencia suficiente, con una serie de requisitos tácitos. Debía ser una gran noche, una noche que, con las habilidades extraordinarias de un buen amante, me hiciera olvidar todo, TO-DO!!

Yo, un atuendo cómodo, sencillo pero suficientemente provocativo, lencería negra, labios rojos, perfume en mi cuello, tersura en mi piel y vestimenta fácil de desaparecer con las manos mágicas de un buen amante. Llegamos a un lugar lejano de mi mundo, para mí era urgente que aquel hombre cumpliera la expectativa que yo llevaba en mente, que me hiciera confirmar que no me había equivocado al haberlo seleccionado como el adecuado para esa noche.

Me quité los zapatos, negros con correa al tobillo, tacón alto (he comentado antes que los zapatos altos me parecen seductores y me dan seguridad en la conquista),  le ayudé con los zapatos, me recosté sobre la cama sin pensar en otra cosa más que en el pliego petitorio que llevaba en mente, pensaba en que fuera capaz de leer mi mente y entender qué era lo que esa noche quería, qué era lo que esperaba.

Recostada boca abajo sobre la amplia cama, le pedí sin palabras que se recostara a mi lado. Se quitó los zapatos y la camisa, la colgó en un gancho y fue a mi lado. Mi cuerpo temblaba, mi mente agolpaba dentro de mi cabeza mil y un pensamientos que anhelaban que aquel hombre pudieran leer. Ahí recostados tomó mi cabello, jugó con él por segundos, acarició mi nuca y mi cuello, recorrió mi espalda y mis hombros, bajó su mano muy lentamente sobre mi cuerpo.

En poco tiempo la ropa desapareció, la habilidad sutil de desvestir mi cuerpo le permitió recorrer con sus manos mi piel, poco a poco sus labios me devoraban iniciando en mi boca, luego, con sus labios y sus manos se apropió de mi cuerpo con la ansiedad que enciende el deseo, que se adueña de la escena.

Así, en pocos minutos el instinto y la experiencia hicieron que el placer del sexo se apodera de la cama, que nuestros cuerpos se perdieran entre caricias, besos y sensaciones compartidas, la sincronía del placer compartido, del instinto perfectamente guiado por el deseo, consumía la noche.

Hicimos el amor, casi con precisión, casi con sabor a amor, hicimos el amor… pero el buen amante que esperaba no estaba ahí. No estaba porque en medio del placer físico no podía liberar todo aquello que pasaba por mi cabeza.

Entonces, aún recostada sobre la cama, desnuda entre las sábanas, contuve las lágrimas que evidenciarían que lo que yo buscaba esa no era solo un buen amante para el sexo de esa noche, lo que necesitaba era un buen amor capaz de entenderme, capaz de no solo desnudar mi cuerpo, sino de poder cobijar mi alma, un buen amor que no se preocupara por procurar el placer instantáneo sino por dar un poco de paz a mis pensamientos, a mi vida.

Entonces, aunque intente huir refugiándome en el sexo de una noche, con un buen amante de experiencia probada, será imposible, necesito un buen amor que antes que preocuparse por hacer placentero el sexo, se ocupe de ser un buen Hombre, un buen hombre seguro será buen amante, un buen amante no siempre es un buen hombre…

 

Tuya desde el pensamiento


Había sido un día como cualquier otro, de esos que las casualidades (con sabor a pretextos) te llevaron a mi oficina, entraste sigiloso como siempre, te sentaste y sin decirme nada sólo me observabas… tu mirada me ponía nerviosa y sabía que era necesaria la formalidad de preguntar -¿En qué te puedo ayudar?- No recuerdo qué contestaste, porque la manera en la que me veías distraía mis pensamientos.

Ese día, yo vestía una falda corta, que dejaba ver uno de los atractivos que como mujer me dan más seguridad: mis piernas. Así si continuabas el recorrido que el contorno de mis muslos guiaba hacia mis piernas para llegar a mis pies, también debiste ver mis tacones. Amo esos zapatos, siempre he creído que los zapatos de tacón connotan sensualidad, connotan rasgos femeninos que invitan a imaginar un sensual caminar mientras me desnudas con la mirada.

Mi falda estaba combinada con una blusa roja, con encaje al frente que dejaba poco a la imaginación, que bastaba una sutil mirada para que descubrieras el color y el diseño de mi lencería. Como otras veces pretendías ser discreto, no podías, no querías, disfrutabas imaginarme, disfrutabas observar mis piernas deseando acariciarlas, fantaseando un recorrido apenas con las yemas de tus dedos.

Conversamos, como siempre, de cosas sin mucho sentido que nos han funcionado como pretexto para la fantasía. Los minutos transcurrían y el juego de mi lengua en mis labios mientras hablábamos, sugería que te acercaras, que con tus labios probaras la consistencia de mi gloss, el sabor de mi saliva, la textura de mis labios. Tu mirada se perdía en mis labios, no en  mi conversación, sólo en mis labios imaginando quizá que recorrían tu cuello y que con suaves mordidas jugaban en tu oreja.

Poco a poco te fuiste acercando a mí, tu mirada disfrutaba hacerme tuya desde el pensamiento, sorpresivamente tomé tu pierna, apreté tu muslo sobre el pantalón, logrando despertarte de la fantasía en la que me tenías. Apenas con las yemas de los dedos, con las uñas, acaricié la parte interna de tu muslo, la textura áspera de la tela de tu pantalón era un contraste de sensaciones que invitaba a que sintieras la tersura de mis piernas al descubierto.

Tu reacción provocó que te inclinaras hacia mí, que nuestras bocas quedaran tan cerca que no aceptar un beso habría sido una descortesía… nuestros labios apenas se rozaron, acaricié con mi lengua la comisura de tu boca y ahí encontramos ese beso, ese beso apasionado que nos hacía cerrar los ojos al mundo, al tiempo y al espacio. Durante ese beso que parecía eterno, jugué con mis manos en tus piernas, apretando suavemente, dejándolas avanzar, dejando que subieran poco a poco…

Tus labios sabían a curiosidad, a hambre de lo indebido, a necesidad de un riesgo innecesario. Tus labios apresurados quisieron registrar cada una de las sensaciones que desde tu boca recorrían tu cuerpo, sintiendo cómo tu espalda se erizaba, cómo la tibieza de mi aliento provocaba cálidas sensaciones en toda tu piel, cómo el recorrido de mis manos había llegado al lugar correcto para cerciorarse que realmente me disfrutabas.

…en realidad, ya recordé tu respuesta a mi pregunta inicial: “Nada, sólo pasé a saludarte”, besaste mi mejilla y saliste de mi oficina.

 

Cuando me observas

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Sabes? Me gustas cuando me observas, cuando charlamos y miras fijamente mis labios mientras hablo, porque sé que no me estás escuchando, sé que mientras enumero palabras sin sentido tus ojos fijos en mis labios imaginan el sabor de mis besos, imaginan la textura de mi boca devorando tus labios, evocan la humedad de mi lengua jugando con la tuya.

Me observas e intentas ser discreto, intentas hacerme creer que te interesan mis palabras, pero tu mirada se pierde en mí, percibo cómo me recorres, cómo luego de haber saboreado desde tu imaginación mis labios, observas mi cuello y el escote de mi blusa. Te imaginas el acelerado latir de mi corazón que te dicta que me beses, que pruebes en un beso si tu Fantasía se acerca a la realidad.

Tu mirada me seduce, me gustas y eso hace más fácil la decodificación de tus miradas, siento el recorrido de tus ojos por mi cuello y cómo desearías que fuera la punta de tu lengua la que, de aquel beso imaginario, siguiera un trazo instintivo que te lleva a mi oreja y te hiciera bajar lenta y excitantemente por mi cuello, con deliciosas pausas que aceleren el latir de mi corazón…

Así, tu mirada que por instantes se pierde entre el escote de mi blusa y mi pecho, me dice que mueres por tocarme, por llevar las palmas de tus manos a mis senos sobre la blusa y sentirlos, acariciarlos mientras en un beso enciendes el deseo que nos lleve a la peor de la locuras, a la mejor de las fantasías…

Te he de ser franca: por momentos mi imaginación se vuelve cómplice de la tuya, te reitero, me gustas y eso hace más fácil la fantasía y desde mis pensamientos intento retarte a que te acerques un poco más, a que saborees la consistencia del gloss en mis labios. Mi mente cómplice imagina que me levanto de mi asiento para acercarme a ti, ahí justo donde estás sentado frente a mí, verte a los ojos y tomarte del cabello para llevar tu cabeza hacia mi pecho mientras beso tu frente.

Así desde la complicidad de mis pensamientos, siento cómo me observas, cómo en tu mirada el deseo me besa, me recorre pausadamente haciéndome tuya en tu imaginación, retando tu cordura para que los pensamientos no te traicionen sigas aparentando que te interesa lo que digo…

De pronto, cuando mi conversación te abruma, cuando ya no me escuchas porque tus pensamientos son más fuertes que mis palabras, siento cómo tu mirada se pierde entre mis pechos, cómo desde tu fantasía los acaricias, primero con las manos, con dulzura, con fuerza… luego los besas, apenas rozándolos con tus labios, saboreando su textura… luego con tu lengua, haciendo tuya cada sensación que vas despertando, devorando con hambre de placer cada centímetro de mi piel.

Así, justo como me imaginas ahora que me lees, sé que lo haces mientras charlamos, mientras cualquier historia nos convoca en un encuentro que sirva sólo de pretexto, cualquier tema que te haga silenciar los pensamientos cotidianos para evocar una Fantasía mientras me observabas…

El lienzo del amor

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Una tarde tan  fría siempre evoca la añoranza de tus brazos, de tus besos, de esas tardes en las que una cama era el lienzo en el que hacíamos el amor como un obra de arte, lo hacíamos como sólo se puede hacer desde la inspiración que dicta el alma, como sólo se puede hacer cuando en verdad se ama, entonces la imaginación y la pasión eran los pinceles con los que delineábamos los trazos de aquella escena en la que sin duda nuestras almas se tocaban.

Recostados sobre las cama, conversando de lo cotidiano, de lo simple y lo complejo, sin saber del tiempo, del mundo que afuera continuaba, hablábamos y desde ahí sé que iniciaba el amor, el contacto de nuestros mundos a través de la charla, ahí también hacíamos el amor.

Tus manos recorriendo mi cuerpo, apretando mi cintura contra tu cuerpo, tus manos fuertes, rugosas, de hombre, haciendo suya cada parte de mi cuerpo. Mientras, yo dibujaba en tus labios un beso inagotable, un beso que te decía lo mágico que era tenerte ahí conmigo, lo delicioso que era sentirte tan cerca y sentir cómo cada centímetro de mi piel respondía instantáneamente al roce de tus manos.

Cada caricia era un trazo certero que me hacía arder en ansias de sentirte cada vez más, tus manos recorriendo mis muslos, apretando con fuerza mientras mi mente, a través de cada una de las sensaciones que provocabas, me hacía desearte cada vez más, con un deseo único, con el deseo que sólo el amor puede explicar.

Luego, sentir mis piernas desnudas rozar con las tuyas, mientras tus labios recorrían mi cuello, mientras tu lengua devoraba mis senos con la certeza de que mi cuerpo y cada sensación que despertabas te pertenecía, le pertenecía ese lienzo en el que hacíamos el amor. Así hacías tuyo mi cuerpo, como quien se apropia de lo que le pertenece.

En una sincronía que sólo el amor dicta, nuestros cuerpos se reconocían, centímetro a centímetro, caricia a caricia, sensación por sensación. Como toda obra de arte, era auténtica, única, cada caricia y cada beso era parte de una nueva historia sobre ese lienzo que nuestra cama representaba, cada trazo que mis labios dibujaban sobre tu piel, que tu lengua hambrienta hacía sobre mi cuerpo, era inédito y certero en la técnica, en el color y la forma.

Hacíamos el amor, sin pausa y sin prisa, disfrutando el trazo de cada caricia, cada sensación que la humedad de nuestros cuerpos provocaba… disfrutando plenamente el instante preciso en el que el placer se volvía sublime, en el que la sensación única de ser uno por instantes era el trazo con que finalizaba la obra plasmada en aquel lienzo, en donde tu nombre en mis labios firmaba como auténtica aquella sensación de ser tuya…

Siempre tuya, FCM!