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En medio del caos

¿Que dónde había estado? Perdida, sí, en el sentido más literal de la expresión, atrapada en un remolino de vivencias que al menor intento de querer salir de él me arrastraba inclemente a un caos de preguntas, dudas y temores. 

Aún, sobreviviente de la pandemia, no me reconozco en una humanidad a quien el miedo le hizo prometerse falsamente cambios radicales en el sentir y el actuar, se suponía que habría un antes y un después con sobrevivientes más empáticos, más sensibles y más higiénicos (en todos los sentidos). En aquellos años, que parecen ya lejanos, nos prometimos valorar a nuestra gente y no permitir que la distancia física nos alejara, nos inventamos utopías en nombre de los que se fueron y encontramos historias de amor  entre los que quedamos.

Quizá ahí, en la pandemia y la pospandemia, comencé a perderme dentro de este torbellino, me dejé atrapar por noches de insomnio con reflexiones absurdas que parecían solo interesarme a mí, nuevamente me reconocí falible, imperfecta e ilusa y nada más doloroso que la desilusión en la veteranía.

La realidad, esa realidad de la que como Azul siempre quise huir me alcanzó y no solo me alcanzó, me atrapó y me puso frente al espejo, reflejando a una mujer vulnerable, muy vulnerable e incapaz de encontrar el orden en medio del caos en el que estaba. Ahí, frente al espejo, todas las certezas se convertían en dudas, todos los encantos en debilidades, toda la experiencia de la veteranía en ineptitud, la supuesta “sabiduría” con que conducía a otros en ingenuidad para comprender a los míos.

Esa cruel realidad me alejó de este espacio, donde con magia podría acariciar seductoramente la imaginación de mis lectores, me pedí porque no encontré mayor destreza que atormentarme con juicios inquisitivos hacia mi actuar, hacia los resultados con los que se puede medir “el éxito de una Mujer”, entonces me supe perdida, porque en cada intento de escribir para seducir, únicamente lograba un muro de lamentos con lágrimas de desesperanza y frustración.

Aún no sé qué queda de Azul, aún busco en las noches de baile algo o alguien que me la recuerde, que la devuelva. En aquel ritmo compartido de la salsa, cuando unas manos tibias y un aroma sutilmente delicioso me invitan a cerrar los ojos, sé que aún hay tiempo para la fantasía, para huir del hastío y convertirnos en presas de la letra de esa canción, al beber un par de tragos y apostarle a la locura como tratamiento paliativo que por instantes me haga sentir fuera del caos que me tiene agotada, exhausta y por momentos derrotada. 

En esas noches de baile conversando trivialidades con desconocidos que con el paso del tiempo se convierten en amigos, me siento en paz, una extraña paz que da el cansancio físico, la adrenalina de los timbales y la conga, las risas bobas al poder olvidarse por unas horas de los tortuosos estándares de perfección, civilidad y cordura que mi mundo exige. 

Y luego de esa hermosa terapia que es el baile de una noche, a luchar contra el espejo, contra ese esquizofrénico mundo dentro de mi cabeza que  no logro silenciar con lágrimas, que no logro ordenar con acciones infructuosas.

Pero aquí estoy, sacando apenas una mano, un pie de este caos, encontrando en las palabras la única salida, evitando los espejos y los buenos samaritanos que me digan qué ”debería hacer”. Soy Azul y, cómo lo escribí en el primer relato, soy una mujer acostumbrada a negociar los sueños con la realidad, a reinventar mis encantos ante las derrotas y a seducir con la fantasía y la imaginación. Por ahora, los viernes de salsa seguirán siendo mi único espacio seguro, el único espacio sin caos ni juicios desde donde seguramente habré de reinventarme…

Un año más…

Se acaba un año más y con él se van un sinnúmero de experiencias, un sinfín de instantes que entre lágrimas y risas ya son historia. Muchos aprendizajes quedan y,  sin duda, el más importante ha sido fluir con la vida, fluir sin cuestionar, sin poner resistencia… y no es conformismo, simplemente ha sido la realidad.

Este año ha sido uno de los más rudos, de los que a fuerza de experiencias y decisiones (voluntarias e involuntarias) me ubicaron en un lugar que hoy me hace plena y dueña de mi vida. Ha sido un año de pérdidas irreparables, esas que aún su ausencia sabe a dolor, que aún es imposible mencionar sin que las lágrimas emerjan desde el alma. Ha sido un año en donde más de una vez he comprobado aquello en lo que creo fielmente: “solo el amor nos hace trascender”.

Este año ha sido crudo, y el sismo de hace unos meses ha representado de manera muy simbólica la sacudida que mi vida dio en este lapso. Mi gente en riesgo y mi corazón extrañándolos; mi vida del otro lado de la ciudad y valorando estar fuera del riesgo; mi responsabilidad en nuevas vidas, más frágiles y vulnerables que las de antes y sacando fuerza de flaqueza para dar fortaleza en días que ni yo la encontraba.

Así, con amores platónicos que alimentan el corazón con recuerdos, poesía, música y besos a la distancia; con un buen amante que hacía de noches completas momentos lúdicos  que aún me hacen sonreír; con buenos amigos con oídos atentos a las lágrimas de noches en las que la soledad parecía aplastante; con un espejo que por ahora me hace sentir más bella y más plena con mi vida.

Por varios años quise escribir una historia diferente en el lugar equivocado, quise creer que podía modificar una realidad árida y siniestra, puse en esa historia más de lo que cualquiera imaginaría… hoy a la distancia, me siento curada de esa soberbia y acepto, no una derrota, sino una humilde victoria sobre los corazones que eran fértiles para sembrar y cosechar amor. Alguien sabiamente me dijo: “a veces la vida nos obliga a salir de los lugares que amamos porque algo mejor nos espera”, así es, la ceguera momentánea no me permitía entenderlo, pero así es…

La vida fluye, sin preguntarnos ni aceptar preguntas, quitándonos personas que amamos y con quienes se va un poco de nuestro ser; poniéndonos nuevas personas necesitadas de amor, de un abrazo sincero que les dé fuerza. La vida fluye, nosotros con ella, aceptando que cada día es un reto, que cada día es incierto y que a veces ese día puede ser el último, el último para ver la luz del sol, para decir un te amo, para secarse las lágrimas y levantarse de las ruinas e intentar continuar.

La vida fluye en medio de un dolor que nunca se cura, ese que la partida de los que amamos deja; ese que se mitiga con los recuerdos impresos en fotografías, tatuados en el corazón y resguardados en la memoria. La vida fluye con la esperanza de un futuro mejor, de un mundo donde pueda tocar vidas, almas y construir aquello que anhelo para mí y los míos… La vida fluye, con la única certeza que hasta hoy he podido comprobar: SOLO EL AMOR NOS HACE TRASCENDER…

 

Sabor a Realidad

 

Habíamos pensado que el día jamás llegaría. Estaba nerviosa, emocionada, ansiosa. Decidir el atuendo que vestiría era complejo, no tenía certeza del plan que llevabas en mente aunque sentía que era cercano a lo que pasaba por mi cabeza. Así que el atuendo debía ser algo práctico, simple y sensual… algo que de sólo verme te hiciera confirmar que tu cortés invitación había sido un acierto.

Me di un baño tibio y me vestí. Lencería en color negro, lisa, sin encaje, lisa y sedosa.  Un vestido rojo quemado a media pierna y zapatos altos en color negro. Aceite con esencia de violetas en todo mi cuerpo, especialmente en mis piernas para que las hiciera lucir, un toque de perfume en mi cuello y maquillaje sencillo y discreto, salvo los labios, los labios en color rojo pasión con un toque de gloss que los hiciera irresistibles al momento de saludarte.

Acordamos vernos en un punto, dejé ahí mi auto y subí al tuyo. Dentro de auto me dijiste que te parecía hermosa, acariciaste mi pierna y besaste mi mejilla, muy cerca de mi oreja.

Nos dirigimos a una cabaña un tanto un tanto retirada del punto de reunión. Era un lugar hermoso, en medio de una zona boscosa, donde el olor a bosque, a madera y la neblina fresca favorecían la escena. Dentro de la cabaña, sobre la mesa, dos botellas de vino espumoso, una charola con quesos y carnes frías; una gran cama cubierta por una sábana blanca y un delicioso aroma a madera impregnado en el lugar.

Entramos, te observé, me pareciste mucho más atractivo que otras veces, me abrazaste y en ese abrazo llegó el beso que otras ocasiones se había quedado en la imaginación, ese beso apasionado que nos hacía evocar aquellos relatos compartidos en noches de insomnio…

Abriste el vino, compartimos dos copas y, luego de un rato de charla, me sugeriste entramos al jacuzzi, así con naturalidad nos acercamos al él que burbujeante nos aguardaba y nos desnudamos. Entramos y fue el primer roce de nuestros cuerpos, fue el primer contacto real de nuestra piel, tal como lo habíamos imaginado: ¡delicioso!.

En el jacuzzi me observabas seductoramente comparando aquella imagen que en la Fantasía te habías hecho de mí contra la imagen real que tenías a tu lado. Tu mirada era deliciosa, excitante, con sólo verme encendías el deseo por hacer de aquella noche, nuestra noche. No era necesario que habláramos, que me dijeras qué pensabas, tu mirada me seducía de una manera muy natural.

No besamos, jugamos con el roce de nuestras piernas, te acaricié completo con mis manos bajo el agua, era un recorrido instintivo, un recorrido placentero para mis manos y mi imaginación. Disfrutamos mucho, no sé cuánto tiempo pasó… salimos del jacuzzi y ahí frente a la cama nuestros cuerpos escurrían mientras en un beso nosotros entrábamos en calor para elevar nuestra temperatura de nuestra piel y no temblar de frío.

Nos envolvimos  en una toalla y regresamos a la mesa a compartir nuevamente un poco de vino. Bebimos, platicamos y en un instante me deshice de la toalla que cubría mi cuerpo, me acerque a ti, te besé y acaricié tu cabello, te tomé de la mano y con nuestras copas de vino llenas, nos dirigimos a la cama.

Ahí, desnudos y con la piel aún poco húmeda, jugué en tu dorso, dejaba caer gotas de vino para después perseguirlas con mi lengua. Estabas recostado boca arriba, casi sentado, así jugué en tu pecho, tus manos y tus brazos, así reté el deseo contenido en ti de tiempo atrás, poco a poco sentí cómo tu cuerpo atendía mi reto, cómo tu cuerpo daba señales de que mi juego era placentero…

Regresé a tus labios sólo para asegurarme en un beso que aprobaras el camino que mi deseo trazaba, para​ que en un beso avalaras el recorrido que iniciaría… bajé nuevamente, despacio, jugando con mi lengua, mis labios, mi aliento, mis manos, mis senos, con el vino y con  todo aquello que te hiciera disfrutar…

Bajé a tu abdomen, besé tus ingles, mordí suavemente apenas apretando con mis labios. Mi mirada buscaba tus ojos esperando leer en ellos que disfrutabas, buscando en ellos encendida la luz del placer. Tú me observabas perdido en las sensaciones que mis labios te provocaban, sentías el cadencioso recorrido de mi lengua, la sincronía de mis labios haciéndote disfrutar, el calor de mi aliento y la humedad de mi boca confundirse con la tibieza de tu piel y el sabor del placer.

Fueron minutos intensos, plenos, tal cual lo habías imaginado, quizá mejor, mucho mejor de lo que en tu Fantasía habías creído. El recorrido certero de mi lengua, la sincronía atinada de mis labios, el roce de mis senos en tu piel, mi mirada y mis expresiones comunicándote cuánto te disfrutaba,  hacían incontenible la sensación de explotar de placer en un instante…

Delicioso… regresé a tu pecho, lo besé y luego fui a tus labios… sólo rozándolos, sólo un beso sutil que ayudará a recobrar la paz, para luego decirte al oído que fue sensacional el sabor a Realidad…

El amor contra el miedo

Así, cuando creo que lo más difícil ha pasado, un nuevo remolino llega, se convierte en tornado y me arrastra sin darme oportunidad de respirar, de saber hacia dónde me está llevando y de medir si aún me queda fuerza para salir de él.

En medio de esos pensamientos, sesgados por el miedo, en medio de esa sensación de incertidumbre, de zozobra, un par de tequilas intentan anestesiar todo lo que duele, todo lo que rebota en mi cabeza, mi corazón y mis vísceras sin saber en qué lugar debo guardarlo o cómo deshacerme de ello.

Dos tequilas, unos brazos conocidos, unas manos que conocen a la perfección el recorrido que enciende el deseo en cada centímetro de mi piel, unos labios en los que en un beso callan mis palabras y en otro dicen aquello que necesito escuchar para recobrar un poco de paz.

Así fue nuestra noche, así,  bailamos, como en aquella época en la que la edad y la condición física eran aliados para retar una larga noche de salsa. Así, bebimos unas cervezas acompañando una intensa conversación en la que yo no buscaba consejo, sólo oídos, sólo alguien con quien desahogar todo lo que pasaba y que debía guardar en secreto, por eso sólo lo podía hablar contigo, contigo con quien una y otra vez he desnudado mi cuerpo y mi corazón.

Así, llegamos a los tequilas, necesarios, porque las lágrimas de frustración por la historia que te compartía necesitaban ahogarse en alcohol, porque la miedo que paralizaba mis pensamientos y se sentía acumulado en mi espalda con un dolor intenso que exigía dejar de pensar.

Ese primer tequila “derecho” para que literal y metafóricamente llegara al hígado y adormeciera todos los sentimientos que desde ahí emergían. El segundo tequila, compartido, de mis labios a los tuyos, como parte de ese juego que siempre nos ha hecho cómplices, que nos hace amantes, amigos, confidentes, como esa explícita invitación a huir del mundo y refugiarnos en la cama para dejar que nuestros cuerpos guíen la huida de la realidad y disfruten del placer de una noche.

Así, continuaron los tequilas, la música de antaño que nos recordaba nuestras intensas noches de baile y por supuesto que aquella cama nos aguardaba, como tantas otras noches en las que llegábamos guiados por el deseo, por la pasión, pero hoy, por la soledad, por el miedo y por la necesidad de encontrar un poco de paz en un refugio conocido, para huir de la tristeza y convertirla en una noche de placer.

En esa habitación la ropa desapareció rápidamente, la cama nos recibió entendiendo que no era sólo un juego de amantes, aceptando que esa noche no era el reto del placer al momento. Más bien, necesitábamos una cama que nos diera cobijo para seguir hablando, para que entre besos y caricias el placer llegara, la pasión se encendiera por instantes pareciera que el mundo se detenía y en una sensación donde renacía la esperanza.

Así, en esa cama de momentos secabas el sudor de mi frente que describía cuan exhausto estaba mi cuerpo luego de disfrutar el amor, y que de momentos secabas mis lágrimas producto de seguir rumiando aquella historia que desde mi cabeza desordena toda mi vida.

Esta vez el amor era necesario y debía ser infalible, hoy, desnuda en cuerpo y alma, sobre esa cama estaba una de las versiones más vulnerables de mí que hayas visto en tu vida, esa que quisiera gritar que todo está mal y pedir ayuda para intentar salir de este dolor y que al mismo tiempo debe sonreír al mundo y creer que todo estará bajo control.

Esta vez hicimos el amor como antídoto para el miedo, como tratamiento paliativo que por instantes dé esperanza y alivio, hicimos el amor como otras noches, pero hoy sabiendo cuánto necesitaba el cobijo de tus brazos para contener el mundo desordenado que se desborda dentro de mí y que sale como incontenibles lágrimas.

Hicimos el amor con la perfección que nos ha dado la experiencia, hicimos el amor para encontrarnos entre los recuerdos y perdernos del mundo. Hicimos el amor y reconocimos en cada sensación que el amor es la única salvación cuando la oscuridad pone en tinieblas al mundo, a mi mundo.
Te quiero…

 

 

Lo que se fue

El 2016 fue sin duda un año difícil, un año que inició con la esperanza de una historia de amor que se convirtió poco a poco en una cruel aventura de realidad en la que “reinventar la manera de amar” ofreciendo sexo por amor no fue suficiente para que el amor fructificara… fue un año en el que mi mundo de cimbró casi de la misma manera que hace casi 10 años, cuando la perfección de la esfera en la que vivía se quebró y cayó desmoronándose por completo.
La historia de desamor de este 2016 me acercó a una realidad muy triste, la vulnerabilidad que durante semanas viví me enfrentó a un pasado vivo, un pasado que no he superado –y no sé si superaré algún día-. Me arrastró a una soledad profunda donde todo el mundo me parecía lejano, donde mi gente estaba lejos de estar conmigo.

Este año, ser Azul me convirtió en un personaje al alcance de todos aquellos que a través de la lectura de mis relatos podían hacerme suya desde de la fantasía. A través de los relatos reinventé una realidad vacía, una realidad que necesitaba de la fantasía para sobrevivir. Ser Azul me hizo vulnerable ante los ojos de varios “hombres” que suponían que mis relatos eran un menú a la carta que ellos podían seleccionar para tener su propia historia conmigo.

A través de este blog quise reescribir la realidad, quise hacer de la fantasía la única opción para no ahogarme en realidad, en vacío y en soledad. Cada Momento Azul representó un grito desesperado por encontrar sentido en medio del sinsentido cotidiano. Quise hacer de cada relato un reto para mis lectores en general, sin destinatario ni remitente. Quise retar desde la aventura de ser Azul, a que alguien estuviera dispuesto a descubrir quién soy, quién realmente soy, quién escribe su realidad desde la fantasía.

Ser Azul deja muchas experiencias, buenas y malas, así como la vida misma. Buenas: pude equilibrar un poco mi vida, escribir siempre ha sido algo que disfruto, y hacerlo desde este espacio permitió que cada Momento Azul sopesara la cotidianeidad tan vacía. También fue bueno cada uno de los comentarios positivos que recibí; el tiempo que mi gente dedicó para leerme y comentar. Fue bueno imaginarme esa mujer, esa Azul capaz de provocar sensaciones, esa Azul segura de sí misma, segura de su sensualidad, de su pasión, de su mundo.

Malo: unos cuantos “hombres” que –por sus limitaciones intelectuales – me confundieron con una mujer fácil dispuesta a satisfacer al mejor postor, aquellos “hombres” básicos que quisieron poner a prueba su hombría retando mi fantasía, pero siendo incapaces de entender mi realidad. Y no hablo de esos hombres interesantes, que aceptando el reto de la fantasía me imaginaron suya, siempre desde el límite del personaje, desde la propuesta literaria de este espacio, a ellos les agradezco sus halagos.

Quisiera creer que el año que terminó dejó aprendizaje, que el dolor y vacío que aún de momentos se siente se llenará muy pronto de lecciones aprendidas que no permitirán que me vuelva a equivocar. Quisiera creer que la aventura de ser Azul me hará más libre y no rehén del pasado y de esos “hombres” que sólo me asocian con una mujer fácil para sexo de ocasión.

El año que se fue, descubrió un mundo de fantasía, un mundo que desde la escritura me permitió ser Azul, y como Azul ser más yo, más natural y más libre. Esa mujer que se seca las lágrimas para inventar una fantasía seguirá escribiendo, reescribiendo la realidad a través de un Momento Azul… ¿me acompañas?

 

La pluma de mis historias

pluma

El otro día luego de haber leído el relato de la noche, un muy buen amigo me dijo: “Regálame una pluma con la que hayas escrito alguna de tus historias…” y fue una frase que hizo tanto eco en mi cabeza. ¿La pluma? Me hizo evocar aquellos cuadernos en los que en mis clases de universitaria intentaba atrapar los Momentos Azules de aquel entonces.

Hace ya varios otoños, cuando en la universidad conocí al amor de mi vida escribía y escribía para él, como todo universitario, había clases en la que era más entretenido pensar en el amor que escuchar lo que decía el profesor y más, cuando por la ventana del salón se veían inspiradores paisajes otoñales de pasto cubierto de hojas secas, de árboles secos y hojas bailando al ritmo del viento.

Los años pasaron, como toda historia de amor terminó, terminó en el terreno de la realidad pero con la promesa de que un día en la eternidad continuará… Hoy los amores apenas llegan a amoríos, a fantasías, a ilusiones para sentirme viva… pero la pluma y las hojas siguen siendo el medio para ser, para existir.

Siempre la escritura ha sido una pasión, una manera de traducir mi mundo, de descifrarlo con la ilusión de que las palabras escritas tengan más sentido que todos los pensamientos y sentimientos que revolotean en mí.

La pluma de mis historias es ese pensamiento arrebatado que desatina en la paz momentánea de mi vida y se traduce en una frase simple escrita en mi block de notas en el celular, para después ubicarla en una escena que dé lugar a un relato. La pluma de mis historias es la caricia casual que al roce casi accidental evoca un sinfín de sensaciones, jugando a que aún a mi edad se vale creer en el amor. La pluma de mis historias son las palabras que en conversaciones simples con mi gente dan sentido a los sinsentidos que en mi vida me mantienen al filo de las esperanzas y del dolor.

Hoy el sentido de este espacio es atrapar en palabras un Momento Azul efímero, imaginario o real, pero efímero, inmediato, que de no ser por porque hay un recurso escrito para cifrarlo, pasaría. Por eso hoy, el amor de hoy, la ilusión en el amor de hoy, requiere de este espacio… y entonces, la pluma de mis historias es cada una de las lágrimas que al escribir buscan ahogar una realidad que duele y dar vida a una realidad fantasiosa que a través de la imaginación aminore el dolor… son las lágrimas que entre la escritura nublan la visión de la misma manera que un beso robado a la realidad nubla mi juicio.

Esa pluma también está en las yemas de mis dedos, en esa caricia en sus labios cuando en un reto a la cordura le acaricio queriendo despertar a través de la tibieza de mis manos una fantasía que le lleve a devorarme a besos; está en la yema de mis dedos cuando entre sus cabellos busco escudriñar en historias del pasado que guarda su cabeza para hacer un espacio para la mía; está en mis dedos cuando intentando hacer el amor con él, quiero trazar sobre su dorso el lenguaje que dicte mi pasión para sentirme suya por un instante.

También, la pluma de mis historias es la humedad de mi lengua, cuando guiada por el deseo, explico en su oreja sin palabras que quisiera perderme entre sus brazos, que quisiera sentir sus labios recorriendo mi piel. Esa pluma también es la punta de la lengua que en una tarde cotidiana cerrando los ojos al mundo, juega con sus manos, lamiendo uno a uno sus dedos, recorriendo el dorso de su mano y mordisqueando las yemas de sus dedos queriendo que esa sensación recorra su cuerpo y evoque recuerdos conmigo.

Por supuesto que la pluma de mis historias, también está en mis labios, cuando en un ataque de ansiedad buscan saciar la sed de amor en su boca, cuando con más instinto que con técnica buscan su placer a través de las sensaciones que despiertan. Esa pluma escribe desde mis labios, con palabras, con besos, con caricias que inician en su cuello. Esa pluma, que al menos con él, parece ser de tinta invisible…

Sí, porque por más que esa pluma entendida como lágrimas, caricias, besos, etc. quiere comunicarle por escrito lo que pasa en mi vida, esa pluma sólo puede darle forma a historias imaginarias, a historias de fantasía en las que saberse el protagonista le resulta indiferente, donde saber de lágrimas o caricias le resulta lo mismo.

Por eso, la pluma de mis historias está sin duda la imaginación, esa imaginación que me hace convertir una tarde pactada de común acuerdo para dar rienda al deseo en una tarde de sexo complaciente cercano a la sensación de hacer el amor. Es la imaginación que me permite reescribir la realidad que duele como una fantasía que parezca medianamente divertida. La pluma de mis historias me deja escribir historias disfrazadas de lujuria para evadir el dolor del desamor.

La promesa

promesa

Pensar en ti es pensar en El Amor,  pensar en lo mejor de mi vida. Aquella época en mi vida fue la mejor, sin duda la mejor: una universitaria esperanzada en terminar la carrera para devorarse al mundo a través de su pasión profesional y al mismo tiempo una mujer vulnerable por los desencantos de la vida real, la amorosa personal y la familiar.

Cuando tú llegaste, llegó la paz a mi vida. En tus brazos nada más importaba, en tus ojos veía ese mundo de esperanzas que tú dibujabas para mí. Contigo aprendí que quien te ama de verdad, siempre procura tu bienestar, te hace ser mejor persona, te hace dar lo mejor de ti. Contigo fui la mujer de la que más orgullosa me he sentido en mi vida: deportista, atlética, inteligente, profesional, entregada, apasionada, contigo me redescubrí y entendí que soy mucho más de lo que un pobre hombre se merece.

Hoy a muchos, muchísimos años de esa historia, cuando la tristeza me abate, pienso en ti en la paz de tus abrazos y en la ilusión de tus besos. Pienso en esas tardes recostados sobre el paso, exhaustos del ejercicio, sólo viendo la vida pasar frente a nosotros, sin prisa. Recuerdo esos días importantes en los que como tratando de convencerme me decías: “Azul, créeme, esto no es algo que suceda comúnmente” y qué razón tenías. Antes de ti, jamás amé así, después de ti, menos.

Fueron años maravillosos, Momentos Azules memorables, en los que ser Azul tenía sentido, en los que tú me fortalecías, encontraba en ti siempre un consejo sabio, una palabra inteligente. Contigo cada instante fue único, en una deliciosa historia en la que hubo una promesa, la promesa de amor más allá de la vida.

En más de una ocasión me prometiste que más allá de la vida, en algún otro momento, en algún otro lugar, en la eternidad este amor continuaría… ¿Aún lo crees? ¿A tantos años esa promesa seguirá vigente? ¿Aún me recuerdas y sigues creyendo que este amor trascenderá?

En medio de esa promesa de amor eterno, hubo otra promesa: cada día de mi cumpleaños habría una rosa roja en un lugar previamente pactado. Los primeros cumpleaños, después de que nos separamos, iba por la noche a ver si estaba mi rosa. Ahí estaba, ahí lloraba y lloraba, añorando llegaras, imaginando que desde algún punto me observabas y que cuando me vieras desbordada en llanto, en nostalgia por ti, te acercarías a reconfortarme con tus brazos, con tus besos.

Siguieron pasando los años y dejé de ir… Después de ese tiempo te he visto “casualmente” en realidades ya completamente ajenas a nosotros, en mundos diferentes, sin hablar del pasado, sin preguntas ni respuestas, en medio de saludos cordiales. Únicamente con un corazón excitado de saberte cerca, de verte y sentir inevitable evocar esas tardes en las que fuimos nuestros, en las que fui tuya y tú mío, esas tardes en las que corriendo en algún hermoso paisaje recorríamos nuestras historias, tratábamos de arreglar el mundo o sólo repasábamos las historias de nuestro presente.

En estos días de confusión, de desesperanza te he pensado tanto, te he pensado tan rico, he repasado una y otra vez esa versión de mí que tú construiste, esa versión de una Azul fuerte, capaz, invulnerable, una Azul amada y fortalecida por El Amor y te siento como un sueño, como si aquel tiempo hubiera sido sólo un sueño…

¿Dónde estás? ¿Tu promesa sigue vigente? Diera todo por saber que me piensas, que hay un momento en tu cotidianeidad en la que algo que habla de mí, quizá ese hermoso cardenal rojo que se nos aparecía, quizá esos lugares en los que compartimos una comida, quizá esas deliciosas empanadas de manzana que disfrutábamos comiendo y después disfrutábamos persiguiendo las migajas que quedaban sobre tu pantalón.

Quizá en la poesía de Benedetti, quizá en esas hojas secas que en el otoño caían sobre nosotros mientras recostados en el pasto recuperábamos el aliento luego de nuestro ejercicio, quizá en el Azul del cielo que te recuerde mi nombre, quizá en el Azul de Rubén Darío, quizá…

Quizá esa promesa siga vigente, quizá en otra vida, en la eternidad al cruzar esa línea de la que platicábamos, quizá llegue ese día que, seguramente llorando, pueda correr a reconfortarme en tus brazos…

Siempre tuya…

Tu Fantasía

Fantasía

A veces sucede lo impensable, lo que jurarías jamás pasaría… A veces ser Azul es un riesgo para vivir, un riesgo para existir, un riesgo para ser tuya desde tu fantasía. Eso, lo inverosímil, sucede cuando luego de leer alguno de mis relatos, imaginando mi voz suave y cadenciosamente hablándote al oído, me buscas, queriendo saber más detalles de aquella historia recién publicada como un Momento Azul. Pero no hay nada más qué contar, sólo lo escrito, sólo el momento cifrado en palabras, así que, si quieres saber más, eres tú quien debe construir la historia, Tu Fantasía…

Entonces debes traer a tu mente esa imagen de tu propia Azul, Tu Azul con el atuendo, el olor, el cuerpo, la voz y en el ambiente en el que te gustaría estar conmigo. Con esa imagen clara en tu mente, me observas detalladamente y te parezco una Azul hermosa, una mujer muy interesante.

Visualizas la escena en una recámara, una amplia cama, una mesa con una botella de whisky y un par de vasos. El ambiente se impregna suavemente del aroma de mi perfume, el olor Azul que proviene de mi cuello se disipa en la habitación.

Te parece que luzco atractiva, visto una falda negra corta y ajustada, que me permite modelar mis piernas, torneadas y sensuales; una camisa abotonada al frente, de color Azul, por supuesto, con los dos primeros botones abiertos.  No dejas de observarme, ves cómo mis altos tacones hacen que se marquen aún más mis piernas.

En mi cuello una delicada cadena con un dije que cae sobre mi pecho, un dije discreto pero que invita a acompañarlo en el recorrido por el cuello hacia el pecho. Mi cabello luce impecable, es evidente que dediqué tiempo frente al espejo para estar hermosa para ti.

Ten clara a Tu Azul… dibuja en mí todos los detalles que necesites, el maquillaje, el peinado, el color y modelo de su lencería…

Tu Azul es sólo tuya, la que estás creando en tu imaginación… cuando me lees, cuando imaginas mi voz acariciar tu oído mientras cierras los ojos y sabes que ahí estoy, contigo, convertida en Tu Fantasía.

Así transcurre nuestra noche, comenzamos por beber algo, colocas un par de hielos en cada vaso, viertes un poco de whisky,  brindamos en ese primer trago, por lo que es sin ser, por este Momento Azul tuyo, no mío… Bebemos un trago, y dejo que el hielo toque mis labios y el hielo provoca una sensación que nos lleva a besarnos  para atemperar nuestra boca compartiendo aún un poco del sabor del whisky.

Acaricias mi cabello,  juegas con él y tus manos se sienten deliciosas en mi nuca, en mi cuello, en mis hombros, así, justo un delicioso masaje que comienza a desconectar los interruptores de la razón.  Me abrazas fuerte contra ti, con ternura, con una combinación de deseo y cariño, con los ojos cerrados,  disfrutando todos los pensamientos que pasan por tu cabeza y que el olor de mi perfume despierta en ti.

En ese abrazo sientes mi respiración en tu cuello, me sientes acercándome a  tu oreja, escuchas el murmullo de mi voz, diciendo sólo frases al azar, las que tú estás imaginando, las que tú quieres escuchar, las que me hacen ser Tu Azul, Tu Fantasía… Yo, disfruto esas sutiles y tiernas caricias en mi cuello, disfruto tus manos ansiosas por recorrer mi cuerpo completo, disfruto tus labios tibios deseosos de bajar lentamente por mi cuello hacia mi pecho.

En un movimiento casi accidental, nos recostamos sobre la cama, me sigues observando, haciendo tuyo cada detalle de la escena: disfrutas mi mirada perdida en la tuya, la cercanía de los cuerpos, el recorrido que instintivamente tus manos inician sobre mi cuerpo, abrazando mi cintura, acariciando mis senos sobre la ropa, tocando con las yemas de tus dedos mis labios.

Tu Azul hace perfecto el momento, están en una sincronía de acciones como si se conocieran en la intimidad, como si la escena no fuera casual sino recurrente, como si supieras cuánto disfruto que tus manos poco a poco desabotonen mi blusa para que puedas besar cómodamente mis hombros. Con delicadeza, casi con amor, desabrochas uno a uno los cuatro botones de mi blusa, recorres con tus manos mis hombros y acercas tu boca a mi cuello.

Bajo la blusa, encuentras justo parte del coordinado que habías imaginado, ese color, ese diseño, esos detalles que me hacen ser Tu Azul, Tu Fantasía. Es una escena dulce, deliciosa, sin prisas, despertando un mundo de sensaciones que recorren todo mi cuerpo. Así, en el juego de tus caricias, en un movimiento quedo boca abajo, continúas acariciándome, el juego de tus manos en mi cabello me hace estar absolutamente relajada, las yemas de tus dedos en mi cuello alternadas con las palmas de tus manos en mi espalda me parecen sensacionales.

Ser Tu Azul te hace disfrutarme, te hace que cada centímetro recorrido, que cada segundo que pasa tenga algo de magia, algo de fantasía… en Tu Fantasía, aún colocada boca abajo, desabrochas mi falda, y descubres el complemento del coordinado, te parece sensual, te parece que hace lucir mi cuerpo.

Me encanta la manera en que me miras, es una mirada deliciosa, es una mirada que me acaricia con ternura al mismo tiempo que me devora con hambre de placer…Así, Tu Azul está dispuesta para ti, para Tu Fantasía… una fantasía que quizá te haga imaginar una Azul experimentada en los placeres del sexo, mientras que ésta, la Azul que escribe, quizá sólo sea una mujer que en los relatos huye de su realidad, una mujer sensible que sólo anhela unos brazos tibios dónde dormir y un beso tibio para despertar…

El olor de un abrazo

abrazo

“De la vista nace el amor”, dicen… ¿será? En mi caso, del olfato nace una fantasía, nada me parece más excitante que un abrazo que dure varios minutos, sin hablar ni hacer más que estar abrazados y que al separarnos, aún después de unas horas, ese abrazo haya dejado impregnado su olor en mí…

Creo que mis relatos han revelado cuán kinestésica soy, cuánto disfruto el contacto físico y, no hablo exclusivamente de una connotación sexual. Un abrazo que cubra todo mi cuerpo, un abrazo en el que pueda recostar mi cabeza sobre tu pecho, un abrazo en el que discretamente se pueda percibir el delicioso olor de tu loción, un abrazo en el que pueda cerrar los ojos y sentirme a salvo en tus brazos… Mi Fantasía! Delicioso!

Un abrazo que evoque los sentidos, nada más delicioso que un recorrido sensorial por los recuerdos, traer a la memoria olores, sabores, texturas, sonidos y por supuesto, sensaciones.

Entonces, esta fantasía inició con tu olor, cuando de regreso a casa, en medio del tránsito citadino de cada noche, con las ventanillas cerradas por la lluvia, en un instante, percibí un olor, sentí que tu olor se había quedado impregnado en mi pecho, que ese cálido abrazo tan cotidiano, no había terminado ahí al despedirnos, sino que tu olor, era el inicio de una fantasía.

Así, te pensaba… tratando de concentrarme en el olor, en la sensación de estar entre tus brazos, de la sensación de tus manos en mi espalda traspasando mi delgada blusa naranja, en la sensación de tu mirada recorriéndome discretamente con curiosidad y con deseo, pensaba en el tono de tu voz pronunciando mi nombre: “Azul”, Tu Azul, imaginaba el sabor de tus labios, seguro dulce sabor en tus besos.

Ese sabor dulce habría llevado al deseo de probar el sabor de tu piel, lamer sutilmente tu cuello para saber si el sabor coincidía con la expectativa provocada por el olor impregnado en el abrazo, si el sabor de tu piel provocaba nuevas sensaciones o sólo era un recurso para rumiar historias del pasado. Así, a través de mi lengua y mis labios me habría cuestionado si eras tú, o si era únicamente una fantasía.

Quizá habría tomado con una mano tu nuca y metido mis dedos entre tus cabellos, y con la otra, apenas con las yemas de mis dedos habría rozado tus labios, y al contacto llevarte a imaginar la temperatura de mi piel, para que en un abrazo de regreso, sintieras la textura de mi ropa y cómo la tibieza de mi piel comenzaba a traspasarla.

En ese abrazo de reciprocidad, habría cerrado los ojos para escucharte decir: “Mi Azul, aquí estoy contigo, para ti, para reconfortarte en este momento” y esa voz pausada, casi sincera, haría aún más excitante la sensación de estar en tus brazos, así, sentir tu voz hablarme al oído, apoyada sobre tu pecho, tu voz quizá sin decir nada o diciendo lo suficiente, sólo para escucharte y arrullar mis pensamientos.

Con los ojos cerrados, habría olvidado el lugar, el contexto en el que nos encontrábamos, habría creído que lo que veía desde la imaginación tenía sentido, esa imagen de paz y confort, esa imagen de mi cabeza sobre tu dorso, recostados sobre una cama, tú acariciando mi cabello, mi hombro, mi espalda… sin tiempo, sin mundo, sin más que la compañía.

Así desde lo sentidos, desde el olor a ti impregnado en mi pecho, desde la soledad, imaginé Mi Fantasía y terminaba con un tibio beso en la frente que decía: “Descansa hermosa, bonita noche, sueña rico. Te mando un abrazo y un beso rico…”

Reinventando la manera de amar

Amar

Comencé por transcribir en un documento la historia de mi cabeza, pensaba en que un día se convertiría en un texto interesante, más de 100 páginas escritas, sólo con una intención catártica, hasta que un día, no encontré sentido para continuar escribiendo, no encontré una historia qué contar… Los personajes que quedaron inertes a expensas de sobrevivir de recuerdos, de esa realidad fantasiosa… hasta que varios meses después abrí nuevamente el archivo, con el nuevo capítulo.

…ha pasado tanto tiempo que no sé si hoy tenga sentido retomar esta escritura, si tenga más sentido borrar el documento que poco a poco se convirtió en un sueño, en un anhelo hasta llegar a lo que hoy nos encontramos…

Quisiera hacer un recuento claro y puntual de lo que ha pasado en este tiempo sin escribir… y me resulta inevitable que mis ojos se llenen de lágrimas, que mi corazón parezca salir de mi pecho, que mi mente provoque pensamientos que hacen que la cabeza duela: ¿qué escribo? ¿lo que desearía? ¿lo que sucede? ¿lo que me duele? ¿lo que me gusta?

Quizá sólo puedo iniciar por lo que le ha dado sentido a los últimos meses… al reto de ser amantes de ocasión sin esperar más… Alejada, muy muy alejada de la esperanza que respondía mi primer mensaje de aquel entonces:

“Te quiero, aquí y ahora, creo que nunca nadie había escrito algo tan intenso con mi nombre en el destinatario, es hermoso Azul y es que retratas una a una las sensaciones de aquel día y es que, tengo que confesar después de leer tu mail, que yo hice trampa, que yo toque la cama primero que acaricié tu pierna primero, que toqué tus pies primero… muero por estar contigo abrazados, besándonos, juntos, muero por perderme dentro de ti convirtiendo al deseo en una realidad absoluta. Necesito tu cuerpo pero no por darle consuelo a los fantasmas y a los momentos, no por una copa de vino, sino porque reconozco que ahí me he sentido estos días aún estando lejos.”

Hoy después de mucho tiempo, siento ese vacío, ese miedo, esa nostalgia, esa necesidad de querer creer que ha sido suficiente, y no porque no lo haya sido, sino más bien porque me resisto a creer que sólo para eso nos alcance…

Ha sido divertido, no lo puedo negar, lo he disfrutado (te he disfrutado) y mucho, es más hasta podría confesar que hay algo que me gusta más que una relación convencional: los mensajes me parecen más naturales, las palabras más simples y los encuentros sexuales más intensos.

Esa noche en la que tú, tu mundo y tu soledad encontraron en el whisky una manera de desahogar los pensamientos y entre mensajes de voz y texto conversamos por horas, no sé si con una intención definida, pero sí con muchas emociones qué compartir: desde las narrativas que me encanta hacerte sobre lo delicioso que es el sexo contigo, hasta un poco de reflexiones sobre el pasado y confesiones en apariencia banales pero profundas.

Esas confesiones nos llevaron a declarar abiertamente el deseo que sentimos, las ganas de que nuestros cuerpos se encuentren en la intimidad haciendo de cada ocasión un momento de placer sublime… Tus temores y mis intensidades; tus intensidades y mis temores, todo en la misma conversación, tratando de entender para qué nos alcanzaba, cartas para qué juego teníamos.

Así, la conversación a la distancia, mis lágrimas y tu whisky nos llevaron a un burdo acuerdo: “Juguemos a ser amantes de ocasión sin esperar nada de nadie”, lo peor: incitado por mí, anti yo, anti lo que habría imaginado en algún momento…

Así, entre súplicas al destino, a la vida, a ti, para ser más, la razón me asiste ante la atrevida sugerencia: si amándote, si dándome al cien por ciento no habría logrado conquistarte, quizá nuestro único punto de encuentro como pareja, podría ser sólo el sexo ocasional… ¿de verdad?

A varios meses de aquel acuerdo y con varios deliciosos encuentros sexuales, no sé si fue el whisky quien te hizo aceptar, no sé si ha sido lo que tú quieres… y ¿sabes? me da tanto miedo preguntarlo, me aterra que mis preguntas te asusten y huyas.

Entonces, con ese acuerdo, tuve que reinventar mi realidad, tuve que reinventar la manera de amar,  esta realidad que inició con un texto titulado: “GRAN HISTORIA”, después pasó a “CONTIGO TIENE SENTIDO”, luego a “UNA REALIDAD DIFERENTE”, el cuarto título fue “UNA REALIDAD”, y ahora, es UNA REALIDAD AZUL… un Momento Azul.

Sí, un Momento Azul… en el que cuando quiero huir de mi mundo me refugio en la escritura, una realidad en la que los encantos no alcanzaron -ni alcanzarán-,  una realidad que ha mutado  de ser una Gran Historia a ser un recuento de fantasías… Fantasías en las que el juego no requiere dar explicaciones, el juego consiste en que cada uno llevamos nuestras cartas a la cama y en una noche de sexo disfrazado de pasión, juguemos a lo que nuestra partida nos alcanza y al final de la ronda cada quien recoja sus ganancias y pérdidas en silencio y tácitamente quede agendado un próximo encuentro para cuando los cuerpos se extrañen y la vida pública nos lo permita.

Así ha sido, sin duda, al menos en mí, el deseo es cada vez más intenso, la manera de disfrutarte ha evolucionado… sí, he aprendido a ser Azul y no como esa mujer fácil dispuesta para una sexo de simple con cualquiera, sino como esa Azul libre de prejuicios dispuesta a disfrutar: a hacer disfrutar y permitir que la disfruten. Entonces, esta Realidad Azul a veces ha sido tan difícil, ha sido contradictoria, ha sido una dualidad, pero una vez que logro conectarme con ella, la disfruto.

He re-aprendido (tenido  que aprender) a vivir el momento con riesgos, sin esperanzas, sin ilusiones…Tuve que aprender que sí hay diferencias entre el sexo y el amor (y tuve que conformarme con lo primero). Entonces, acepté que no pude conquistarte, que jamás te enamorarás de mí, pero aún así en cada encuentro intentamos hacer el amor como si nos amáramos.

Pero también he aprendido que el amor no se puede hacer, que lleva hecho a la cama, sólo para disfrutarse y que si éste no existe, se reinventa el sentimiento para disfrutar el sexo y así en esa premisa, también nosotros mismos hemos aprendido a reinventarnos entre tequila, vino, fruta, pastel… en las fantasías!

¿Sabes? al final en esta reinvención, no es tan malo ser Azul…Azul se ha convertido en una esquizofrénica historia que rebota entre mis hemisferios cerebrales, ha sido una historia que un día juega a que le alcanza y otro día a que quiere más. Y cuando le alcanza lo disfruta, se siente libre y feliz…

La Realidad Azul me ubica y si no,  repito: “solo amantes de ocasión, sólo amantes de ocasión, sólo amantes de ocasión, sólo amantes de ocasión…” así hasta que Azul hace un recuento de los placeres y buenos Momentos Azules que hemos pasado y me hago consciente de la Realidad, olvidando aquellos lejanos mensajes dónde surgió la ilusión:

“No puedo negarlo, mi cabeza está ocupada en ti, en lo que me hiciste sentir, mi cabeza se ocupa de recrear cada uno de los besos que fueron tan difíciles de extraer de tus labios. En cada una de tus caricias, de la primera vez que nos entrelazamos las manos, en esa primera mirada distinta, en esa primer caricia traviesa, en aquel último trago de vino, en la música y cómo cuadraba perfecto con el momento, no puedo negar que lo imagino y lo vivo y no sólo eso, sino que además, quiero repetirlo, quiero volverlo a imaginar…

No puedo negarte que me encantó que te despidieras al final con un beso cuando pensé que sólo me dirías adiós a la distancia, no puedo negar que me quedé con ganas de tenerte por completo, pero también no puedo negarte que eso hace que hoy piense más en ti.

No puedo negar que tengo deseos de robarte un momento del mundo y que seas solo mía.No puedo negar que quiero encerrarme en tu cuerpo toda una noche.

No puedo negarte que estoy pensando en ti…”

Reinventar la manera de amar es amarte con todo mi ser, sin poder decírtelo a cada instante;  es amarte a través de la fantasía y las palabras, esperando que cuando leas alguno de mis relatos lo disfrutes sabiéndote protagonista…