Una Casualidad

Lo sé, lo acepto, soy una mujer controladora, que necesita tener un plan de acción con un sinfín de variables analizadas, un plan para saber qué hacer si… equis situación. No confío en las casualidades, en que las cosas sólo sucedan, pero así fue: una casualidad!

Mi tarde fue un caos, una escena impensable, de ésas en las que la Fantasía de este mundo alterno queda corta… fue una tarde en la que no sabría que te vería, es más, no sabría siquiera si en ni mi vida te volvería a ver… una casualidad nos llevó a un encuentro fortuito, en aquel parque donde antes, mucho antes habíamos caminado de la mano, persiguiendo sueños disfrazados de mariposas, escribiendo historias al aire en cada caricia y cada beso.

En ese lugar habríamos jugado a ocultarnos del mundo, a romper prejuicios y unir historias… y sí, aunque no sabía si te volvería a ver en mi vida siempre has sido mi pensamiento favorito, el recuerdo más recurrente en momentos de desesperanza y de alegría, en instantes de soledad y de absurda compañía…

El destino lo quiso, en medio de un mundo de desconocidos, en medio de una tarde nublada y fresca donde los relámpagos se escuchaban a lo lejos mientras el cielo se oscurecía cada vez más, en aquel parque al que llegué huyendo de mis pensamientos, caminando sin rumbo, ahí coincidimos.

En un pasillo de tantos que cruzan de norte a sur y de este a oeste aquel lugar público nos encontramos frente a frente, sin palabras, con miradas atónitas, con un silencio que calló hasta el estruendo de aquellos relámpagos que iluminaban el cielo. Nuestras miradas se cruzaron por instantes y nuestros cuerpos inertes continuaron su camino como si no nos conociéramos.

Temblando por el peso de los recuerdos que hacían eco en la memoria, las piernas pesaban, parecían de hierro, los pasos fueron lentos como queriendo detenerse para voltear y saber que así como nuestras almas pese al tiempo seguían conectadas, nuestras miradas en ese momento también.

Pasos lentos y pausados, y en la escena, las nubes conmovidas rompieron en llanto, un llanto pertinaz que acompañado por un fuerte viento oscureció la escena, los relámpagos continuaron pero los truenos callaron, los pensamientos gritaban y el corazón latía tan fuerte que aquellos truenos que parecían espantar a otros, ni si quiera se escuchaban…

Volteé, estabas ahí, aguardando por mí… el olor a tierra mojada en pocos minutos invadió el ambiente… caminé hacia ti, acompañando las lágrimas de las nubes que para ese momento ya tenían completamente empapada nuestra ropa.

Sin entender si las escena era producto de mi imaginación o realmente estabas frente a mí, acerque mi mano a tus labios apenas rozándote con la yema de mi dedo índice, y en ese instante te supe real, la sensación de tus labios desde mi mano recorrió todo mi cuerpo, mi memoria, mis recuerdos, mi alma…

Me tomaste por la cintura llevándome hacia a ti y en un beso ardiente detuvimos el tiempo, cerramos los ojos al mundo que para entonces había huido a resguardarse del fuerte aguacero… tus labios, tu lengua, tu sabor y el calor de tu aliento, tal cual como conservaba intacto el recuerdo en mi ser.

Así, bajo la lluvia que confundía las lágrimas que rodaban por nuestros rostros, llevé mis manos a tu pecho para recorrerlo como antes, para asegurarme que ese seguía siendo el espacio seguro, la justa medida para resguardarse del mundo.

La ropa húmeda estaba fría, levanté tu playera y tu piel era tibia aún, quité tu playera y comencé a besar y lamer tu dorso desnudo, a ojos cerrados con un llanto desbordado, el agua de lluvia que corría por tu pecho provocaba una sensación verdaderamente excitante, mi lengua recorría tu pecho y atrapaba el agua que sobre él caía.

Hiciste lo mismo con mi playera, metiste tus manos por mi espalda y desabrochaste mi ropa, me despojaste de ella en un solo movimiento, dejando mis senos desnudos al contacto con tu piel, al contacto con la lluvia que sobre nuestros cuerpos caía acompañando el llanto incontenible de ambos.

Regresamos a aquel beso sin palabras, nos sentamos sobre el pasto y sin saber de cuestiones climáticas ni pronósticos meteorológicos e hicimos de ese beso un recorrido por nuestros cuerpos, un recorrido apresurado, sincronizado y cadencioso que con los trazos sutiles de nuestras lenguas y con el calor de nuestro aliento tibiaba cada centímetro recorrido.

La ropa húmeda, empapada, en segundos quedó de lado y la escena nos dejó el pasto como el mejor de los lienzos para dibujar una vez más, como en aquellos años, la escena más sublime del amor, como la obra artística más auténtica y creativa que nadie puede imitar. Hicimos el amor bajo la lluvia, así con la misma pasión de aquellos tiempos con la misma perfección del movimiento, el ritmo y el tiempo…

Sintiéndote en mí mientras nuestras miradas tenían la conversación que nuestros labios no se habían atrevido, mientras nuestra piel encendida comunicaba todo lo que los años han guardado en silencio, mientras mis ojos cerrados recorrían el pasado como la única historia memorable…

Así, estando yo sobre ti, con una fuerte lluvia cayendo sobre nosotros, disfrutamos cada movimiento: mi cuerpo cadencioso te disfrutaba, mis dedos jugaban en tu boca con tu lengua y tus labios,  mientras con mi mano sostenía mi cabello que escurría de agua de lluvia, la corría por mi cara, mi cuello, mis senos… era delicioso, era perfecto, justo el ritmo del amor… justo como jamás lo habría imaginado, justo como sólo una casualidad podría permitirlo…

 

Amores suicidas

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Hay amores suicidas que matan pero no mueren, son justo ésos que en pos del amor devoran ilusiones propias y ajenas, construyen fantasías que cercan la realidad y convierten en rehén a todo aquel que ponga en duda la existencia del “amor”.

Hay amores suicidas, ésos que se vuelven terroristas en sus actos, que cegados por aquello que suponen amor ponen el pecho a las balas, ponen las manos al fuego y terminan perforados y calcinados.

Hay amores suicidas que asumen el riesgo, que conscientes de que la vida se puede ir en ellos, apuestan a la derrota, apuestan a ganar con el mínimo de posibilidades de triunfar, sólo porque el amor enloquece, sólo porque la ilusión alimenta al fantasía, sólo porque el amor da ese ingenuo valor de confiar en un triunfo improbable.

Hay amores suicidas que escribes y escribes, que inventas y reinventas, que te aferras a leerlos una y otra vez hasta que te convenzas que sí vale la pena, que sí tiene sentido, que sí son posibles, que sí sobrevivirán.

Hay amores suicidas que hacen oídos sordos al mundo, que juzga de envidiosos y egoístas a aquellos incapaces de creer en “el amor”, que juzga de moralistas a aquellos incomprensivos que demeritan la valentía de los amantes.

Hay amores suicidas que se inmolan para sin saber de proezas o de cobardía, que se inmolan para hacerse eternos sin medir los daños colaterales ni saber de inocentes o culpables, de méritos o descréditos.

Hay amores suicidas que en el intento de creerse eternos cierran los ojos al mundo, avanzan abriendo paso entre medias verdades y mentiras completas, abriendo camino por sendas prohibidas, por atajos inciertos.

Hay amores suicidas que cuando encuentran paz provocan guerra para distraer y pasar inadvertidos por sus adversarios, aquellos que quizá no saben de amores, que quizá no saben de entrega. Esos amores, que detonan una bomba de humo para escabullirse mientras el mundo pregunta qué pasa, mientras los otros huyen sin saber de qué o de dónde viene en fuego amigo, esos amores suicidas…

Hay amores suicidas que al final, sí mueren, sí matan…

Celebrar la vida

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Hacer del amor un signo de vida, disfrutar el placer como una celebración de vida, de hacer vibrar cada célula del cuerpo es vida… han sido tantos años desde aquella primera vez, desde aquel entonces en el que la juventud y la inexperiencia nos hicieron reconocernos en el amor, en el placer. Recordar aquel tiempo evoca nostalgia, sonrisas, placer… juntos a la distancia, en la historia compartida, juntos.

Hoy los pretextos sobran, las oportunidades faltan y así robamos al tiempo un espacio para disfrutar, para celebrar la vida, intentando resguardarnos en la privacidad de una habitación, con el celular apagado y desconectados del mundo, inventando una historia haciendo de ese lugar nuestro mundo. Una botella de vino, dos copas, nuestra conversación y una cama son suficientes para esta noche, para perfeccionar el ritual del amor que tantos años hemos practicado.

Las trivialidades del día a día son siempre la primer conversación, las intensidades de nuestros días, los sinsabores y las alegrías, esas que podemos rumiar una y otra vez mientras entre sorbos de vino y caricias atemperamos el ambiente. Evocamos recuerdos, de aquellas épocas en las que juraríamos devorar el mundo y terminábamos siendo devorados por él; recuerdos de aquellos momentos en los que un beso en la oscuridad representaba más, mucho más que lo que a la luz el mundo pudiera opinar.

Nadie como tú ha recorrido tantas veces mi piel, nadie como tú pude decir que conoce mis lunares, mis pecas, mis cicatrices, mis defectos y talentos, nadie como tú ha recorrido el lienzo de mi piel haciendo suyo cada centímetro. Nadie como tú ha secado mis lágrimas una tarde cualquiera donde el mundo me acorrala y acobrada; nadie como tú ha secado el sudor de mi frente cuando exhaustos sobre la cama nos rendimos al amor; nadie como tú hace el amor a la medida de mi corazón.

Así, en ésta como en las otras noches, el vino, el escenario y nuestro amor nos han conquistado una y otra vez para hacer el amor hasta caer rendidos, hasta reconocer con humildad que los años han pasado y los kilos se han quedado, hasta disfrutar incluso el último aliento de una noche que nos pertenece desde la juventud.

Es imposible no sonreír al escribir este texto, es imposible no enumerar una a una las veces que hemos estado juntos, reconocer en ti un fiel cómplice para el aprendizaje compartido, un fiel amigo para entender el amor, un buen amor para entender la amistad. ¿Cómo ha pasado tanto tiempo? ¿Cómo ha mutado todo lo que inocente inició en aquella juventud que ahora parece lejana?

En cada noche nuestra, de éstas en las que celebramos la vida entre caricias, besos, sensaciones, descubrimos que el amor sí se hace, sí se perfecciona, sí se aprende, sí se construye… hacer el amor por tantos años ha sido más que el instante del sexo placentero, hacer el amor ha sido compartir la cama bajo las sábanas discutiendo el futbol, hacer el amor ha sido disputar el último trago de vino antes de dormir, hacer el amor ha sido esa paz en tu pecho mientras se recupera el aliento.

El amor que nos une parce eterno, parece fraterno, parece íntimo… el amor que nos hace disfrutar la conversación, los tragos, el sexo, la ducha, ese amor nos hace ser más que sólo buenos amantes  para siempre, es ese amor que se necesita para celebrar la vida.

FCE… te quiero…

Déjame consentirte…

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Hay tantas formas de hacer el amor, desde una intensa conversación hasta una deliciosa sesión de sexo apasionado. Hacer el amor es procurar el placer del amante, hacerlo vibrar con la presencia y ello es todo un arte, por ejemplo, hoy se me antoja consentirte, reconfortar tu cuerpo después de un mal día, para recompensarte después de un día rutinario y aburrido…
¿Esta noche, me dejas consentirte? Deja que mi voz y mi cuerpo te hablen, siénteme, imagina cada sensación con la realidad que estos relatos de fantasía nos permite… ¿quieres?
Imagina la escena: escucha el play list de jazz preparado desde mi celular, imagina cómo la música te hace cerrar los ojos y concentrarte en la cadencia de los sonidos. Estamos en una habitación con luz muy tenue, un sutil aroma a violetas en el ambiente, una cama amplia con una sábana blanca, nuestros cuerpos desnudos y tú, dispuesto para disfrutar un delicioso masaje que te desconecte de tu día, de tu mundo y te haga ser mío por unas horas.
Es un tiempo sin prisa, sin mundo que nos aguarde afuera de la habitación, sólo existe lo que estamos sintiendo, sólo existe ese tiempo sin tiempo…Estás recostado boca abajo en la cama, completamente desnudo, con los ojos cerrados, disfrutas la música… Tomo unas gotas de aceite con esencia de violetas que refuerza el aroma del ambiente, mientras froto las palmas de mis manos y tibio el aceite, me acerco a tu oído y te digo que me encantas, que quiero consentirte esta noche y te invito a que disfrutes…
Con el aceite tibio en mis manos acaricio tu cuello, desde tu nuca hasta bajar por tu espalda, sientes la suavidad de mis manos recorrerte despacio, lentamente logrando en ese recorrido apagar tus pensamientos, dejar fuera de este momento cualquier idea que perturbe tu descanso, cualquier pensamiento que impida que disfrutes mis manos sobre tu piel.
Así, mientras mis manos recorren tu cuello y avanzan hacia tus hombros, sientes que me inclino hacia ti para besar tu oreja y sientes cómo mis senos recorren, apenas rozando, tu espalda, sientes las yemas de mis dedos acariciar tu espalda, tus hombros y bajar hacia tus brazos, sientes una presión que disfrutas, sientes cómo el ambiente se ha impregnado de un aroma sutil, cómo la temperatura del ambiente es cálida, estás completamente relajado.
Luego de recorrer tus brazos, avanzo a tus manos, beso la palma de tus manos, acaricio con mi lengua cada uno de tus dedos y juego a devorarlos, uno a uno… Después, con mis manos acaricio tus palmas, dando un suave masaje que relaje cada centímetro de tu piel… siempre dejando que mi pecho acompañe el recorrido que mis manos trazan previamente.
Vuelvo a tu espalda, con las yemas de los dedos recorro cada centímetro de ella, de momentos acariciándola con mis labios, de momentos con la punta de mi lengua, de momentos solo recostándome sobre ti para que sientas mis pechos en tu espalda. Mis dedos guían un trazo que recorre tu columna, con una presión que disfrutas mientras mis manos avanzan.
Bajo un poco más dejo caer unas gotas de aceite en tu espalda baja (y más abajo) y mis manos tibias comienzan a distribuir el aceite, muy lentamente, muy suave y cadenciosamente, sientes como cada vez tu cuerpo está más relajado, tu mente más inconsciente, sólo sintiendo el contacto de mis manos en tu piel.
Acaricio con ternura tu cintura, avanzo un poco hacia tus costillas, tu cadera… Mientras sientes que mis senos rozan tus muslos, mis manos tu espalda y mis labios… mis labios se aseguran que las últimas horas de aceite hayan quedado suficientemente impregnadas.
Tu cuerpo está inerte, absolutamente relajado, sólo sintiendo cómo eres mío en cada sensación, como tu mente se ha dejado conquistar por el recorrido de mis manos, por el olor a violetas en el ambiente y por la Fantasía que está ocurriendo en tu imaginación.
Nuevamente dejo caer una gota de aceite, ahora en cada uno de tus muslos, con la yema de mi dedo índice hago trazos arbitrarios para distribuirlo, para que la combinación de la temperatura de mi piel, la consistencia del aceite y la suave presión que ejerzo te haga temblar por la sensación que te recorre, que te seduce.
Dos gotas más, una en cada pantorrilla, mismo procedimiento que en tus piernas, para luego con las palmas de mis manos recorrerte completo, masajeando acompasadamente tus músculos, apretando en el recorrido, relajando con el movimiento de mis manos y luego asegurándome que el aceite quedó bien impregnado probándote con mis labios, sintiéndote con mi pecho.
Llego a tus pies, un suave recorrido por la planta de tus pies, la tibieza de mis manos y la consistencia del aceite impregnado en ellas, te hace disfrutar. Comienzo a subir de regreso… despacio, supervisando que toda tu piel haya quedado impregnada con el olor a violetas, las yemas de mis dedos, mis labios y mis pechos se encargan de recorrerte para confirmar que tu piel está tibia, que el aroma del aceite está impregnado.
Tus pantorrillas, tus muslos, tus…, tu espalda, tus hombros, tus brazos, tus manos, tu cuello, tu nuca… y al llegar a tu oído te digo que me encantas, que me encanta consentirte y un beso en la mejilla que confirmo que has caído rendido a las sensaciones de mis manos, de mi piel recorriéndote, que tu cuerpo está inerte y dispuesto para que abrazados duermas profunda y relajadamente…
Descansa… sueña conmigo!

Si me mata


Quien me conoce sabe que estoy lejos de ser una feminista a ultranza, de ésas que algunos tienden a llamar despectivamente “feminazi”. Soy una mujer adulta, plena y con instantes de felicidad que alcanzan para sobrevivir en esta inhóspita realidad. Bendigo la existencia de los Hombres hombres – que en otro relato describí – agradezco su existencia y todo lo que en complicidad con un hombre se puede disfrutar.

Pese a lo que muchos quisieran creer, no soy una mujer con un largo historial de amores, de hecho, con los dedos de una mano se contarían, entre ellos sólo a uno recuerdo como mi más grande amor, como el único hombre por el que me he sentido verdaderamente amada. Recientemente un lamentable suceso (el asesinato de una mujer en Ciudad Universitaria UNAM) generó un sinfín de protestas que dieron origen al hashtag #SiMeMata con frases con las que las mujeres referían sentirse en riesgo, y es que es tan cierto el acoso, es tan dolorosa la realidad social, que hasta las propias mujeres  alentamos.

Indudablemente, con vergüenza y dolor, reconozco que esta historia de la joven asesinada y las referencias que de esto se han hecho en redes sociales, me generaron una gran empatía. De hecho afirmo con total certeza que #SiMeMata una de las razones que lo justificarán será este blog MomentoAzul.com y el mundo que le ha dado la razón, al menos el mundo en el que me desenvuelvo cotidianamente, aquéllos que en más de una ocasión me ha dicho: “deja de provocarlo al escribir tantas estupideces”, por eso sé que ese mismo mundo avalaría mi muerte provocada por escribir, por expresar locuras y pensamientos.

Pareciera que sólo quienes hemos vivido el acoso podemos entender cómo una persona puede trastornar su vida al grado de sentirse culpable por vivir, por hacer lo que le gusta, lo que disfruta. vivimos en una sociedad egoísta, de una doble moral, donde aquel que hace algo diferente a lo convencional está mal. ¿Qué hay de malo en escribir? ¿En inventar un personaje (Azul) que recree relatos de fantasía? ¿Qué hay de malo es vivir historias a través de la escritura?

#SiMeMata será mi culpa, lo sé! Si me mata será porque estoy loca y he querido aferrarme a creer que merezco una historia de amor con un Hombre Hombre, porque ilusamente he creído que después de largas jornadas de trabajo puedo compartir un par de cervezas y una buena charla con un amigo, un hombre, con alguien; será porque yo decidí eliminarlo de mi vida por saber que no es alguien que me haga ser mejor persona.

Insisto, no soy una feminista empedernida que no acepta la existencia del hombre como un ser que complemente su existencia. Soy una mujer que ha vivido y sufrido el acoso, al grado de morir de angustia, al grado de sentir miedo de salir de casa, al grado de vivir bajo una paranoia que me hace recurrentemente infeliz. Un acoso enfermo que ha vulnerado una y otra vez mi paz, que me hace romper en llanto de coraje cuando pienso que si escribo tal o cual cosa, que si publico tal o cual cosa, que si salgo con tal o cual persona, que si hago tal o cual cosa: será mi culpa #SiMeMata.

Es una bajeza el acoso callejero, ése que no importa si vas de pants o vestido, maquillada o con la cara limpia, con tu hijo tomado de la mano o con una amiga riendo, ese acoso que a cualquier intento de hombre le da valor para soltar una frase soez que agrede en el tono y la intención, ese acoso que en una mirada desnuda de la forma más humillante, ese acoso que en lo cotidiano le da derecho a algunos hombres de ser vulgares en sus expresiones.

Nadie debiera vivir con miedo, ninguna mujer debiera sentir miedo de ser vulnerada por un hombre y mucho menos, que otras mujeres avalaran lo que el hombre abusivamente haga. Un hombre es tan hombre como el amor que pueda despertar; un hombre es tan hombre como protección y paz pueda dar ; un hombre es tan hombre como seguridad y confianza pueda inspirar; por ello, el término “poco hombre” es bien empleado para aquéllos que con intimidación y acoso se hacen presentes en la vida de una mujer.

Hoy, como Azul, como mujer, como ser humano, escribo con lágrimas de impotencia ante una realidad que no puedo cambiar, una realidad que en lo cotidiano y en lo fantasioso de este blog me lastima, lloro de tristeza ante una realidad que me duele en lo profundo del corazón porque socialmente tengo que aceptar que #SiMeMata será porque soy yo, porque seguiré escribiendo y luchando por encontrar mi felicidad a pesar de todo.

#SiMeMata mi mundo habrá tenido la razón… yo lo provoqué!

Un hombre Hombre


Benditas películas de princesas que a todas, aunque lo nieguen, a todas en algún momento de nuestras vidas nos hicieron pensar en ese príncipe Azul… y bueno, muchos de los actuales hombres están tan lejos de ser príncipes y aún más de ser Azules, y Azules en el contexto de lo que representa mi Momento Azul, mucho más.
Siempre que escribo, por supuesto que hay un Hombre en mi cabeza, en ese imaginario desde el que se construye la fantasía, pero el Hombre de estos relatos tiene una función sintáctica de adjetivo calificativo, no de sustantivo común; es decir, Hombre es una cualidad que no todos los seres humanos de género masculino tienen, un hombre Hombre es más que un macho, más que un semental, más que un burdo ejemplar cuya única fortaleza está en sus músculos (no en su intelecto) y de ésos, hay muchos, he de confesar graves tropiezos en mi vida con esa subespecie.

Un hombre Hombre, o sea, con valor agregado de adjetivo calificativo, es más que el príncipe que nos imaginábamos de niñas, con el que nuestras madres nos mentalizaron que habríamos de encontrar para convertirse en padre de nuestros hijos. Cuando escribo, pienso en el Hombre que se describe tácitamente en una frase que varias veces he leído por ahí:

“Una mujer será tan niña como la consientas, tan dama como la trates, tan inteligente como la retes, tan sensual como la provoques”

Justo ese Hombre que connota la frase es el que está presente en mis fantasías, en mis relatos:

“…tan niña como la consientas…” Ese Hombre sabe consentirme con mensajes casuales que en medio de lo rutinario del día me roben una sonrisa; con un detalle que dé evidencia de que me conoce, que conoce mis gustos y antojos; que recostados sobre la cama, “peleemos” por escoger la película y terminemos decidiéndolo en un “volado”. Nada más seductor que un Hombre divertido, que en la simpleza de una buena charla me haga reír.

“…tan dama como la trates…” Nada más halagador que ser tratada como una dama, que las palabras sean las correctas, que sepa que no todos los besos son iguales, no es el mismo beso el que a solas busca encender el deseo para una gran noche, que aquel beso que en medio de la escena cotidiana se puede dar en público. Ser tratada como una dama es la atención más sublime que un Hombre puede tener, ser tratada con cortesía, con atención y con interés es un trato natural que no representa, necesariamente, el pago obligatorio de las cuentas ni tener que abrir la puerta del auto como un recurso automático.

“…tan inteligente como la retes…” nada más atractivo que un Hombre inteligente, con el que puedas conversar, con el que sepas que encontrarás una charla con sentido, con el que puedas debatir y argumentar sabiendo que siempre habrá una discusión enriquecedora. Un Hombre culto y educado que lo mismo converse de trivialidades, como te problemas mundiales intentando resolverlos en una charla sobre la cama. Un Hombre que resulte admirable por lo que hace y dice, que resulte tan placentero platicar con él que hacer el amor (bueno, casi).

“…tan sensual como la provoques.” ¡Qué parte más divertida de la frase! Creo que la sensualidad es algo inherente a las mujeres, es como un chip instalado en la programación genética del género femenino y es tan delicioso que exista alguien capaz de activar ese chip. No cualquier hombre tiene la sensibilidad para provocar la sensualidad, para encender el deseo. Un Hombre Hombre, tendrá una frase certera, un roce casual, una mirada sutil que desnude, una mirada casual que provoque… La respuesta a la provocación de un Hombre estará en responder con sensualidad, que no necesariamente está en un escote pronunciado o un insinuación descarada, la sensualidad está en la mirada, en la manera de conversar, en la manera en la que una mujer juegue con mis manos y mi cabello, en el movimiento de mis labios al hablar, en lo que haga imaginar al rozar mi lengua los labios… en cualquier gesto que busque ser una sutil insinuación de lo que podría hacer en su piel.

En fin, me declaro fan de los Hombres Hombres, me encanta atender sus sutiles fantasías. Me considero una mujer plena, que disfruta la diversión ingenua con un buen hombre, que le gusta ser tratada como una dama, que se sabe inteligente y, de la sensualidad, lo dejo a su criterio… aunque debo aceptar que hay otra frase que sirve para cerrar este relato: “A los hombres de mentira les quedan grandes las mujeres de verdad”. Saludos…

 

Enamorarse y no

enamorarse-o-no

Antes de la despedida ya había muchos textos escritos, algunos para el protagonista de entonces, otros sólo evocando recuerdos de amor y otros más dedicados para los lectores que encontraban en Momento Azul una fantasía a través de mis palabras.

Aún no sé si alguno de esos textos se publicará, si sólo un día los borraré y haré como que nunca existieron, o si se quedarán para siempre en el tintero virtual.

Han sido semanas difíciles, en las que no he dejado de escribir porque si no habría enloquecido más… no pretendo regresar al Momento Azul de la despedida, pero sí a las sensaciones que vulneraron mi paz y cimbraron mi mundo, no con un afán de reclamo, ni como un masoquismo absurdo que me haga rumiar el dolor, lo haré con uno de los objetivos que tuvo este blog en su inicio: dar cuenta de situaciones cotidianas que las mujeres -y hombres- nos enfrentamos cuando decidimos vivir, digo decidimos, porque a veces sólo sobrevivimos (que era como me encontraba al momento de  la despedida).

Vivir es estar dispuesto a arriesgar, a sentir con cada célula del cuerpo, con cada neurona de las que logran hacer contacto cuando uno decide emprender una aventura tan peligrosa como amar.

La despedida fue una de las lecciones más grandes de mi vida, que a mis casi cuarenta años, no imaginé vivir nuevamente, que en mi vida adulta rodeada de un mundo en el que siempre me he sentido falible ante los estándares de perfección que creo dibuja para mí. Jamás ni en mi juventud me había sentido tan mal, tan poca cosa…

Esa historia me hizo sentir que quizá estaba viviendo mi vida al revés: en mi juventud viví el amor más intenso, limpio, profundo y eterno (descrito en el relato de La Promesa) y en mi vida adulta estaba cometiendo las estupideces que de joven no cometí, creo que fue un gran error haber vivido esa historia, creo que si pudiera, la borraría de mi memoria…

Benedetti siempre ha sido mi escritor favorito y hoy a través de su poesía trato de asimilar este Momento Azul:

Enamorarse y no – Mario Benedetti

Cuando uno se enamora las cuadrillas

del tiempo hacen escala en el olvido

la desdicha se llena de milagros

el miedo se convierte en osadía

y la muerte no sale de su cueva

enamorarse es un presagio gratis

una ventana abierta al árbol nuevo

una proeza de los sentimientos

una bonanza casi insoportable

y un ejercicio contra el infortunio

por el contrario desenamorarse

es ver el cuerpo como es y no

como la otra mirada lo inventaba

es regresar más pobre al viejo enigma

y dar con la tristeza en el espejo.

“…desenamorarse es ver el cuerpo como es (…) es regresar más pobre al viejo enigma y dar con la tristeza en el espejo”

Estos días de ausencia seguí escribiendo, como parte del tratamiento para atender mi avanzada esquizofrenia, ésa que me hizo enamorarme del protagonista de mis relatos, de ese hombre del que ahora no recuerdo con claridad su rostro, del cual tampoco recuerdo la textura de sus manos, ni el sabor de sus labios. Esa esquizofrenia que me ubico ante él, como un personaje con el rostro de otras, con el sabor de los besos de otras, un personaje que confundí con la realidad.

Esa Azul, la de los relatos con destinatario fue sólo un instrumento, un medio para que a través de los recuerdos aquel hombre evocara sus historias de amor… esa Azul no fue todo lo que soy, Azul fue una parte de lo que soy que jugó una apuesta alta, fue un personaje sin historia que no supo hacer efectivo el burdo acuerdo que dio origen a su historia.

Aún duele -y mucho- escribir, aún hay una herida profunda desde donde late el corazón, aún los pensamientos se aturden y los ojos se llenan de lágrimas. Como los alcohólicos, sé que el primer paso es reconocer la enfermedad y sí, me enamoré y eso me hizo perderme en muchos aspectos. Me enamoré y esa enfermedad fue aún más dañina y peligrosa que la esquizofrenia misma. Me enamoré y poco a poco intento curarme regresando a la realidad, la realidad que bien describe Benedetti: “regresar más pobre al viejo enigma y dar con la tristeza en el espejo”.

Ser Azul es más que un protagonista, más que el dolor de un desamor, más que el dolor de la humillación… Ser Azul es levantarse, secarse las lágrimas, volver a sacar una hoja en blanco y continuar la historia. Sí, continuar, no es una nueva, sigo siendo yo, sigue siendo mi mundo, sigue siendo mi corazón (con una nueva herida), sigue siendo mi alma renovada.

Durante estas semanas de ausencia he recibido tantas muestras de cariño, tantos apapachos que en verdad renuevan mi espíritu, porque como lo dije en La Despedida, el amor tienen muchas formas de manifestarse y hoy más que nunca tengo esa certeza de que “El amor no duele, fortalece; el amor no lastima, cura; el amor no sobaja, engrandece; el amor no era él, era yo”

El olor de un abrazo

abrazo

“De la vista nace el amor”, dicen… ¿será? En mi caso, del olfato nace una fantasía, nada me parece más excitante que un abrazo que dure varios minutos, sin hablar ni hacer más que estar abrazados y que al separarnos, aún después de unas horas, ese abrazo haya dejado impregnado su olor en mí…

Creo que mis relatos han revelado cuán kinestésica soy, cuánto disfruto el contacto físico y, no hablo exclusivamente de una connotación sexual. Un abrazo que cubra todo mi cuerpo, un abrazo en el que pueda recostar mi cabeza sobre tu pecho, un abrazo en el que discretamente se pueda percibir el delicioso olor de tu loción, un abrazo en el que pueda cerrar los ojos y sentirme a salvo en tus brazos… Mi Fantasía! Delicioso!

Un abrazo que evoque los sentidos, nada más delicioso que un recorrido sensorial por los recuerdos, traer a la memoria olores, sabores, texturas, sonidos y por supuesto, sensaciones.

Entonces, esta fantasía inició con tu olor, cuando de regreso a casa, en medio del tránsito citadino de cada noche, con las ventanillas cerradas por la lluvia, en un instante, percibí un olor, sentí que tu olor se había quedado impregnado en mi pecho, que ese cálido abrazo tan cotidiano, no había terminado ahí al despedirnos, sino que tu olor, era el inicio de una fantasía.

Así, te pensaba… tratando de concentrarme en el olor, en la sensación de estar entre tus brazos, de la sensación de tus manos en mi espalda traspasando mi delgada blusa naranja, en la sensación de tu mirada recorriéndome discretamente con curiosidad y con deseo, pensaba en el tono de tu voz pronunciando mi nombre: “Azul”, Tu Azul, imaginaba el sabor de tus labios, seguro dulce sabor en tus besos.

Ese sabor dulce habría llevado al deseo de probar el sabor de tu piel, lamer sutilmente tu cuello para saber si el sabor coincidía con la expectativa provocada por el olor impregnado en el abrazo, si el sabor de tu piel provocaba nuevas sensaciones o sólo era un recurso para rumiar historias del pasado. Así, a través de mi lengua y mis labios me habría cuestionado si eras tú, o si era únicamente una fantasía.

Quizá habría tomado con una mano tu nuca y metido mis dedos entre tus cabellos, y con la otra, apenas con las yemas de mis dedos habría rozado tus labios, y al contacto llevarte a imaginar la temperatura de mi piel, para que en un abrazo de regreso, sintieras la textura de mi ropa y cómo la tibieza de mi piel comenzaba a traspasarla.

En ese abrazo de reciprocidad, habría cerrado los ojos para escucharte decir: “Mi Azul, aquí estoy contigo, para ti, para reconfortarte en este momento” y esa voz pausada, casi sincera, haría aún más excitante la sensación de estar en tus brazos, así, sentir tu voz hablarme al oído, apoyada sobre tu pecho, tu voz quizá sin decir nada o diciendo lo suficiente, sólo para escucharte y arrullar mis pensamientos.

Con los ojos cerrados, habría olvidado el lugar, el contexto en el que nos encontrábamos, habría creído que lo que veía desde la imaginación tenía sentido, esa imagen de paz y confort, esa imagen de mi cabeza sobre tu dorso, recostados sobre una cama, tú acariciando mi cabello, mi hombro, mi espalda… sin tiempo, sin mundo, sin más que la compañía.

Así desde lo sentidos, desde el olor a ti impregnado en mi pecho, desde la soledad, imaginé Mi Fantasía y terminaba con un tibio beso en la frente que decía: “Descansa hermosa, bonita noche, sueña rico. Te mando un abrazo y un beso rico…”

Una vida de instantes.(Un problema semántico)

instantes

Entonces, un día dije “TE AMO”, como si eso fuera a hacer que tu corazón o tu alma se abrieran mágicamente para recibir todo lo que estaba dispuesta a dar. Esa frase que supuse poderosa, que sabía honesta, que creía clave para que creyeras todo lo que estaba dispuesta por ti. Pero no, pareciera que ese “TE AMO” -así en altas- significaba tengo un arma y estoy dispuesta a hacerte daño con ella si no accedes a lo que yo diga.

¿Por qué? ¿Por qué un TE AMO espanta? ¿Por qué un te amo simple no alcanza para vislumbrar una historia? Sí, no hablo de una historia feliz de princesa de cuentos, de ésas que de sobra la vida real nos ha demostrado que no existen. Hablo de una historia, de ésas de aventura, de ésas que bocetan un sinfín de escenas que van desde las cotidianas conversaciones sobre el día laboral, hasta ésas en las que se puede hacer el amor tan intensamente como si en esa noche se fuera acabar el mundo.

¿Qué era mi TE AMO? -que despreciaste, por cierto- Era desnudar mi alma ante ti, era abrirte de par en par la puerta para entrar en mi mundo, para que conmigo, conocieras mi cielo y mi infierno, era mostrarme tal cual soy, y que de lo que soy, utilizaras lo que sirviera para contribuir a tu felicidad. Abrir una ventana a través de mis ojos para que vieras mis historias del pasado, las felices y las no tan felices, todas las que en ese momento me hacían ser La Mujer dispuesta a todo por ti.

Y,  ¿sabes? soy un mujerón! Créeme!! Hace unos días leí esta frase: “Me gusta la mujer que es inteligente, porque si es inteligente sabe ser perversa, si es perversa escribe bonito y si escribe bonito, por lo general sabe querer y coger.” Mi primera reacción fue reír, luego, pensar en ti.

Sin duda soy inteligente, mis logros personales y profesionales podrían demostrarlo y si no te convenciera con eso, con que yo lo crea me basta y sobra. Y sí, la inteligencia tiene un grado de perversión, según la Real Academia de la Lengua Española (RAE), perversión es perturbar el orden o estado de las cosas. Si supieras cuántas veces mi imaginación y mis textos han perturbado el orden de mi vida (teniéndote a ti como protagonista).

¿Escribir bonito? Eso es subjetivo, pero sí, escribir es mi manera de cifrar la realidad…

Te garantizo que sé querer, las lágrimas, las risas, la pasión, todo lo que me hace ser Azul lo demuestran… tan sé querer, que a quien no sabe querer como yo, lo asusto fácilmente.

¿Coger? Complejo, aquí la Academia de la Lengua da 32 acepciones… quizá aquí tuvimos el problema semántico; es decir, suponiendo que sí soy inteligente, medianamente perversa e intento escribir bonito, quizá el problema es que sentiste miedo porque el término coger que aplicaba en tu diccionario mental, correspondía a la acepción número 25 de RAE: “Contraer una enfermedad o empezar a padecer cierto estado físico o anímico” o a la 19 o 20 “Dicho de un toro: Herir o enganchar a alguien con los cuernos;  Dicho de un vehículo: Atropellar a alguien.”

Ahí estuvo el problema… Pero si hubieras entendido que una mujer inteligente sabe coger, entendiendo que coger es hacer el amor delicioso quizá hubieras aceptado mi “TE AMO”. Una mujer inteligente es inmensamente apasionada, porque sabe que la vida se construye con instantes, por eso el instante en el que toca el cielo a través del placer que produce el sexo, le hace potenciar aún más su pasión, queriendo construir una noche de instantes, una vida de instantes…