Más que sólo palabras

palabras

No te enamores de mis palabras, porque en mi vida hay un mundo de sensaciones que sería injusto sólo cifrarlas en palabras, sí, porque quizá un al escribir la palabra beso, no me estoy refiriendo sólo al contacto de los labios, al juego de nuestras lenguas, sino la puerta que abre el camino para una nueva historia de placer de dos cuerpos encendidos.

Las palabras son sólo letras que aprendimos que significan “algo”, pero las sensaciones significan más que “algo”, también significan “alguienes”, por eso sólo describirlas con letras agrupadas en palabras, en frases o relatos no es suficiente para describir un mundo de sensaciones.

Una caricia es más que el contacto de mis manos con la piel, sino que es el descubrir y despertar las terminales nerviosas de tu ser, es trazar un delicioso recorrido que tiene como meta un momento memorable, es reconocerte de manera táctil para escribir mi historia sobre tu piel, para tatuar mi pasión con solo rozarte con las yemas de mis dedos.

Escribir es un medio, es una forma de acariciarte con mis palabras, procurando que durante tu lectura del relato, imagines mi voz en tu oído y las sensaciones te recorran por completo, y ahí descubras que no son las palabras, es mi voz, es recuento de los recuerdos, que aunque a veces los quieras negar, existen. Y que la combinación de las palabras a través de mi voz con las imágenes mentales que llegan a tu cabeza, quizá se acercan más a ser yo y no sólo palabras.

No te enamores de mis palabras, porque a veces no son ni siquiera mías, me las dicta el personaje imaginario que quisiera ser, ése que tiene los encantos para seducirte, ése que tiene arrogancia de saberse deseada, ése que requiere de este espacio para poder existir.

Son letras, palabras, frases, relatos, historias, que sólo tú puedes entender. Que sólo tú has vivido conmigo -en la fantasía o en la realidad, pero tú-.

Son palabras que me hacen recordar mis clases de sociolingüística de la universidad y entiendo de forma tan clara aquella función metalingüística, no cualquiera lo entendería. Algunos asociarán mis palabras con sus historias, con sus fantasías, con sus mundos, pero sólo tú sabes de lo que hablo, sabes lo que metalingüísticamente hay detrás de cada palabra.

Pero aún así, no te enamores de mis palabras, no te dejes seducir por ellas, déjame convencerte que soy yo, que no son los relatos, que no es la fantasía, sino que es la sensación que provoca cruzar nuestras miradas en la trivialidad y tratar de cerrar los ojos al mundo; que no es el título de este relato sino que es tu saludo casual que apenas roza mi mejilla y mi mente pide a gritos la sensación de tus labios.

No soy mis palabras, mis palabras son parte de mi historia, pero no alcanzan, mi léxico es limitado, mi sintaxis torpe y mi gramática imprecisa para que mis relatos sean yo. Por favor, no caigas ante ellas, no las leas con la vista, no las descifres con un diccionario, no las entiendas como enunciados subordinados o yuxtapuestos, no! Son torpes, soy más que mis palabras.

No te enamores de mis palabras, déjame convencerte que este mundo de sensaciones es difícil cifrarlo sólo en relatos. Déjame demostrarte que soy más que sólo eso, no caigas en el juego de mis palabras, mejor déjate conquistar por el juego de mi lengua sobre tu dorso, no creas mis palabras, cree en la sensación que mis caricias pueden despertar en tu cuerpo…

Tus labios en mis piernas

piernas

Qué delicia es recordar tus manos recorriendo mis piernas… me gustan mis piernas y me encantaba sentir tus manos acariciándolas. Últimamente te he recordado mucho, no sé con precisión por qué o qué me ha llevado a invocarte desde los recuerdos más profundos en mi corazón.

Recuerdo esa sensación de tus brazos rodear mi cintura, es tan rica esa sensación de caber en tus brazos, de sentirme en tu pecho, recargarme ahí y sentir una deliciosa paz, una deliciosa sensación de la que habría no querido salir nunca.

Puedo sentir tus manos recorrer mi espalda, unas manos grandes, fuertes, de hombre, sí, aunque parezca que sobra la referencia. Unas manos de hombre: rugosas, toscas, deliciosas. Sentir cómo con una de tus manos podías cubrir casi la mitad de mi espalda y con la fuerza de tus brazos llevar mi cuerpo hacia ti, esos recuerdos provocan un sinfín de pensamientos en cadena que me llevan a reafirmar porqué has sido el hombre de mi vida.

Sentir tu mano en mi nuca guiando la intensidad de un beso, la duración de ese beso en que tan deliciosamente compartíamos placeres, sentimientos, sensaciones. Qué delicia.

Hoy mientras me vestía luego de un regaderazo mañanero para terminar de despertar, me observaba frente al espejo, me sentía atractiva, me gustaba la tonalidad de mi piel haciendo juego con el tono de mi blusa. Pensaba en el juego de colores y texturas de mi ropa interior y me sentía sensual. Contigo siempre me sentí muy muy guapa, tú me hacías sentir atractiva, femenina, tú me dabas una seguridad en mis “encantos” que no sé en qué momento perdí.

Hoy mi pantalón entalla perfecto en mis piernas, es una tela tersa, suave  que moldea, haciendo que mis piernas luzcan como en los viejos tiempos. Siempre me han gustado mis piernas, son fuertes, torneadas, sensuales. Te encantaba verme de short y me encantaba que siempre elogiaras mis muslos, que me vieras con esa provocativa mirada que recorría mi cuerpo haciéndolo suyo, sin ser grotesco, sin ser vulgar, recorrías mis pantorrillas, mis muslos, mis caderas, mi cintura, mi abdomen, mis senos, mi cuello y detenías tu mirada en mis labios pidiendo un beso que sellara la fantasía de saberme tuya.

Recuerdo esas emocionantes tardes en las que hicimos el amor, contigo sin duda era hacer el amor, desde el mismo instante en que nuestras miradas coincidían para acordar el encuentro estábamos comenzando a cocinarlo. Imagino muy claramente ese beso en el que mi mente se apagaba, no había fantasmas, no había nada más que un amor intenso, profundo: REAL haciendo con nuestros cuerpos lo que el instinto y la escena dictara.

Extraño esa sensación de tus manos recorriendo mis piernas, apretando mis muslos, sintiendo las yemas de tus dedos dibujar un delicioso recorrido en la parte interna de mis muslos, diciéndome cuánto te gustaban mi piernas. En aquel entonces, el trabajo de gimnasio era evidente, yo hacía mucho ejercicio: gimnasio por la mañana, corría por la tarde y entrenaba por la noche. Disfrutaba tanto sentirme fuerte, atractiva (para ti). Hoy mis piernas son normales, atractivas y seductoras sin lugar a dudas, pero sin el trabajo intenso de las pesas.

Sé que para muchos hombres (y mujeres) les parecerá que lo más sensual son los senos o las caderas. A mí no, a mí me encantan mis piernas. Me encantan las sensaciones que se pueden despertar desde ahí, recuerdo en esas mismas tardes recostada sobre la cama, con el cuerpo de entonces, medianamente atlético, trabajado en el gimnasio, seguro de su sensualidad, dispuesto para el amor.

¿Te acuerdas? Ese disfrutable camino al placer, a la plenitud gracias a tu amor. Desnuda para ti, para disfrutar nuestro amor, esas manos fuertes y rudas recorriendo mis piernas, acariciaban mis pies, avanzaban por mis pantorrillas alternando las caricias con sutiles y deliciosos besos; luego mis muslos, apretándolos, haciéndolos temblar y luego tratando de calmarlos con la paz de tus labios.

¿te acuerdas?

Yo sí y… te extraño!

Nostalgia

nostalgia

Aunque me resulte doloroso aceptarlo muchos días sobrevivo pensando que nuestros besos fueron verdaderamente nuestros. Triste, pero te extraño, peor aún: te añoro…  hay días invadidos por una gran nostalgia, nostalgia por lo que fue y quise creer que fue real, por lo que no fue, por ti, por tus labios, por esa sensación de sentirme entre tus brazos.

Y es que tú eres esa esquizofrenia de perderme entre personajes y realidades, entre creer que hubo algo, que fuimos “alguienes” en nuestras vidas. Porque así tuvo que ser, me resisto a creer que no lo fuiste, si no ¿por qué ese día te apareciste de la nada, cruzando la ciudad sólo por un beso? ¿Fue real? ¿Lo imaginé? Si fue real, ¿qué pasó después? ¿ en qué me perdí?

Y es  que hay días más difíciles que otros, hay días en los que el ego y el recuento de encantos se enfrentan contra la Realidad Azul, hay un momento en los que me resulta inevitable preguntarme una y otra vez qué pasó, en qué me equivoqué, por qué…  y vuelvo a rumiar esa ilusión de que aquellos besos realmente fueron nuestros, desde los labios, el pensamiento y el corazón, y me aferro a la esperanza de querer creer que sí lo fueron.

Pero en medio de esa nostalgia, en medio de esa añoranza me torturo preguntándome si tu mente estaba conmigo en esas deliciosas tardes y noches de pasión, si tus manos recorrían mi cuerpo pensando en mí, si tu boca, tus labios recorrían mi piel descubriendo un nuevo sabor o sólo buscaban olvidar otro, compararlo con otro sabor… Si era yo quien te hacía explotar de placer o eran tus recuerdos, tus pensamientos y el evocar otros momentos…

Me duele porque supongo que si te habría sentido mío no me atormentarían esos fantasmas. Te pienso, te extraño y me duele… porque por más que quiera creer que fui tuya y tú mío, al final el vacío que siento traducido en incontenibles lágrimas que me lleva a una soledad que dibuja mil fantasmas en esta historia, una ilusión, en toda la extensión de la palabra ilusión, de imaginarme amada por ti.

Es una nostalgia que se clava en el pensamiento,  ahí evoca los recuerdos, los organiza y los confronta como imaginarios o reales. Los que asume reales los reta a pensar si ese recorrido de tus labios por mi boca, por mi cuello realmente fueron sobre MI boca y MI cuello, MI cuerpo…

Es una nostalgia Sin Sentido que evoca una realidad que sólo me perteneció a mí, es una nostalgia que sin duda Mario Benedetti tiene la forma correcta de describir:

“¿De qué se nutre la nostalgia?”

Uno evoca dulzuras

cielos atormentados

tormentas celestiales

escándalos sin ruido

paciencias estiradas

árboles en el viento

oprobios prescindibles

bellezas del mercado

cánticos y alborotos

lloviznas como pena        

escopetas de sueño

perdones bien ganados

pero con esos mínimos

no se arma la nostalgia

son meros simulacros

la válida la única

nostalgia es de tu piel.

Mi cielo con tus besos

beso

Tu boca siempre ha sido un placer aparte. Cómo olvidar esa primera vez en la que temerosa huía de tus labios, quizá porque sabía que probarlos sería una perdición, quizá porque presentía que una vez probándolos se convertirían en un vicio. Esa tarde, ese encuentro tan especial, que pasó de lo planeado a lo inverosímil, donde el rumiar historias nos llevó a inventar una nueva, donde tus labios buscaban los míos y yo con más temor que con deseo intentaba evadirlos.

Sí, tu boca ha sido un placer. Superada esa primera vez y dispuesta a arriesgarlo todo -perderlo todo- decidí disfrutar tus besos, acepté robarle tiempo y espacio a la realidad creyendo que podría ser una nueva historia en tu vida, y en un momento de estúpido optimismo, pensé que podía ser La Historia.

Tu boca, tus labios, tu lengua, tus dientes…Primero fueron besos tibios, ricos, sólo como para reconocer los sabores, las texturas, la temperatura, el espacio… esos primeros besos temerosos de entregar en ellos más de lo que esos primeros encuentros requerían.

Poco a poco nuestros labios se reconocieron, se gustaron, se disfrutaron. Así, conocí tu lengua, cómo olvidar aquel beso intenso y precipitado, aquella despedida en la ventanilla de mi auto en que, sin duda, fue el beso más intenso que he vivido, un beso que desde mi boca recorrió todo mi cuerpo, que desde mi boca hizo eco en mis pensamientos, en mi alma y en todo mi ser.

Después, en esos encuentros clandestinos, en los que intentábamos cerrar los ojos al mundo, pude sentir tu lengua recorrer mi cuello, lamer el lóbulo de mis orejas y desencadenar un sinfín de fantasías. La humedad de tu lengua, su textura recorrer mis labios, jugar dentro de mi boca, acariciar mi espalda. Dios, esta memoria sensorial tan desarrollada, no ayuda. Bueno, ayuda a recordarte fielmente, pero ese recuerdo tan claro me hace extrañarte.

Un día, en pleno uso de mis facultades mentales, bueno, de esas facultades mentales que medio sobreviven cuando uno quiere creer que el amor existe, programamos un encuentro íntimo, en el que sin los fantasmas del pasado, sin echarle la culpa a dos botellas de vino tinto, ni a la soledad mutua pero por separado, nos hiciera disfrutarnos… Qué noche!

Tus labios, carnosos, dulces, con una deliciosa textura que puedo revivir la sensación de recorrerlos con mi lengua, así, delineando su silueta, jugando con mi lengua en la comisura de tu boca. Así, redescubrí tu lengua. ¡Por Dios! tu lengua recorriendo mi boca, mi cara, bajando por mi cuello… qué delicia sólo de recordarlo.

Tu lengua, húmeda, fuerte, ansiosa, jugando en mi pecho, dibujando trazos arbitrarios que provocaban un enorme placer, que en cada trazo encendían centímetro a centímetro toda la superficie de mi piel. Así, de mi cuello a mis labios; de mis labios a mis senos; de mis senos a mi cuello y podría resultar muy limitado el relato, porque a ciencia cierta, me perdí. Sí, me perdí en ese mundo de sensaciones que me hacen recordar el placer y no a detalle la escena.

Luego, tus dientes… que deliciosa sensación esa otra tarde donde robándole tiempo al trabajo donde con excitantes mordidas recorriste mi espalda… sentir tus besos en mi cuello, tu lengua bajar hacia mis hombros y tus dientes morder suave y excitantemente mi espalda, qué rico!

Así tu boca ha sido una historia aparte, así tu boca ha sido mi infierno y mi cielo; mi infierno con el silencio sepulcral que no me dice nada cuando más deseo escucharte; y mi cielo con las miles de sensaciones que provocas con tus labios, con tu lengua, con tus besos.

Amantes que aman

amantes

Hay momentos en los que la realidad supera a la fantasía y ser Azul no es suficiente,  se necesita algo más algo más simple pero al mismo tiempo más profundo. Algo que al final no provoque vacío sino que llene el alma. Tantas veces me he mentalizado a que esto es suficiente, a que jugar a ser amantes de ocasión es suficiente, pero no. Tengo que repetírmelo constantemente, verbalizarlo una y otra vez para intentar creerlo…

Ayer fue un día muy complicado, mucho, triste, deprimente, desesperanzador, uno de esos días en los que cuando era joven, lo resolvía corriendo unos ocho kilómetros o los que fueran necesarios para cansarme físicamente y con eso intentar desahogar los pensamientos. Ayer necesitaba un amante con más talentos que solo los que de sobra hemos descubierto y disfrutado en el sexo.

Hay días que se necesitan amantes de ésos que aman, sí, me queda claro que en cada encuentro nuestro hay algo de amor o una cosa parecida, porque tampoco es un servicio prestado a cambio de algún beneficio monetario o de alguna otra naturaleza. Bueno, quizá sólo el contrato tácito y mutuo de darle un tiempo y un espacio para intentar distraer a nuestras soledades.

Al estar inmersa en una realidad sin sentido quería huir a una Realidad Azul, a un Momento Azul, sí de ésos que ayuda a sopesar el peso de los sinsentidos, un momento de ésos en los que quizá unos labios  -no sé si los tuyos- den un sabor dulce, un sabor a esperanzas, un sabor a “amor” (hoy entrecomillado, no en altas). Ayer buscaba un número telefónico, un nombre en mi agenda, un contacto en las realidades virtuales un alguien con quien llorar, con quién desahogar la los desalentadores pensamientos que pasaban por mi cabeza.

¡Qué difícil encontrar un amante para amar! Estoy segura que más de uno hubiera accedido a pasar una deliciosa noche de sexo conmigo y no porque sea la mejor o verdaderamente atractiva, sino porque un amante para el sexo siempre está dispuesto para cuando se necesite, para cuando parezca que se puede evadir la realidad con placeres superficiales, como si  fuera un dolor de cabeza para resolverse con una aspirina.

Pero necesitaba más que una aspirina sexual, quería un amante para amar, para amar en el sentido más simple, en el sentido más sencillo, sin complicaciones. Alguien dispuesto a escuchar una letanía de sinsentidos, no para encontrarles sentido o para darme las respuestas correctas, sino que únicamente para que, al menos esta vez, no tuviera que escribirlos, sino que pudiera hablarlos, sintiendo unos oídos atentos a mi voz y no tener que esperar unos ojos atentos a estas líneas.

¿Por qué es tan difícil? ¿Por qué? ¿Cuántos habrían estado dispuestos a estar una noche con Azul? ¿Cuántos dispuestos a pasar ESA noche con Azul? No con sólo la sexualidad de Azul, sino con la persona, con el personaje… y es que es triste que el placer de vivir libremente a veces confunde a muchos hombres, quienes piensan que mis necesidades y fantasías se reducen a algo meramente físico, que se resuelven con el sexo ya sea en fantasía o en realidad.

Ser Azul es más, mucho más que lo que unas limitadas mentes masculinas ven, ser Azul es ser pasión, ser intensidad en TODO… Ser Azul es querer perderme una noche en el cansancio extenuante de un sexo complaciente, pero también necesitar una noche de paz que entre caricias acompañe mi sueño profundo.

Ser Azul es ser libre de prejuicios, ser libre de inventar fantasías, ser libre de abstraerse del mundo y sus personajes, ser Azul es añorar un beso de buenas noches que me haga soñar con una secuencia de Momentos Azules que dibujen una Historia diferente.

Todo un placer

placer

Sé que esto puede resultar muy controversial porque para esto no hay técnicas únicas o maneras correctas de hacerlo, son ene mil variables las que pueden influir, dependerá sin lugar a dudas de la confianza y comunicación que haya en la pareja, afortunadamente he estado con hombres que me han enseñado con paciencia y mucha pasión, lo que me ha permitido hacer de esto todo un placer.

Bueno, tampoco quiero generar una falsa expectativa ni pretendo presumir, porque que no soy profesional en la materia pero que sin duda es algo que disfruto muchísimo. No recuerdo con precisión cómo descubrí esto, ni a qué edad, pero indudablemente me encanta y, como en casi todos los capítulos de nuestras historias, habrá parejas con quienes lo podamos disfrutar más, quienes nos lleven a reinventarlo a hacer lo inesperado, y con cada uno se aprende algo que sin duda se puede aplicar con el siguiente.

También aclaro, no se entienda este texto como una receta  o procedimiento a seguir, es sólo que hoy camino a casa en medio del tráfico de esta ciudad,  el play list aleatorio de mi teléfono seleccionó una canción que me llevó a querer compartir ustedes mis lectores de una forma un tanto didáctica la manera en que disfruto yo:

Primero, es importante el atuendo.  La escena necesitará un atuendo especial,  no un disfraz, solo algo que connote que me esmero para disfrutar la ocasión, que se vea el detalle de la sensualidad femenina. Es una cuestión de actitud que se verá reflejada en el físico: un rico baño tibio, una crema con aroma suave para todo el cuerpo, un sexy vestido negro corto, un poco más arriba de media pierna, tacones altos, un maquillaje discreto porque si no más tarde, al sudar deslucirá horriblemente  y, por supuesto, un toque de perfume… nada más provocativo para un hombre que un olor delicioso para hacer que este encuentro sea aún más disfrutable.

Luego, estar lista y puesta para la cita, recibir a ese gentil caballero con una pecaminosa sonrisa que le haga volar su imaginación, darle un beso en la mejilla -casi en la oreja para alcanzar a acariciarle sutilmente con la lengua -. El lugar ya está previamente pactado, así que ansiosos por llegar conducimos el auto sabiendo que en nos espera una gran noche, que nos hará disfrutar hasta cansarnos, hasta rendirnos exhaustos.

Después, al llegar, por supuesto, algo de tomar. Algo que comience a encender las pasiones y entre sonrisas emocionadas el vibrar de los cuerpos nos llame a la acción, pero con calma,  tendremos toda la noche, así que seguimos disfrutando los tragos.

Transcurre una hora y después de una amena charla, luego de sentirnos acorde al ambiente del lugar en el que estamos y antes de que los tragos hagan efecto, ya es inminente el deseo de comenzar, así que tomas mi mano, la besas y respondes la sutil caricia de mi lengua en tu oreja tú correspondiéndola en el dorso de mi mano. Me tomas con una mano en la cintura y otra en la espalda, besas mi cuello y el efecto del perfume cumple su cometido, por ello a  un ritmo delicioso comenzamos a disfrutar la noche.

Perdemos la noción del tiempo, porque es verdaderamente excitante el ritmo de nuestros cuerpos que de momento se acercan pareciendo uno y después se separan sólo dejando nuestras manos entrelazadas. De momentos la distancia provoca que con roces deliberados, tu mano baje un poco por mi cadera, viéndonos de frente a los ojos, sin hablar pero comunicándonos que disfrutamos.

La noche continúa, nosotros ajenos al mundo, ajenos a la realidad externa, sólo en nuestro tiempo y espacio, sólo dejando que los cuerpos disfruten. Me encanta porque la fuerza de tus brazos, tus manos marcan el ritmo guiando mi cintura, mis caderas y todo mi cuerpo. El tiempo pasa lento disfrutando, sintiendo eterna la historia de ese lugar que nuestras mentes traducen en deliciosos movimientos.

Es momento de hacer una pausa, aunque esto resulte un placer, uno se cansa, la condición física no es la misma de otros años, ahora los años y los kilos pesan, entonces aprovechamos pequeñas pausas para tomar aire, recuperar el aliento y seguir brindando con un trago más, que lo mismo da saborearlo del vaso, de la copa o de tus labios.

Extasiados, en medio de esas miradas cómplices,  de esas sonrisas plenas, el deseo de continuar nos regresa a la acción. Nuevamente nuestros cuerpos vuelven a comunicarse con movimientos sincronizados, sutiles y tácitos, con cambios de ritmo para potenciar las sensaciones.  Sabes que lo disfruto, sabes que mi estrés cotidiano lo requiere para relajarse y olvidarse del mundo, que estar ahí me transforma.

…en verdad no sé dónde o cómo es que descubrí mi gusto y pasión por bailar, me encanta la salsa, se me hace un ritmo divertido y sensual, reitero, no soy experta en baile, pero sí creo que es de los placeres que obedecen el instinto. Lo disfruto muchísimo, es un delicioso cansancio que descansa, lo he comprobado en esas largas noches en las que retamos el cansancio para disfrutar una noche completa de ritmos guapachosos.

¿¿¿Bailamos???

Qué deliciosa forma de hacer el amor

hacerelamor

Había sido una cita compleja, entre tus ocupaciones y las mías parecía que sería imposible robarle un tiempo a la realidad, es más, llegué a sentir que tú estabas haciendo todo lo posible para huir de mí… Y no sabes cuánto deseaba sentirte, consentirte, deseaba tanto cerrar los ojos al mundo y sentirte mío por unas horas.

Finalmente, en medio del caos citadino concretamos el encuentro. Siempre busco verme especialmente bien para ti. Durante todo el día no me había maquillado pensando en arreglarme exclusivamente para nuestro encuentro. Como en otras ocasiones me importa qué ponerme, lucir sensual y provocativa para ti, jamás artificial, sólo yo con un toque de fantasía que dé el contexto para disfrutarnos.

Llegamos al lugar de siempre, con mucho calor!!! Sinceramente te seguía sintiendo ajeno a la escena, ajeno al motivo del encuentro. Mis ya tradicionales fantasmas me torturaban tratando de leer tu mente, tratando de saber qué porcentaje de ti estaba conmigo y qué porcentaje en tu complejo mundo, pero también con esa dosis de realidad de quién eres, quién soy y qué somos -nada-.

Charlamos un poco, tomamos algo para refrescarnos, y como de costumbre platicamos, ahora teniendo como tema ese nuevo proyecto en mi vida que tan emocionada me tiene. Así entre la charla y con la prisa que normalmente me genera saber que le robamos tiempo a la realidad (a veces con las horas contadas), con un ansia descarada de mi parte comencé a acariciar tu cabeza, besarte en los labios, recorrer tu cara hacia tu cuello y así poco a poco seguí avanzando por tu piel con la deliberada convicción de despertar el deseo que sé nos hacía estar ahí.

Wow, qué rico es devorar de a poco tus labios, lamer tu oreja y jugar en tu cuello, imaginando que esas sensaciones recorran tu cuerpo, enciendan tu piel. Así comenzó a sobrar la ropa y no sabes cuán emocionante me sigue pareciendo el momento desabrochar tu pantalón, de jugar en tu abdomen y cintura con mi lengua buscando cómo llegar a ti, cómo hacerte explotar de placer.

En fin, qué rico sexo tuvimos, pero lo que quería escribir es qué tan delicioso hicimos el amor, solo que –al estar escribiendo este texto desde mi celular- aún conservo tu olor en mi piel, mi cuerpo aún sigue ardiendo en deseo por ti, me distraigo en lo que quiero narrar…

Así, medianamente exhaustos sobre la cama, tomando un respiro de la actividad física pude sentirte tan cerca, pude disfrutar tanto esa apasionada conversación. Ajá, apasionada conversación, me hacías temblar al pensar mis respuestas, sentía ganas de llorar para defender mis argumentos…

Todo inició como un divertido reto, un reto en el que a través de una entrevista querías saber quién es Azul y por supuesto, muy segura de quién soy, me dispuse a escuchar tus cuestionamientos. Como casi siempre me sucede contigo, no supe bien a bien cuál era la intención o si mis respuestas fueron las correctas. Pero sin duda así recostados y a medio vestir, tu entrevista me llevó a disfrutarnos tanto…

¿Qué pretendías? Dar la misma lección que yo?! Es decir, llevarme a una introspección profunda para saberme ser humano, saberme mujer, así sin más adjetivos?!?

Qué pretendías?!? Escuchar de mis labios mis desaciertos, que reafirmen tu teoría de mi locura no contagiosa, saberte protagonista de esta fantasía?!?

No sé… lo que sé es que en esa cama, viéndome en tus ojos y conteniendo las lágrimas me pareció que hicimos el amor tan delicioso a través de esa conversación…

Delicioso, porque era yo!!! Sólo yo, total y absolutamente desnuda, con el alma desnuda sobre las sábanas (como siempre he estado para ti). Porque eras tú, esa complejidad humana que seguiré apostando que tiene todo bajo control, que seguiré apostando a que juega con mi mente.

Eso sí fue hacer el amor, el amor más simple y honesto, ese amor que utiliza los labios y la lengua para expresarse con franqueza; el amor que utiliza el cuerpo, que usa cada centímetro de la piel para saberse vivo, para saberse humano… ese amor que presta todos los sentidos para entender las respuestas.

El mundo debería considerar esta manera de hacer el amor, alternar noches intensas de sexo apasionado con cuerpos desnudos, con noches de charlas profundas de almas desnudas en las que resulta absolutamente delicioso hacer el amor.

Insomnio

insomnio

Hay días muy extenuantes, entre el caos chilango, el caos laboral y el caos de mi propia vida, llego a casa exhausta, ansiosa  de un baño tibio, que haga que al caer el agua sobre mi cabeza depure mis pensamientos, limpie de mi mente de todo aquello que no deba guardar, que mi mente se quede libre de sensaciones paranoicas o de escenas del día que en la realidad se quedaron inconclusas… pero, hasta ahora, no lo he conseguido.

Entonces con ese poco tiempo que queda entre que llego a casa, medio ceno algo ligero, medio ordeno la agenda mental del día siguiente, mientras intento cifrar en palabras para mis redes sociales todo mi desorden mental, llega la hora de ir a la cama. Una camiseta, shorts y la ventana abierta, quizá circule un poco de aire que ventile mis pensamientos.

Sobre la cama, a veces cubierta sólo con la sábana, juego con el celular un rato, quizá rumiando mensajes del pasado tratando de revivirlos como si fueran actuales  -como si hubieran sido reales-; leo frases de los perfiles que sigo; escribo frases cortas en mi bloc de notas del celular, esas notas que sé que después con más calma podrían convertirse en relatos; así, recorro mi día tratando de visualizar un mejor pronóstico para el día siguiente.

Si el corazón se encuentra aún muy excitado, escribo para tranquilizarlo, abro mi carpeta “Momento Azul” en la aplicación de mi teléfono y comienzo a escribir sin un objetivo claro, sólo el de desahogar los pensamientos. A veces termino haciendo una reseña de recuerdos y a veces inventando una historia que por lo regular tiene como punto de partida una situación real y juego con mi imaginación para convertirla en lo que habría querido que fuera.

Quizá pase de media noche y cuando me dé cuenta que le quedan cinco horas a mi noche antes de que comience mi jornada del día siguiente, cierro todo y me dispongo a dormir. Bueno, cierro el documento que inicié, cierro la aplicación, cierro mi celular, cierro los ojos… pero ¿cómo cierro las carpetas abiertas en mi mente? Lo intento, evoco desde mi imaginación momentos de paz, sensaciones de tranquilidad y así comienzo a conciliar el sueño.

Pasan un par de horas cuando mucho, y algo en mi mente lucha por traerte a mis sueños, por hacerte parte de mi noche, supongo que la lucha consciente contra la inconsciente es tan intensa que termino despertando, volteando a ver el reloj, para darme cuenta que no hacía tanto que había decidido dormir.

Entonces en ese momento la lucha es consciente, es una dualidad entre querer encontrarte en mis sueños y que mi mente te haga estar presente  en mi insomnio. Entonces en ese despertar sin descanso te pienso, te me antojas aquí conmigo, en mi cama… Y con ese pensamiento se desencadenan una serie de antojos de medianoche…

Pienso: si estuvieras aquí lamería de a poco tu nuca hacia tu oreja, mordiéndola suavemente, acariciaría tu espalda con las yemas de mis dedos, te diría “cositas” al oído, despacio con voz muy muy baja, que no entiendas qué digo, sólo imagines… que sientas cómo se acelera mi respiración y mi voz se entrecorta…

Sólo pienso, y en ese pensar, las posibilidades de volver a conciliar el sueño pronto, se alejan, porque el vacío de sólo pensar  -no tenerte aquí conmigo- me hace evocar otras realidades, otros escenarios, según yo más manejables. Pienso en el trabajo, en la gente, en el mundo, en el día a día y aún no termino de organizar los archivos mentales del día recién terminado, cuando ya estoy pensando en qué pasará en una cuantas horas cuando me encuentre con situación equis del trabajo.

El insomnio es esa puerta a mis pasiones y mis demonios, es la entrada al infierno de una realidad inconsciente que me hace vivir esos sueños que sufres sintiéndolos reales; es decir, sin estar profundamente dormida ni conscientemente despierta, hay una escena que se sobrepone en mis pensamientos, entonces de acuerdo a los demonios que se apoderen de ella, imagino que la resuelvo o me quedo con la sensación de que se complica.

Ese infierno es un mundo intranquilo, de pensamientos confrontados, es un arder de pasiones de una realidad inexistente pero que me abruma como si lo fuera una realidad real, es un escenario en el que sin sentido convive un pasado y un futuro que no resuelven el presente, ni el real ni el de la mente que me atormenta sin sueño.

La desesperación, el desasosiego de pensamientos en cadena que carecen de razón de ser, que buscan unos brazos que den un poco de paz, que buscan un pecho tibio donde acomodar la cabeza y en ella los pensamientos, me hacen tomar el teléfono, buscar tu número y escribir, escribir y borrar, escribir y borrar una y otra vez…

Finalmente, cuando logro dominar los demonios -o dejarme dominar por ellos si no tengo fuerza para luchar- intento nuevamente conciliar el sueño, en un suspiro profundo recorro mi cuerpo tratando de construir un instante que me dé un poco de paz, intentando que en ese respiro mi mente se apague, mi alma se sosiegue, mi corazón se concrete a cumplir con sus funciones vitales para que mi cuerpo se disponga a descansar.

Seguir leyendo «Insomnio»

La Escritora

Escritora

Estudié periodismo… desde pequeña siempre encontré una gran afición por querer saber más, por querer entender más y las preguntas siempre fueron mi camino, no a las respuestas, sino a más preguntas y eso hacía inagotable mi incipiente instinto periodístico.

Puedo recordar de una manera muy clara mis inicios de periodista, de Escritora… sí, en verdad era algo que imaginaba, podría verme en un escritorio con una lámpara, decenas de hojas desordenadas sobre el escritorio y, por supuesto, una romántica máquina de escribir mecánica.

Recuerdo esas tardes en casa de mi abuela comiendo fruta, sentada en el suelo a los pies de su cama, observando un mundo de historias en cada espacio de su casa. Un tocador repleto de cremas y cosméticos que ansiaba se acabaran pronto para que me regalara los envases vacíos, lo mismo que aquellas coloridas sombras vacías, ya sin maquillaje, para jugar a ser grande, para verme en el espejo de ese tocador e imaginar que me maquillaba.

Había un cuarto pequeño conocido por todos los nietos como “el cuartito” ahí había un sinfín de misterios, de ésos que a los niños nos encantan, de ésos que hacen imaginar historias: ¿qué habría dentro de esa caja? ¿Por qué había cosas tapadas con cortinas viejas? Ahí había unas maletas, mi abuela siempre se refería a ellas como “baúles” y esa palabra me parecía graciosa.  Eran dos, una azul y otra verde, muchas cobijas dobladas y tapadas con cortinas, una cama individual desde donde se veía el jardín.

En la habitación principal había un ropero viejo, en el interior un mundo de fantasía: ropa, álbumes fotográficos, joyas, historias que era inevitable que ella me compartiera con lágrimas. Estaban los primeros recibos de pago de mi abuelo, unos dólares, los primeros que él le había mandado cuando se fue de brasero a Estados Unidos.

En una de las puertas, por dentro del ropero, lo mejor: fotos y cartas pegadas ahí, de nosotros: sus hijos y nietos y, sin temor a equivocarme, entre más de una veintena de nietos siempre fui la consentida. Ahí, en ese escaparate de cosas importantes, estaban mis cartas, mis rupestres dibujos, ahí mis primeros escritos -se me acelera el corazón y se me llena de melancolía sólo de recordarlo-.

En ese espacio – que ya no existe como lo tengo guardado en mi memoria- empezó mi vida de Escritora, sí, sé que suena muy pretencioso decirlo, pero en verdad así me sentía, incluso ahora pienso, si ella no hubiera atendido mis cuestionamientos, si ella no hubiera estado atenta a mis escritos, quizá hoy seguiría llorando como la única manera de descifrar mis pensamientos.

Así preguntando y escribiendo historias, a veces las mismas una y otra vez, comenzó mi pasión por la escritura, en ese momento no entendía por qué -creo que ahora tampoco- pero la escritura me parece esa puerta a través de la cual los pensamientos, los recuerdos y los anhelos tienen sentido.

Así mis primeras entrevistas eran tan profundas como preguntarle cuál era la marca de su champú, hasta que me narrara una y otra vez cómo la robó mi abuelo a los 16 años.

Tenía un cuaderno scribe, con un diseño que sólo mis contemporáneos reconocerían, un cuaderno blanco forma italiana con grapa al centro. Escribía con lápiz, no borraba, tachaba y volvía a escribir hasta que sintiera que mis palabras podían decir lo que estaba en mi corazón.

Entonces,  luego de la sesión de preguntas y respuestas a redactar la entrevista. En ese tiempo era un sueño ser periodista, imaginaba escribir y escribir, imaginaba que alguien supiera de mi existencia o de las historias de otras personas a través de mi escritura. Ese sueño me hacía poder recrear en mi texto el lugar donde nació y vivió mi abuela, sin jamás en la vida haber visitado, ese lugar (provincia) podía imaginarlo muy claramente: las huertas de manzanas, las calles, la panadería todo lo que ella me narraba.

Mi entrevista se quedaba en borrador, nunca la acababa en un mismo día, y no porque no pudiera, sino porque necesitaba rumiar la historia, saborearla, entenderla, filtrarla a través de mi corazón para que después tuviera sentido.

Así, luego de la entrevista nos íbamos a la cocina, seguramente mi abue quería descansar un poco de mí, siempre me decía que hablaba como “tarabilla” no entendía si era un cumplido, pero el hecho era que yo ya tenía en mi cuaderno lo que requería, por lo tanto merecía esa placentera visita a la cocina.

Una estufa blanca pequeña, una alacena antigua, una mesa de madera, debajo de ella muchos trastes apilados. El olor de té de canela y de  una tortilla tostada sobre el comal representan un recuerdo sensorial que mi memoria -y mi corazón- jamás olvidarán. Ella preparaba la merienda y yo disfrutaba esos aromas.

Mi mente seguía pensando lo que quería procesar en palabras, qué, cómo explicarlo, no entendía (conscientemente) la gramática, la sintaxis, pero sabía que mi texto tenía que tener sentido. Hoy sé que sí lo sabía, no sabía que ésos eran sus nombres pero sabía que eso debía tener mi texto.

Mi casa, la de mis papás, era contigua a la de mi abuela, y para que la aventura fuera completa, había una puerta que comunicaba ambas casas. Luego de varias horas de trabajo periodístico, que mi mamá llamaba despectivamente “estar de chismosa”, llegaba un momento de la tarde donde desde el patio de mi casa se escuchaba: “Aaaaaazul, te-llama-mi-mamá!”, ésa era la señal de alerta de alguno de mis hermanos previniéndome que tenía segundos para estar en casa antes de que el grito se convirtiera en un enérgico y seco: “Azul!”, de voz de mi madre…

Entonces, regresaba a casa con mi cuaderno, con una gran sonrisa que me hacía sentir La Escritora, que me hacía sentir la ansiedad porque fuera de noche, durmiera, me levantara, fuera al colegio, regresara, hiciera la tarea y huyera a continuar con mi trabajo periodístico…

Hoy, la historia es igual, no tengo un cuaderno scribe como aquél, mi celular y las aplicaciones que le he instalado son mis refugios para escribir, aquella casa de mi abuela cambió, ella sigue y cuando el corazón se apachurra, cuando las palabras no fluyen regreso a buscar ese olor a té de canela a tortilla tostada, a abrir el refri sólo como costumbre.

Así, mi pasión es escribir, jugar  a La Escritora que lo mismo le da escribir poesía, que relatar sus aventuras y desastres, porque al principio al final el único mundo que me pertenece es éste: el que escribo, el de La Escritora.

Momento Azul

cabercera3

Momento Azul es mi mundo, es ese espacio de fantasía donde el sinsentido tiene sentido. Es un espacio donde me reconozco falible y adaptable a las diferentes escenas que propone ante mí la realidad. Es el recuento de las aventuras, experiencias y desastres de mi vida, en donde he aprendido que la vida sólo tiene sentido si se devora en bocados pequeños, si se bebe a pequeños sorbos, si se vive de momentos.

“Nada es al 100”, eso siempre dice una amiga y qué razón tiene. Sí, nada es al 100; sí, no hay perfección femenina que llene cualquier vida, por eso aprendí a sobrevivir de momentos, de instantes, de placeres efímeros que dejen un buen sabor de boca que alcance en lo que llega otro buen momento.

Momento Azul es mi espacio en el que puedo reescribir la realidad para encontrarle sentido, es ese tiempo en el que puedo editar lo que sucede a través de las palabras para poder resaltar ese “algo”, ese momento que hace que valga la pena.

Mi realidad se construye de momentos: el momento en el que la casualidad le permita encontrar, encontrarte y que provoques el latir de mi corazón; ese momento en el que las nubes o la luna parecen comunicarme algo, algo que me diga que me extrañas y me deseas; ese momento de un beso robado alimente la esperanza de creer en el amor.

Y sí, sin esos momentos, sin esos pequeños instantes en los que la felicidad pasa como agua entre las manos, esos momentos que parece que la felicidad está dispuesta para uno a manos llenas se quede con ella, pero es imposible detenerla, es imposible atraparla…

Así mis pasiones y emociones se han guardado cifradas en palabras, en pequeñas historias, en momentos. Porque esa felicidad que se fue entre los dedos como agua, en el preciso momento que lo hacía provocó sensaciones, provocó emociones, provocó imágenes ahora almacenadas como recuerdos.

La felicidad es la suma de eso, de ese instante en que la frescura del agua pasaba entre los dedos, como la sensación del juego de mi lengua en el dorso de tu mano; el instante de la humedad que parecía traspasar mi piel, como la humedad de tus labios tatuaban el deseo en mi cuello; el momento de escuchar el suave sonido del agua correr, como el murmullo de mi voz en tu oído diciéndote: “te quiero”.

Y sí, pasa, la vida sigue… y así como no pude detener con mis puños la vasta corriente de agua que pasaba entre mis dedos, tampoco puedo detenerte en mi vida para que seas mi felicidad eterna, menos para pretender ser tu felicidad. Así como la dualidad de sentir el placer del agua entre mis manos a la par de la nostalgia de saber que pasa y no se queda, así la dolorosa dualidad de saberte mío por instantes y ajeno el resto de la vida.

Así, Momento Azul reconstruye la realidad de instantes, de sensaciones, de historias que, al igual que el agua, pasan, pasan pero no se borran, pasan pero perduran, pasan pero marcan…

Así, así vivo mi día entre la realidad y la fantasía, entre la esperanza del momento en que pueda robarte  del mundo y la fría realidad de la soledad que me hace creer que mis encantos harán que pronto llegue alguien que se dé cuenta que soy un Mujerón…